La circuncisión representa un
distintivo incuestionable del pueblo judío desde tiempos remotos, constituyendo
uno de los principales rituales del judaísmo y una de sus celebraciones más
señaladas. Para muchos investigadores, este ritual tiene un origen bíblico como
un símbolo de la alianza que Dios estableció con el pueblo judío al ordenar la
circuncisión del patriarca Abraham y su descendencia según revela el Antiguo
Testamento. Con este pacto eterno, Abraham se compromete aceptar a Dios como la
deidad de su pueblo a cambio de recibir el derecho divino de la tierra
prometida como seña de ser el pueblo elegido. Al nacer Jesús como judío, en
cumplimiento de la ley mosaica se procedió a su circuncisión a los ocho días
posteriores a su nacimiento, momento en el que también se impuso su nombre de
acuerdo al ceremonial hebreo. Posteriormente, cuando se cumplieron los cuarenta
días de la purificación de la Virgen María, se produjo la presentación de Jesús
al Señor en el Templo de Jerusalén. El prepucio extirpado a Jesús, denominado
Santo Prepucio, ha formado parte de la leyenda de una de las muchas reliquias
asociadas con Cristo, a la que se le han atribuido propiedades milagrosas. A lo
largo del tiempo, diferentes abadías e iglesias de Europa han asegurado tenerlo
en su poder, lo que ha sido motivo de varias polémicas.
Aunque Jesús fue circuncidado, sus seguidores dejaron de realizar este ritual pocos años después de su muerte, sobre todo por los mensajes difundidos por el apóstol Pablo, quien no lo consideraba necesario para la conversión al cristianismo ni para conseguir la salvación. Para los cristianos, la circuncisión espiritual tomó lugar sobre la circuncisión física. En los primeros momentos de la iglesia cristiana, los judíos cristianizados se sentían como una continuación de la religión judaica, como parte integrante del pueblo de Israel, al contrario de los cristianos gentiles que no se identificaban con las costumbres hebreas y sentían rechazo de la imposición de la circuncisión a los varones. Para resolver esta problemática se convocó el Concilio de Jerusalén, sobre el año 48 d. C., del que salió aprobado el Decreto Apostólico que posibilitaba una completa apertura de la iglesia cristiana a los gentiles, quedando estos liberados de la obligación de tener que convertirse al judaísmo y de cumplir con la ley mosaica y, en consecuencia, de la imposición de la circuncisión. Desde entonces, este ritual dejó de practicarse en la mayor parte del mundo cristiano. En la actualidad, el cristianismo no requiere la circuncisión ni tampoco la prohíbe siendo reemplazado este ritual judío por el sacramento del bautismo como un símbolo de la nueva alianza con Dios. No obstante, las distintas iglesias cristianas no han mantenido una postura uniforme sobre esta cuestión. Mientras que la iglesia ortodoxa oriental la condena enérgicamente, se sigue manteniendo el ritual en antiguas iglesias cristianas como la ortodoxa copta de Egipto y la ortodoxa de Etiopía y Eritrea, y también en algunas iglesias africanas como la iglesia nomiya de Kenia y algunas facciones en Zambia y Malawi; pero en todas estas iglesias, esta ceremonia no tiene la consideración de una conversión al judaísmo.
La representación de la
circuncisión de Jesús se convirtió en un tema relativamente frecuente en el
arte cristiano, sobre todo a partir del siglo X, formando parte como un
episodio más de los numerosos acontecimientos de la vida de Jesús referidos en
las Sagradas Escrituras. En un principio sólo se representaba como una escena
incluida en ciclos más amplios de la vida de Cristo, pero a partir del
Renacimiento podía ser considerado como tema individual de una pintura o,
incluso, constituir el tema principal de un retablo en una iglesia. Desde el
Concilio de Trento en 1563, este tema queda sujeto a las restricciones
propuestas en la representación religiosa al ser considerada una escena
demasiado explícita.
La circuncisión en los textos bíblicos
En la Sagrada Biblia cristiana
existen bastantes referencias y citas acerca de la circuncisión. En el libro
del Génesis (cap. 17) se describe el pacto que Abraham realiza con Dios
mediante la circuncisión a todos los varones como símbolo de compromiso y de
renovación de alianza perpetua del pueblo judío con Dios que debe ser realizada
a los ocho días después del nacimiento advirtiendo de que aquel varón que quede
incircunciso será apartado del pacto. En el libro del Levítico (cap. 12)
también se encuentran referencias sobre la necesidad de realizarla al octavo
día desde el nacimiento advirtiendo del aislamiento del pacto a los que
permanezcan incircuncisos.
El Evangelio según San Lucas hace referencia a la circuncisión de Juan el Bautista (cap. 1) y también de Jesús (cap. 2). San Lucas escribe que a los ocho días del nacimiento de Jesucristo se cumplió la ley judía de la circuncisión, en un acto en que también “se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción”, haciendo referencia al episodio de la Anunciación del Señor cuando el ángel Gabriel visitó a la Virgen María para decirle que ella sería la madre del Mesías. Por tanto, José y María, como padres de Jesús y como una familia judía más, cumplen así con esta práctica para señalar la inserción de Jesús en su pueblo como manda el Antiguo Testamento. A pesar de su propia circuncisión, sin embargo, Jesús no la consideró necesaria para mantener el pacto con el Señor "porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significa nada, sin la fe que obra por amor” (Gálatas, cap. 5).
Sobre la práctica innecesaria de la circuncisión para los cristianos no judíos existen muchas referencias en el Nuevo Testamento. En la Epístola a los Gálatas (cap. 2), el apóstol Pablo refiere que “ni siquiera Tito que estaba conmigo con ser griego, fue obligado a circuncidarse”. En este mismo libro (cap. 5) se menciona que ni la circuncisión ni la reconstrucción prepucial tienen valor para Cristo. La única cosa que cuenta es la fe expresada en sí mismo a través del amor. En la primera Epístola a los Corintios (cap. I7), Pablo habla de la inutilidad de la circuncisión y que lo que de verdad cuenta es seguir los mandamientos de Dios. En la Epístola a los Romanos (cap. 3) se menciona la circuncisión justificándola cuando se hace por fe. En este mismo libro (cap. 4) se interroga sobre si “¿es la bendición solamente para los circuncidados o también para los incircuncisos?”. En la Epístola a los Efesios (cap. 2) se señala que “recuerden que antiguamente ustedes que eran gentiles por nacimiento y llamados no-circuncidados, estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extranjeros con fe y sin Dios en este mundo. Pero ahora en Jesucristo ustedes están cerca de él a través de la sangre de Cristo”. En la Epístola a Tito (cap. 1) se menciona que “hay mucha gente rebelde, charlatana y engañadora, especialmente aquel grupo partidario de la circuncisión. A esos hay que taparles la boca. Jesucristo, judío circuncidado exime a sus cristianos de tal pacto”. Pablo, en la segunda Epístola a los Romanos dice que “la circuncisión sirve si observas la ley; pero si eres prevaricador de la ley, por más que estés circuncidado, vienes a ser delante de Dios como hombre sin circuncisión”. Según Hechos de los Apóstoles (cap. 10-11), Pedro condenó la necesidad de la circuncisión para los conversos al cristianismo.
El evangelio de San
Lucas hace referencia a la circuncisión de Jesús a los ocho días de nacer como ordenaba
al pueblo judío el Antiguo Testamento. El evangelista San Lucas. Pintura
bizantina |
De entre los evangelios canónicos, solo Lucas refiere el hecho de la circuncisión de Jesús; sin embargo, entre los evangelios apócrifos se incluye mucha más información sobre este hecho. El Evangelio del Pseudo-Mateo especifica que los padres de Jesús ofrecieron dos tórtolas y dos pichones en sacrificio como pago de la ceremonia. El Evangelio armenio de la infancia relata que José marchó a Jerusalén y contactó con Joel, conocedor de las leyes divinas, que al practicarle la circuncisión al Niño no se produjo incisión alguna a pesar de lo cual comenzó a manar sangre quedando estupefactos por el prodigio ocurrido. En el tardíamente escrito Evangelio árabe de la infancia se narra cómo tras la circuncisión de Jesús, la matrona de María guardó el prepucio en una jarra de alabastro llena de aceite de nardo, que usaban como conservante, y se la dio a su hijo que era perfumista pidiéndole que guardase bien la jarra y no la vendiese, aunque le ofrecieran trescientos denarios, pero el joven desobedeció a su madre y se lo vendió a María Magdalena.
Celebraciones cristianas en relación con la circuncisión de Jesús
La celebración de la Circuncisión
de Jesús quedó fijada a los ocho días después de su nacimiento, momento en
la que el Niño recibió el nombre de Jesús, que en hebreo significa
"salvador". Esta festividad se registra por primera vez a partir de
un concilio eclesiástico celebrado en Tours en 567, aunque es evidente que ya
venía celebrándose desde hacía tiempo. En el Calendario Romano general, la
Iglesia católica conmemoraba el día de la Circuncisión de Jesús el día
primero de enero, justo al octavo día después de su nacimiento, hasta la
reforma del calendario en 1960 por el papa Juan XXIII, que dio a la celebración
litúrgica el nombre de Octava de Navidad. En una posterior reforma de
1969 se sustituyó por la celebración de la Solemnidad de Santa María, Madre
de Dios, aunque sigue siendo celebrada como festividad de la circuncisión
por los viejos católicos y también por los católicos tradicionalistas. Durante
muchos siglos se combinó la Fiesta de la Circuncisión con la Fiesta
del Santísimo Nombre de Jesús el mismo día 1 de enero.
La Iglesia ortodoxa griega
celebra la Circuncisión de Cristo el 1 de enero, mientras que las
iglesias ortodoxas orientales, siguiendo el calendario juliano, lo celebran el
14 de enero, incluyendo a esta celebración como una de las doce Grandes
Fiestas. También es celebrado por algunas iglesias de la comunión anglicana,
aunque en muchos calendarios recientes tienden a asociar este día 1 de enero
con el Santo Nombre de Jesús. En prácticamente todas las iglesias
luteranas también es celebrada esta festividad el 1 de enero, aunque ha habido
un movimiento general en la actualidad para llamarlo El nombre de Jesús.
La circuncisión de Cristo ha sido
vista tradicionalmente, como queda reflejada en la popular Leyenda Dorada
de Jacobo de la Vorágine, escrita en el siglo XIV, como la primera vez que la
sangre de Cristo fue derramada, y por tanto debe ser considerado el comienzo
del proceso de la redención del hombre, y también como una demostración de que
Cristo era plenamente humano a la vez que rendía obediencia a la ley de Moisés.
Los teólogos medievales y renacentistas también llamaron la atención del
significado de la circuncisión como el sufrimiento de Jesús en demostración de
su humanidad y como presagio de su Pasión. El teólogo protestante Jeremy
Taylor, en un tratado escrito en 1657, argumenta que si Jesús hubiera estado
incircunciso, habría hecho a los judíos sustancialmente menos receptivos a
aceptar su evangelismo.
La leyenda del Santo Prepucio
Al estar circuncidado Cristo,
como el prepucio estaba separado de su cuerpo en el momento de su ascensión,
surge la cuestión de si ascendió también a los cielos. El teólogo griego Leo
Allatius en su ensayo De praeputio domini Nostri Jesu Christi diatriba,
escrito en el siglo XVII, sostenía que el Santo Prepucio pudo haber ascendido
al cielo al mismo tiempo que Jesús, mismo criterio que defendía en el siglo VII
Anastasio Sinaíta en su obra Quaestiones et Responsiones. Piero del
Frate, en cambio, arguyó en su Preciosísima reliquia del Santo Prepucio,
de 1861, que la tradición judía exigía enterrar el prepucio tras la
circuncisión, y al estar entonces desligado del cuerpo de Cristo en el momento
de la Resurrección, no pudo haber ascendido con él. No obstante, esta
discusión teológica se resolvió concluyendo que el prepucio de Jesús era
prescindible, como lo eran el cabello, las uñas o los excrementos, así como la
sangre que vertió, pues eran partes del cuerpo de Cristo consideradas no
esenciales. Por tanto, el prepucio de Jesús sería uno de los pocos restos
físicos que dejó en la tierra, pero la costumbre judía de enterrarlo
dificultaría mucho la posibilidad de que pudiese haber sido preservado. Otra
cuestión teológica relacionada fue si el prepucio volvió a su cuerpo en el
momento de la Resurrección. En el año 1150, Teofilacto argumentó que
Jesús conservó su prepucio intacto y lo restauró a su cuerpo después de su Resurrección.
Existen varias versiones acerca
de cómo se fue transmitiendo la reliquia del Santo Prepucio a través del
tiempo. Una de las más conocidas afirma que Juan Bautista entregó el prepucio
de Jesús a María Magdalena en un vaso lleno de nardos. En los albores del año
600, un ángel se lo entregó al papa San Gregorio Magno. Carlomagno se lo
entregó como regalo al papa León III en la noche de Navidad del año 800, cuando
fue coronado como emperador del Sagrado Imperio Romano. Finalmente, la reliquia
permaneció custodiada en el Sancta Sanctorum del Palacio de Letrán en
Roma. Otra versión sostiene que el prepucio de Cristo fue recuperado y guardado
por la Virgen María que posteriormente se lo confió a María Magdalena,
llevándolo más tarde consigo a Saint Maximin-La Sainte Baume, en el sur de Francia,
lugar donde fue enterrada. Otra versión cuenta que el prepucio llegó a manos de
los apóstoles pasando su custodia a sus sucesores para finalmente, pasados unos
siglos, un ángel se lo llevara a Carlomagno en Aquisgrán.
El pueblo italiano de
Calcata fue uno de los lugares donde se ha afirmado poseer la auténtica reliquia
del Santo Prepucio |
Son varios lugares en Europa que reclamaron poseer la auténtica reliquia del Santo Prepucio. El lugar más frecuentemente señalado de su posesión fue Calcata, un minúsculo pueblo medieval de la provincia italiana de Viterbo en la región del Lacio, a unos 35 Kms. de Roma. Según cuenta la leyenda, el Santo Prepucio fue sustraído del Sancta Sanctorum durante al saqueo de Roma en 1527 llevado a cabo por los lansquenetes. Su rastro desaparece de las crónicas hasta que treinta años más tarde se descubre en un establo de Calcata, donde había sido ocultado por un soldado lansquenete que había sido hecho prisionero. Desde entonces, se celebraba en Calcata la Festividad de la Circuncisión, cada 1 de enero, donde el presunto Santo Prepucio, conservado dentro de un relicario de plata con piedras preciosas incrustadas, era expuesto en una procesión reconocida oficialmente por la Iglesia católica. Esta práctica acabó cuando el relicario fue robado en 1983, sin que haya podido ser recuperado hasta la fecha.
No obstante, otros lugares
también han reivindicado su posesión. La abadía de Charroux proclamó poseer el
Santo Prepucio durante la Edad Media y, según la leyenda, se cuenta que la
emperatriz bizantina Irene se lo dio a Carlomagno como regalo de compromiso y
este lo donó a Charroux, que entonces solo era un monasterio en Poitiers, al
suroeste de Francia. A principios del siglo XIII, se llevó en procesión al
Vaticano para que el papa Inocencio III avalara su autenticidad, pero rehusó la
propuesta. Posteriormente, en el siglo XVI, el papa Clemente VII declaró al
prepucio de Charroux como el único verdadero. En algún momento indeterminado,
la reliquia se perdió y permaneció en paradero desconocido hasta 1856, cuando
un obrero que efectuaba labores de mantenimiento en la abadía aseguró haber
encontrado un relicario oculto dentro de un muro, que contenía el prepucio
perdido.
El monasterio benedictino francés
de Saint-Coulomb, en la diócesis de Chartrés, también reivindicó estar en poder
del Santo Prepucio, que alcanzó fama por ser protector de las mujeres durante
el parto. Según una leyenda fue enviado a Inglaterra en préstamo a petición del
rey Enrique V, para favorecer el parto de su esposa Catalina de Valois, y
después se negó a su devolución por sus pretendidos efectos beneficiosos. Con
ocasión de la guerra de los Cien Años se consiguió recuperarlo para ser
trasladado a Sainte-Chapelle de París, iglesia mandada construir por San Luis,
rey de Francia, para albergar su rica colección de reliquias. Los monjes de
Coulomb lo reclamaron en repetidas ocasiones, pero no fue hasta 1447, con la
región pacificada, cuando regresara por orden de Luis XI. Con el paso del
tiempo, nunca más se volvió a saber de la reliquia.
En la modesta iglesia de Calcata se conservaba el relicario con el Santo Prepucio hasta su desaparición en 1983 |
En Conques, también en Francia, en plena ruta del Camino de Santiago, está la Abadía de San Foy, que tuvo y tiene una de las más amplias colecciones de reliquias que se conocen, la cual sobrevivió incluso a los decretos de la Revolución francesa que ordenaban que todo el oro y la plata que hubiera en las iglesias se entregara para acuñar moneda. Esta abadía guarda un pequeño cofre donde se inscribe “La auténtica carne de Cristo”, lo cual solo podría ser el prepucio o, a lo sumo, el cordón umbilical que, según se cuenta, fue una donación de Carlomagno. El papa Benedicto XIII siglos atrás había concedido la indulgencia plenaria a todos los que fueran a venerar esta reliquia, perdonando todos los pecados de los peregrinos.
En la localidad francesa de Le
Puy-en-Velay, las reliquias de la leche materna de la Virgen María y el Santo
Prepucio son llevados en procesión por las calles en una especie de rito
cristiano de fertilidad. En la remota ciudad de Clermont se dice que San
Austremoine, el santo patrón de Auvernia, llevó el Santo Prepucio y dos uñas de
la mano derecha de Cristo.
El prepucio custodiado en la
iglesia de Santa María la Gloriosa de Amberes llegó a esta ciudad, según la
tradición, traído por el caballero Godofredo de Bouillón tras la Primera
Cruzada, hacia el año 1100, después de haber sido comprado al rey Balduino I de
Jerusalén. De esta reliquia, el obispo de Cambrai durante una misa vio salir
tres gotas de sangre que mancharon los linos del altar. Se decidió entonces
erigir una capilla para custodiar tanto el prepucio como tela ensangrentada,
que fueron introducidos en un recipiente de oro. El lugar acabó convirtiéndose
en meta de muchas peregrinaciones. En 1426 se fundó en esta ciudad una
hermandad destinada a la protección de la reliquia, compuesta por veinticuatro
ilustres prelados y personalidades locales. Durante las revueltas de la
Reforma, la reliquia desapareció para siempre en 1566.
Relicario de plata en
la Iglesia de Calcata donde se guardaba el Santo Prepucio. Fotografía de
David Farley |
Otros lugares también han asegurado custodiar el Santo Prepucio. En Francia destacan las de Metz, Langres, Fecamp, Besançon, Nancy, Chalons-sur-Marne, Compiègne, Boulogne y Auvergne; en Alemania en Hildesheim; en Bélgica en Brujas, en Italia en Bolonia, en Austria en Viena y en España en Santiago de Compostela.
El culto al Santo Prepucio fue
oficialmente derogado por la Iglesia a través de un decreto el 3 de febrero de
1900, siendo papa León XIII, dictando hasta penas de excomunión en caso de
veneración. Aunque el 15 de mayo de 1954 se reunió una comisión que proponía
recuperar el estatus anterior, la propuesta fue rechazada, sin menoscabo que de
forma ocasional se continuase con esta tradición. Después del Concilio Vaticano
II (1962-1965), el énfasis puesto por la Iglesia Católica en el culto a las
reliquias disminuyó notablemente, principalmente por la decisión de la Santa
Sede de relegar muchas reliquias de larga tradición a la categoría de "leyenda
pía". En el caso concreto del Santo Prepucio, se ha tratado de
minimizar su antigua importancia argumentando que el interés por esta reliquia
podía deberse a una “curiosidad irrespetuosa”.
Representación de la circuncisión de Jesús en el arte cristiano
Las representaciones de las
escenas bíblicas en el arte son relativamente escasas en el primer milenio del
calendario cristiano. Durante este periodo no tenía mucha aceptación la
reproducción de imágenes en respuesta a la iconolatría del período anterior de
las deidades grecolatinas. Habrá que esperar a la mitad de este milenio para
que empiecen a manifestarse esporádicamente distintas imágenes de personajes
bíblicos y santos cristianos, sobre todo en el área de influencia bizantina,
normalmente formando parte de la ornamentación en el interior de las iglesias.
Será a partir de mediados del siglo XII, coincidiendo con los inicios del arte
gótico, cuando comiencen a proliferar obras artísticas de contenido religioso
alcanzando mayores niveles de representación durante el Renacimiento y el
Barroco. A partir de finales del siglo XVII se irá reduciendo progresivamente
la producción de obras de arte cristiano como consecuencia de la secularización
de la sociedad.
Las representaciones de la
circuncisión del Niño Jesús son especialmente escasas en relación con otros
pasajes de la vida de Cristo. Son varias las razones que pueden justificar esta
circunstancia. En primer lugar, puede ser considerada una escenificación
demasiado pudorosa e indecorosa. Cabe destacar que en el arte cristiano no
suele presentarse a Jesús desnudo o semidesnudo, incluso en muchas escenas de
la Crucifixión a pesar de que los crucificados eran expuestos desnudos.
Tampoco se muestra explícitamente el pene en el acto de la circuncisión y mucho
menos el pene circuncidado. En segundo lugar, el hecho de que el ritual de la
circuncisión quedase reducido al ámbito del credo judío, una vez que el
cristianismo no lo considerase necesario para obtener la gracia de Dios, dio
como resultado una mala acogida de este pasaje de la vida de Cristo por sus
connotaciones mosaicas. Finalmente, la circuncisión de Cristo también era
considerado un acto menos trascendente de su vida, ya que ensalzaba su
vertiente más humana, cuando normalmente era más valorada su dimensión divina.
No obstante, el tema fue tratado por distintos artistas tanto dentro de la
iglesia cristiana católica como en la luterana y la ortodoxa.
Las diversas interpretaciones
teológicas sobre la circuncisión de Cristo condicionaron la plasmación
artística del mismo. Al ser la primera sangre derramada por el Mesías, la
circuncisión también fue considerada como un precursor, o incluso la primera
escena, de la Pasión de Cristo por la humanidad, y uno de los Siete
Dolores de María. Otra exégesis estimaba que se trataba de una ceremonia
equivalente al sacramento del bautismo, versión que con el tiempo se
convertiría en la más prominente en el pensamiento católico. Por otra parte, el
acto de la circuncisión entró en competencia con una escena mucho más
consolidada en la vida del Niño Jesús como fue su Presentación en el Templo,
al punto que ambas escenas acabarán fusionándose en algunas de las pinturas.
Sin embargo, según el Éxodo (cap. 13) la Presentación en el Templo
del hijo varón se celebraba una vez cumplidos los cuarenta días del parto para
la purificación de la madre y, por tanto, no podía coincidir con la celebración
de la Circuncisión que se celebraba a los ocho días del nacimiento; y
aunque ambos ritos, en realidad, tengan que ver con la idea de continuidad y de
pertenencia a un pueblo parece que la Presentación en el Templo era
menos polémica que la Circuncisión y, por ello, más considerable para
ser plasmada en el arte.
Por otra parte, parece del todo
improbable que la ceremonia de la Circuncisión de Jesús se celebrase en
el Templo de Jerusalén y, por tanto, no podría ser oficiado por el anciano sumo
sacerdote Simeón y la profetisa Ana, como aparecen con frecuencia en muchas
pinturas, junto a los cirios de la purificación y las tórtolas del sacrificio,
escenografía más propia de la Presentación de Jesús en el Templo. Una
buena parte de los artistas incluye la escena en el interior de un edificio
porticado, de aspecto variable, que podría identificarse con un templo o una
sinagoga. Según la propia imaginación del pintor puede llegar a incluir
curiosos baldaquinos, caprichosos pabellones o ricos doseles. No obstante, a
los peregrinos medievales a Tierra Santa se les decía que Jesús había sido
circuncidado en la iglesia de Belén. También se ha considerado la posibilidad
de que el rito se hubiese celebrado en una cueva o en un establo en Belén,
según mantiene una antigua tradición proveniente de San Epifanio.
La inclusión de la Virgen María
en el interior de un templo para participar de los actos ceremoniales de la Circuncisión
es del todo incorrecta, puesto que la mujer en Israel no podía traspasar el
lugar sagrado antes de cumplirse los cuarenta días de su purificación. Otro
error muy difundido consiste en identificar al mohel, el personaje que
porta el cuchillete y ejecuta la intervención, con el sumo sacerdote ya que, en
realidad, éste actúa solamente como autoridad religiosa. La presencia
permanente de José no representa ningún problema de rigor histórico, siempre y
cuando no se le convierta en el mohel o en el sandak (padrino),
como algunos pintores adoptan interpretar en sus obras. A veces se incluye
también en la pintura el relicario que contiene el Santo Prepucio, sobre todo
en obras de la época medieval, aunque no se excluye totalmente en los lienzos
de la Contrarreforma. Como la ceremonia de la circuncisión judía incluía
también la imposición del nombre el niño, algunos pintores incorporan el
anagrama del nombre de Cristo.
La circuncisión de Jesús en el arte paleocristiano y medieval
Como ya se ha referido, las
imágenes de la circuncisión de Cristo en el arte cristiano del primer milenio
son infrecuentes, incluso se podía decir que son bastante raras, y no se tienen
referencias sobre este tema hasta finales del siglo X, aunque existen bases
documentales que sugieren que con anterioridad a veces se representaba. El
motivo principal de esta carencia posiblemente sea por la poca consideración
que la iglesia cristina primitiva tuvo con este acontecimiento de la vida de
Cristo.
La escena normalmente se incluía
en los retablos de madera del altar, mosaicos, en pinturas al fresco en el
interior del templo y también en miniaturas de manuscritos religiosos. Solía
formar parte de una secuencia de episodios del ciclo de la vida de Cristo o del
ciclo de la vida de María. En ellos se representan habitualmente las figuras
del mohel y el sacerdote sentado con el niño Jesús en sus brazos. A su
lado, la Virgen María y San José se mantienen reverentes contemplando con
respeto la acción del mohel, generalmente vestido con ropas litúrgicas
solemnes, que se apresta a realizar el rito con un instrumento cortante para el
efecto. No es infrecuente la inclusión de ángeles asistentes para dar mayor
dignidad al acto, normalmente sosteniendo el lebrillo con las vendas destinadas
a enjuagar la sangre de la herida. Para dar mayor solemnidad a la escena, el
artista puede añadir radiaciones brillantes sobre la cabeza del Niño-Dios o
rayos luminosos que atraviesan el templo. También suelen incorporarse aureolas
sobre la cabeza de Jesús y de sus padres señalando su condición divina.
Anónimo. Circuncisión
de Cristo (979-984). Miniatura del manuscrito bizantino Menologio de
Basilio II Biblioteca Apostólica Vaticana, Ciudad del Vaticano |
Una de las primeras representaciones que se conservan sobre este episodio bíblico corresponde a una miniatura de un importante manuscrito bizantino de 979-984, el Menologio de Basilio II depositado en la Biblioteca Apostólica Vaticana. En él aparece una escena en la que María y José sostienen al Niño Jesús fuera de un edificio, probablemente el templo de Jerusalén, mientras un sacerdote se acerca a ellos portando un pequeño cuchillo para realizar la circuncisión. La escena, como será habitual en las posteriores representaciones, evita mostrar la desnudez del niño y el mismo acto de la operación.
En el altar de la iglesia-abadía
de Klosterneuburg, junto a Viena, se guarda una placa esmaltada de 1181,
atribuida a Nicolás de Verdún, donde José aparece con el cuchillo en el momento
de la circuncisión, escenificación que se mantiene más fiel a la práctica judía
real en aquellos tiempos, cuando el ritual era realizado normalmente por el
padre del niño y en su propia casa.
La circuncisión de Jesús en el arte gótico
A partir del siglo XII se hará
mucho más frecuente la representación de este tema, como en general de todas
las escenas de personajes bíblicos y santos, pero transcendiendo más allá de su
registro en el interior de las iglesias, para ser encargadas a reconocidos
pintores por particulares de la nobleza y la pujante burguesía. La utilización
del soporte en tabla y la técnica del temple se hace muy extensiva, produciendo
retablos, dípticos, trípticos y polípticos. Al final de este período se
introduce la innovación tecnológica del grabado, que permitía la reproducción
de múltiples copias. En el siglo XIII aumentó el número de personajes incluidos
en la escenificación. A partir del siglo XIV aparecen esporádicamente pinturas
que muestran la ceremonia como un acto de crueldad, en consonancia con las
tendencias antisemitas propias de la época. La representación explícita de la
desnudez y del pene de Cristo se convirtió en un nuevo foco de atención en el
arte medieval tardío, de modo que era cubierto sólo por un velo transparente a
principios del siglo XIV y, en la segunda mitad del siglo, completamente al
descubierto. Mientras que en las primitivas escenificaciones cristianas se
quería reflejar la entera divinidad de Cristo, a partir de finales del medioevo
se pretende mostrar tanto su divinidad como su humanidad.
Durante el periodo del Gótico, entre
los pintores que destacan en la representación de esta escena cabe destacar las
obras de los germanos Maestro Bertram de Minden, Maestro de Altartücher, Ludwig
Schongauer, Friedrich Herlin, Maestro de Hohenlandenberger Altares y Jan
Baegert; los italianos Maestro dell’Albero della Vita, Giovanni Francesco da
Rimini, Fra Angelico, Giovanni Mazone y Cosmè Tura; el suizo Michael Pacher; el
flamenco Hugo van der Goes y el polaco Jan Wielki. En la pintura española se
distinguen las obras de Fernando Gallego, Martín Gómez y el Maestro
Hispano-Flamenco.
Friedrich Herlin. Circuncisión
de Jesús (1466). Óleo sobre tabla de 90x67 cm. Iglesia de San Jakob,
Rothenburg ob der Tauber |
La Circuncisión de Jesús de Friedrich Herlin (1466) forma parte del altar de los Doce Apóstoles de la iglesia alemana de San Jakob en Rothenburg ob der Tauber. Los personajes de la escena aparecen con vestimenta propia de la época del pintor incluyendo incluso anteojos al mohel. La ceremonia se desarrolla en un espacio poco suntuoso lleno de simplicidad. El semblante del Niño es plácido, dirigiéndole sus padres una atenta mirada. Otros personajes aparecen más abstraídos, uno mira al pintor y otro muestra una mirada más ausente. Sobre la mesa yace un relicario para acoger el Santo Prepucio.
Giovanni Francesco da
Rimini. La Circuncisión (ca. 1445). Óleo sobre tabla de 30x59 cm. Musée
du Louvre, París |
Giovanni Francesco da Rimini pinta La Circuncisión hacia 1445 formando parte del políptico de un retablo con escenas de la vida de la Virgen. La escena representa con mayor solemnidad la ceremonia en el interior de un templo. La Virgen María y San José acompañan al Niño, todos con aureola, en una actitud calmada y ceremoniosa. Otros dos oficiantes mantienen una discreta conversación detrás del mohel.
Fra Angelico. La Circuncisión
de Cristo (ca. 1450). Témpera sobre tabla de 38,5x37 cm. Museo Nazionale di
San Marco, Florencia |
La Circuncisión de Cristo de Fra Angelico (1451) está considerada como una obra maestra del gótico tardío que formaba parte del Tesoro de Plata de la Santissima Annunziata sobre la vida de Cristo. La escena incluye a María, que sostiene al Niño, junto a José. Un rabino procede a ejecutar el rito ceremonial. En esta obra, cada elemento está cuidadosamente pintado con una técnica impecable. Las figuras están representadas con una gran delicadeza. El pintor utiliza una perspectiva en la que el espectador parece estar mirando de abajo a arriba, dando a la escena una sensación de profundidad y tridimensionalidad. Además, la figura de Jesús está colocada en el centro de la pintura reforzando la importancia del evento. Fra Angelico utiliza una paleta de colores limitada, con tonos suaves y luminosos que crean una atmósfera de serenidad y paz.
Michael Pacher. La Circuncisión de Cristo (ca. 1471-1481). Óleo sobre tabla de 173x140,5 cm. Kunsthistorisches Museum, Viena |
La pintura de La Circuncisión de Cristo de Michael Pacher (1471-1481) está considerada otra obra maestra por su complejidad y belleza. Este óleo formaba parte del políptico del retablo del altar de la iglesia austriaca de San Wolfgang. En la pintura se puede apreciar la influencia de la escuela de Nuremberg, especialmente en la representación de los detalles y la precisión de las formas. El color es uno de los aspectos más destacados, predominando los tonos dorados y rojos, lo que le da un aspecto majestuoso y sagrado. Además, el artista utilizó una técnica de claroscuro para crear profundidad y volumen en las figuras. La obra, tomando como gran marco arquitectónico el templo de Jerusalén, muestra al sumo sacerdote con el Niño en brazos mientras realiza la intervención.
Fernando Gallego. La Circuncisión (1480-1488). Óleo sobre tabla de 154x109 cm. University of Arizona Museum of Art, Tucson |
El pintor salmantino Fernando Gallego representa La Circuncisión (1480-1488) formando parte del retablo sobre la vida de Cristo de la Catedral de Ciudad Rodrigo, aunque esta pintura se encuentra actualmente en el University of Arizona Museum of Art de Tucson. Gallego está considerado como el pintor más importante de la pintura gótica española, siendo fiel seguidor del estilo hispano-flamenco. Parece seguro que viajó a los Países Bajos, donde también se puso en contacto con el arte flamenco. Sus principales influencias provienen de Dieric Bouts y Roger van der Weyden. Utiliza principalmente témpera sobre madera, pero usará también el óleo en su etapa final. En su obra sobre la circuncisión presenta una escenografía austera y de reducido espacio donde el mohel, representado como sumo sacerdote, procede a la intervención ayudado por un oficiante que sujeta al Niño mientras otro sostiene una bandeja para recoger la sangre vertida y la piel prepucial. A un lado, María y José con aureola contemplan la escena con recogida atención.
Anónimo (Escuela
castellana). Circuncisión (1476-1500). Óleo sobre tabla de 80,5x156 cm.
Museo Fundación Lázaro Galdiano, Madrid |
Un autor anónimo, perteneciente a la escuela castellana, pinta la Circuncisión (1476-1500) formando parte de un políptico sobre la vida de Jesús, y que actualmente se expone en el Museo Fundación Lázaro Galdiano de Madrid. De clara influencia flamenca, la escena se desarrolla en un espacio interior adornado con un doselete de arquitectura fingida. El sacerdote permanece sentado sosteniendo en su regazo al Niño, mientras el mohel arrodillado se dispone a ejecutar la intervención. Un paje porta una bandeja de plata para recoger el prepucio. Asisten la Virgen, San José y otras dos figuras secundarias. Al fondo se observa una puerta que deja ver la calle de la ciudad.
La circuncisión de Jesús en el arte renacentista
La incorporación del óleo, a
mediados del siglo XV, supuso una gran revolución en la pintura que tuvo su
gran difusión durante el Renacimiento. En este periodo, comenzaba a ser
frecuente el encargo de obras de arte por mecenas adinerados por mero placer y
por el prestigio que conferían pero, aunque el arte religioso continuó siendo
mayoritario, ya no dispuso de la abrumadora presencia que había tenido en la
época medieval. En el Renacimiento italiano, el tema de la circuncisión aparece
de forma recurrente, elaborándose obras de mayor interés y que generan mayor
polémica. Parece ser éste el momento en el que hay una mayor libertad para
tratar un tema tan delicado, una inclusión imposible de imaginar en momentos de
mayor turbulencia política y religiosa. En realidad, en muchos de estos cuadros
lo que se pretende es la reafirmación del cristianismo frente al judaísmo,
presentando composiciones en las que los personajes rechazan el rito.
En el siglo XV, en el norte de
Europa la escena ocupaba a menudo un lugar destacado en grandes polípticos de
retablos de iglesias con muchas pinturas, e incluso comenzó a ser la escena
principal del panel central en algunos casos, normalmente cuando eran encargos
de cofradías laicas dedicadas al Santísimo Nombre de Jesús. Estas
cofradías se habían constituido en muchas ciudades y, a menudo, en las obras
encargadas se incluían retratos de los miembros donantes. La devoción por el
Santo Nombre fue un rasgo extremadamente popular de San Bernardino de Siena,
que adoptó el monograma IHS (Iesus Hominum Salvator) como su emblema
personal, también utilizado por los jesuitas; que aparece en ocasiones en las
pinturas, al igual que un pergamino sostenido por un ángel en el que se lee Vocatum
est nomen eius Jesum.
Entre los pintores que escenifican
la Circuncisión de Cristo en el periodo renacentista destacan los
italianos Andrea Mantegna, Luca Signorelli, Giovanni Bellini, Francesco
Binasco, Marco Marziale, Vincenzo di Baglio Catena, Tiziano, Bartolomeo Veneto,
Boccaccio Boccaccino, Ludovico Mazzolino, Rafael Sanzio, Francesco Bissola,
Garofalo, Lorenzo Lotto, Luca Longhi, Friedrich Sustris y Bernardo Zenale; los
flamencos Maestro de Affligem, Maestro de Frankfurt, Josse Lieferinxe, Cornelis
van Cleve, Maestro de Ab Monogram, Bernaert van Orley, Fran Floris y Jan van
Doornick; los alemanes Maestro de Saint-Severin, Albrecht Dürer, Hans Leonhard
Schaufelein, Maestro del Santo Parentesco, Hans Strüb y Jorg Ratgeb; los
austriacos Maestro de Mondsee y Wolf Huber; los neerlandeses Jacob Cornelisz
Van Oostsanen y el Maestro de Akmaar; y los portugueses Maestro del Retablo de
Évora y Grão Vasco. En la pintura española caben destacar las obras del Maestro
de la Sisla, Jaime Lana, Alonso Berruguete y el Mestre de Calviá.
Andrea Mantegna. La
Circuncisión (1460). Témpera sobre tabla de 86x42,5 cm. Galleria degli
Uffizi, Florencia |
La Circuncisión de Andrea Mantenga (1460) combina la técnica del fresco con la pintura al óleo y forma parte del tríptico de los Uffizi sobre la vida de Jesús. El estilo artístico es muy detallado y realista. La ceremonia se desarrolla en un escenario suntuoso, un impresionante templo renacentista, con arcos de medio punto y bajorrelieves de escenas bíblicas hebraicas que conectan directamente con el Antiguo Testamento y con la religión judía. En la composición del cuadro aparece el grupo principal de personajes que incluyen al mohel, la Virgen María, San José y Cristo niño con aureolas; a los que acompañan otros personajes secundarios. El color de la pintura es muy rico y vibrante. La figura de Jesús es la más destacada y llama la atención su aspecto asustadizo, tratando de buscar el cobijo de su madre, en clara actitud de rechazo del rito de la circuncisión y, por extensión, de la religión judía.
Luca Signorelli. La
Circuncisión (1490-1491). Óleo sobre tabla de 259x180 cm. The National
Gallery, Londres |
El tema sería tratado también por Luca Signorelli en La Circuncisión (1490-1491), una de sus obras más importantes fuera de sus aportaciones a la Capilla Sixtina. La escena se desarrolla en un espacio con un nicho suntuoso al fondo con mármoles policromados y con dos medallones con las figuras de un profeta y una sibila. En el centro de la obra encontramos a Cristo niño, alrededor del cual aparecen el resto de los personajes, y a los pies las Sagradas Escrituras, que remiten al Antiguo Testamento, mientras que los personajes presentes muestran diferentes actitudes hacia el rito, con el Niño Jesús mostrando un gesto de cierto rechazo a la ejecución del mohel, todo ello siguiendo la línea trazada por Mantegna. La obra fue encargada por la confraternidad local del Sagrado Nombre de Jesús para el altar de la Capilla de la Circuncisión de la iglesia de San Francisco en Volterra, donde Signorelli estaba trabajando para la familia Médicis. Al igual que en muchas versiones renacentistas, esta temática se combina con la Presentación de Jesús al incluir en el plano posterior a Simeón, el profeta de la Presentación, considerado por entonces sumo sacerdote del Templo de Jerusalén.
Giovanni Bellini. La
Circuncisión (ca. 1500). Óleo sobre tabla de 74,9x102,2 cm. The National
Gallery, Londres |
Una composición más pequeña en formato horizontal de La Circuncisión fue pintada por Giovanni Bellini (ca. 1500) y fue extremadamente popular, produciéndose al menos treinta y cuatro copias en las décadas siguientes; la más cercana a una versión principal se encuentra en la National Gallery de Londres. Estas copias parecen haber sido encargadas para los hogares, posiblemente como exvotos por el nacimiento seguro de un hijo mayor, aunque la razón de su popularidad sigue sin estar clara. La pintura representa al anciano Simeón realizando la operación a Jesús que es sostenido por la Virgen María. El Niño Jesús aparece con un gesto de contención por el dolor producido por la intervención, apretando los puños y dirigiendo su mirada hacia arriba en sufrimiento ante tal agresión.
Bartolomeo Veneto. Circuncisión (1506). Óleo sobre tabla de 87x142 cm. Muése du Louvre, París |
Siguiendo las directrices trazadas por Bellini, Bartolomeo Veneto pinta la Circuncisión (1506) de forma solemne, cuidando al detalle la representación de todos los personajes incluidos con una paleta de vivos colores. En el cuadro, un oficiante dirige su mirada fijamente hacia el pintor, el Niño Jesús se muestra en clara actitud de desaprobación por el dolor y, en esta ocasión, mira hacia el lado izquierdo buscando el consuelo de su madre. Cabe destacar el cuidado que el pintor pone en los trajes de los personajes, la delicadeza y refinamiento en la trasposición de todos los accesorios y complementos que forman parte de él, el realismo de los rostros, así como el gráfico dibujo que se detecta en partes tan significativas como las manos.
Albrecht Dürer. Circuncisión
de Jesús (ca. 1494-1497). Óleo sobre tabla de 60x46 cm. Staatliche
Kunstsammlungen, Dresde |
La Circuncisión de Jesús de Albrecht Dürer (ca. 1494-1497) forma parte del políptico de los Siete Dolores de la Virgen. Este pintor fue uno de los artistas más reconocidos del Renacimiento alemán. No tuvo dificultad en adaptar su propia tradición gótica alemana a la de artistas flamencos como Robert Campin, Jan van Eyck y, sobre todo, Rogier van der Weyden. En el cuadro aparece un sacerdote ricamente vestido con atuendo de obispo, que sienta al Niño Jesús en su regazo. El mohel, arrodillado en primer plano, sostiene el cuchillo ceremonial para realizar el acto. María, vestida con una túnica azul oscuro y un tocado blanco, se encuentra detrás de ellos, con las manos juntas en oración. José, identificable por su edad avanzada, se encuentra a la izquierda del sacerdote, sosteniendo una cortina. Llama la atención que José carece de aureola al contrario que la Virgen y Jesús. Un hombre con túnica amarilla se encuentra a la izquierda, sosteniendo una vela. La escena tiene lugar dentro de una habitación, con una cortina verde detrás de las figuras. El uso del color y el detalle por parte del artista aporta una sensación de solemnidad e importancia a este evento bíblico.
Maestro del Santo
Parentesco el Joven. Circuncisión de Cristo (ca. 1505). Óleo sobre tabla
de 102x196.5 cm. Alte Pinakothek, Munich |
La obra Circuncisión de Cristo (ca. 1505) del Maestro del Santo Parentesco el Joven originalmente formaba parte del retablo de la iglesia de Santa Kolumba de Colonia, pero actualmente se expone en la Alte Pinakothek de Múnich. Las pinturas de este autor se centran en las semejanzas con la obra de Stefan Lochner y ciertos pintores flamencos, como Rogier van der Weyden, Justus van Gent y Hugo van der Goes. La pintura sobre la circuncisión de Cristo ofrece una notable composición, con una gran cantidad de personajes dispuestos en un espacio limitado sin que parezca abarrotado y visten al estilo de la época del artista. La posición de los personajes, sus expresiones y gestos, así como la forma en que se relacionan entre sí, son un testimonio del talento del artista para crear una escena compleja y coherente. Los colores utilizados en la pintura son vibrantes y ricos, con una amplia gama de tonos que van desde el rojo intenso hasta el azul profundo. El uso de la luz y la sombra en la pintura es también sobresaliente, lo que da una sensación de profundidad y dimensión a la escena. El tamaño del cuadro sugiere que el pintor operaba en un amplio taller.
Maestro de Mondsee. Circuncisión de Cristo (1497). Óleo sobre lienzo de 87.5x113 cm. Kunsthistorisches Museum, Viena |
El Maestro de Mondsee representa la Circuncisión de Cristo (1497) formando parte del políptico del retablo del altar de la Abadía de Mondsee en Austria. Este artista guarda influencias de pintores flamencos y renanos, aunque su referencia principal es su compatriota Michael Pacher, como queda patente en la pintura de la circuncisión donde el sumo sacerdote del templo de Jerusalén toma al Niño a su regazo mientras él mismo realiza la intervención. A sus lados le asisten semiarrodillados José y María. Una multitud de personajes al fondo son testigos directos de la ceremonia. Al igual que en la obra de Pacher, la escena se rodea de suntuosidad y cuidadas vestimentas en los oficiantes.
Bernaert van Orley. Circuncisión
de Cristo (1530). Óleo sobre tabla de 115,5x72.5 cm. Kunsthistorisches
Museum, Viena |
Bernard van Orley está considerado como uno de los destacados innovadores de la pintura flamenca del siglo XVI, al adoptar el estilo y la manera del Renacimiento italiano. En sus primeras obras siguió la tradición de Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, pero luego, gradualmente, fue integrando la pintura italiana a partir de grabados y una serie de cartones para tapices de Rafael Sanzio. Sus cuadros se ejecutaban con gran cuidado por los pequeños detalles y destacan por sus colores brillantes. En su pintura de la Circuncisión de Cristo (1530) se presentan todos los figurantes habituales del tema. En un modesto altar, Simeón sostiene al Niño para realizar la operación. Delante, José y María contemplan la escena con vestimentas propias de la época del pintor. Al fondo otros personajes observan pasivamente la escena.
Alonso Berruguete. Circuncisión
(1529-1531). Óleo sobre tabla. Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca, Salamanca |
El palentino Alonso Berruguete representa la circuncisión de Jesús en varias ocasiones, tanto en grabado como en pintura o relieve. Este artista se formó como pintor en el taller familiar, pero estuvo en Italia ampliando sus conocimientos de pintura, principalmente en Florencia. Los largos años de estancia en Italia le permitieron conocer profundamente a los maestros del Quattrocento. Allí contactó con Bramante, Miguel Ángel y Leonardo da Vinci. En el cuadro de la Circuncisión (1529-1531), expuesto en la capilla del Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca de Salamanca, están representados el Niño Jesús, la Virgen María y el sumo sacerdote Simeón. El estilo artístico de Berruguete se hace muy evidente en esta pintura que era conocido por su habilidad para crear figuras realistas y detalladas. Además, el artista utiliza una técnica de sombreado que le da profundidad y dimensión a la figura. La composición es muy equilibrada y armoniosa, lo que hace que la pintura sea muy atractiva visualmente. El pintor utiliza una paleta con pocos colores de tono discreto. Esto le da a la pintura una sensación de seriedad y solemnidad.
Maestro de la Sisla. La
Circuncisión (ca. 1500). Óleo sobre tabla de 213x102 cm. Museo Nacional del
Prado, Madrid |
El estilo del Maestro de la Sisla se encuadra dentro de la escuela de Ávila, pero también responde a influencias alemanas e italianas. Al anónimo pintor se le asigna este nombre convencional tomado del lugar de procedencia de las pinturas de un retablo del monasterio jerónimo de Santa María de Sisla, en las proximidades de Toledo, donde se representan diversos pasajes de la vida de Cristo y el tránsito de la Virgen, y hoy conservadas en el Museo del Prado procedentes del Museo de la Trinidad. La tabla de La Circuncisión (ca. 1500) muestra un pequeño altar dentro de un templo con una arquitectura de inspiración gótica. La operación es realizada por el sumo sacerdote ataviado con una capa y mitra episcopal, la Virgen sostiene al Niño y a la izquierda se sitúan San José y Santa Ana con sus respectivas aureolas y, al fondo, aparecen varios acompañantes. La pintura pretende trasladar la circuncisión de Jesús en el templo de Jerusalén en una ceremonia litúrgica católica a modo de reinterpretación del episodio evangélico como una demostración de la humanidad de Cristo y una prefiguración de su sacrificio redentor en la cruz. En esta pintura, como en las obras de los pintores de este periodo, el Niño Jesús aparece desnudo, pero siempre con los genitales ocultos a la vista. en contraste con las composiciones anteriores donde se muestra claramente esta evidencia de su humanidad. Asimismo, todas estas pinturas transmiten un mensaje de reprobación por el sufrimiento causado y, en consecuencia, una velada crítica de la violencia del rito judío.
La circuncisión de Jesús en el arte manierista
En la fase final del Renacimiento
aparece el Manierismo, que se entendió como una reacción contra el ideal de
belleza clasicista. Este estilo va a experimentar con más libertad formal y
menos sujeción a equilibrios y proporciones, exagerando los rasgos e
introduciendo rupturas e inversiones del orden lógico, en búsqueda de distintos
efectos, entre ellos la espiritualidad. El Manierismo es considerado subjetivo
e inestable, identificándose con un arte intelectualizado y elitista opuesto al
Barroco, que será un arte sensorial y popular.
Los pintores manieristas más
reseñables que abordan el tema de la circuncisión de Jesús son los italianos
Giulio Romano, Parmigianino, Livio Agresti, Giorgio Vasari, Rómulo Cincinato,
Tintoretto y Federico Fiori Barocci; los flamencos Pieter Coecke van Aelst,
Pieter Jansz Pourbus, Frans Pourbus el Viejo y Hans Vredeman de Vries; el neerlandés
Hendrick Goltzius; el alemán Joseph Heintz el Viejo; y el francés Jacques de
Létin. En la pintura española destacan las obras de Luis de Carvajal y Juan de
Roelas.
Hendrick Goltzius. La Circuncisión (1607). Óleo sobre lienzo de 198,1x134,6 cm. Colección de Kingston Lacy, Wimborne Minster |
Hendrick Goltzius está considerado como el mejor grabador de los Países Bajos del arte manierista cuyas estampas tuvieron una gran difusión por toda Europa, siendo apreciadas y coleccionadas. De niño sufrió quemaduras en un incendio y su mano derecha quedó lisiada, con los dedos encorvados, que no le impidió alcanzar una gran destreza para el dibujo. La pintura de La Circuncisión (1607) está inspirada en una estampa de Albrecht Dürer, cuya técnica imita y supera con el buril, quedando representada una verista y hasta cierto punto rigurosa descripción de la ceremonia hebraica, posiblemente bien conocida en los ambientes luteranos que rodean al artista neerlandés. La obra está ricamente detallada, con atención a la vestimenta, la arquitectura y las expresiones de las figuras. La escena se representa en el atrio de lo que podía ser un templo gótico, el sandak tiene en sus brazos el cuerpo desnudo del Niño y el mohel, representado como un anciano, se dispone a incidir el prepucio. Al acto asisten numerosos personajes, entre los que se distingue en un lugar destacado a la Virgen y José, ataviados con las vestiduras convencionales atribuidas a personajes sagrados. El resto de los acompañantes se adornan con trajes contemporáneos a la época del pintor. Otros detalles reiteran el conocimiento directo del rito por parte del artista. La jarra metálica y el vaso que se destacan en un primer plano en el extremo izquierdo de la composición podrían hacer referencia al vino de la succión y a la copa utilizada por el oficiante durante la recitación de los himnos. El autorretrato del autor está incluido al fondo junto a una columna. El modelo de Goltzius, a juzgar por el número de replicas conservadas, alcanzó una merecida popularidad entre otros artistas quienes verían en el grabado del holandés una aceptable descripción de una ceremonia lejana de los habituales usos y costumbres.
Federico Fiori
Barocci. Circuncisión (1590). Óleo sobre lienzo de 374x252 cm. Musée du
Louvre, París |
Federico Fiori Barocci fue una figura importante del Manierismo, destacando por su técnica poco natural del color y el movimiento de los personajes, aunque ya deja entrever algunos de los rasgos fundamentales del Barroco, como el contraste entre luces y sombras, y la búsqueda de la intimidad de la escena. La pintura de la Circuncisión (1590) es una obra sobresaliente de grandes dimensiones donde el movimiento, la luz y las sombras se combinan de manera magistral para crear una composición armoniosa y equilibrada. En la obra se puede apreciar en la forma en que utiliza los colores para crear una sensación de profundidad y perspectiva. La escena se representa en un escenario más austero que obras de pintores anteriores, y añade figuras celestiales en la parte superior, lo que será un antecedente de las representaciones en el arte barroco. Los personajes están dispuestos en un semicírculo alrededor del niño Jesús, que es el foco de la escena. Los ángeles y los santos son tratados con una gran precisión y detalle. Se sabe que el artista dispuso de modelos en vivo para crear los personajes de la pintura, lo que añade un toque de realismo a la obra. Barocci utiliza una paleta de colores brillantes y vibrantes que se combinan para crear una sensación de armonía y equilibrio. Los tonos dorados y rojos son particularmente llamativos y añaden un toque de dramatismo a la obra.
Permigianino. La
Circuncisión (ca. 1523). Óleo sobre lienzo de 42x31,4 cm. Detroit Institute
of Arts, Detroit |
La Circuncisión de Parmigianino (ca. 1523) muestra al Niño Jesús en el centro, de tamaño desproporcionadamente grande, bien iluminado y con destellos blanquecinos que emergen de su cabeza guardando armonía con un fondo de luna llena. El pene del Niño está claramente manifiesto. Toda la escena está representada en tonos claroscuros y los personajes en clara actitud de movimiento. Jesús está sujetado por el mohel sobre un modesto altar, quien con la otra mano sostiene el cuchillo ritual. A la ceremonia asisten multitud de figurantes. A la izquierda una joven mujer, de pelo rubio, tiene una apariencia muy similar a la Santa Bárbara de la colección del Museo del Prado. Detrás de ella, hay dos personajes que mantienen una animada conversación. A la derecha hay hasta dos filas de figuras que contemplan absortos la escena. Abajo, entre las ofrendas, hay dos conejos pequeños y, sobre el altar, las dos palomas del sacrificio se refieren al acto relacionado de la purificación de María. De modo que, en esta obra, se vuelve a combinar el relato bíblico de la Circuncisión con el de la Purificación en el Templo que, como ya hemos referido, no pueden coincidir en el tiempo según el ritual hebreo.
Tintoretto. Circuncisión
(1587). Óleo sobre lienzo de 440x482 cm. Scuola Grande di San Rocco,
Venecia |
El estilo artístico de Tintoretto se caracteriza por su enfoque dramático y emocional. En la Circuncisión (1587) refleja una multitud de personajes con gestos y expresiones intensas, lo que crea una sensación de movimiento y energía en la escena. Además, el uso de luces y sombras añade profundidad y realismo a la pintura. En este cuadro, de gran tamaño, Tintoretto compone, con su abigarrado manierismo, una obra compleja, de composición dinámica y uso cautivador del color. Tintoretto utiliza una perspectiva diagonal que guía la mirada del espectador hacia el centro de la pintura, donde se encuentra la figura principal del Niño Jesús. A su alrededor sitúa a los padres de Jesús, un oficiante levanta una antorcha mientras que unos sacerdotes sostienen el escapulario del sumo sacerdote. Otras figuras asisten a la ceremonia en un segundo plano. Una madre sujeta de espaldas a su hijo para que no mire, y otra amamanta al suyo. Toda esta disposición crea un sentido de movimiento y acción en la escena, capturando el momento crucial de la circuncisión de Jesús. El uso del color ayuda a crear una atmósfera emotiva y acentúa la importancia del momento representado. Además, el artista utiliza unos tonos más claros y brillantes para para resaltar a Jesús y llamar la atención del espectador. Se cree que Tintoretto pudo completar la pintura en un tiempo de solo tres días, lo que demuestra la habilidad y destreza del artista.
Luis de Carvajal. La
Circuncisión (1585-1590). Óleo sobre lienzo de 95x72,5 cm. Museo del
Hermitage, San Petersburgo |
El estilo artístico de la pintura Circuncisión (1585-1590) del toledano Luis de Carvajal es típico del arte manierista tardío español, que se caracteriza por su dramatismo y emotividad. La obra está llena de detalles y simbolismos. El pintor logra crear una imagen que es tanto armoniosa como dramática. El Niño Jesús Jesús es el punto focal de la obra, y su rostro sereno contrasta con la intensidad de las expresiones de los demás personajes. Los tonos cálidos y ricos de la obra, como el rojo y el dorado, crean una sensación de calidez y riqueza. Se ha sugerido que la figura de Jesús es una representación del propio Luis de Carvajal, lo que le da un significado personal a la obra.
Juan de Roelas. La Circuncisión y la Imposición del Nombre de Jesús (1604). Óleo sobre lienzo de 575x335 cm. Iglesia de la Anunciación de la Universidad de Sevilla, Sevilla |
Dentro de la etapa de transición entre las formas manieristas y el tenebrismo naturalista del Barroco español puede encuadrarse un lienzo de grandes dimensiones. dedicado a La Circuncisión y La Imposición del Nombre de Jesús (1604) que forma parte del retablo mayor de la Iglesia de la Anunciación en la Universidad de Sevilla, autoría del sevillano Juan de Roelas. La composición del cuadro está dividida en dos mitades, que reflejan respectivamente el mundo terrenal abajo y el mundo celestial en lo más alto, representado en un conjunto de ángeles que tocan distintos instrumentos musicales. Como de costumbre, el Niño Jesús ocupa el centro de la obra sostenido por sus padres. En la pintura, Roelas pretende la exaltación de la Compañía de Jesús, por medio de la representación los dos principales santos de la orden, su fundador San Ignacio de Loyola, en la parte inferior derecha, portando el anagrama de Jesús, símbolo de la Compañía, y a San Ignacio de Antioquía, en la parte inferior derecha, junto a un león. La imposición del nombre de Jesús llega a ser el verdadero protagonista de la ceremonia, puesto que el rito judaico de la circuncisión se insinúa, rodeado de una discreta semipenumbra, en una zona menos destacada. Los personajes que protagonizan la composición muestran fisonomías amables y presentan semblantes y actitudes que suscitan la atención y la confianza del espectador.
La circuncisión de Jesús en el arte barroco
El Barroco es un arte más popular
que apela directamente a los sentidos sobre la razón y se otorga un valor
fundamental a los juegos de luz y sombra, a formas geométricas sofisticadas, al
movimiento, a la violencia en los contrastes y a la contradicción entre la
apariencia y la realidad, estéticamente contrapuesto al clasicismo. Durante
mucho tiempo, el término “barroco” tuvo un sentido peyorativo, con el
significado de recargado, engañoso o caprichoso, hasta que fue posteriormente
revalorizado a finales del siglo XIX. El Barroco se desarrolla en una época
caracterizada por fuertes disputas religiosas entre los reformistas
protestantes y los contrarreformistas católicos. El Barroco católico se hizo
triunfante para demostrar la superioridad de la iglesia romana, que estimuló la
producción de obras de arte religioso, sobre la iglesia protestante.
En Occidente, en los siglos XVII
y XVIII, el tema de la circuncisión fue la base iconográfica de numerosos
grabados, a menudo realizados por artistas protestantes. También suele aparecer
en las pilas bautismales debido a la relación que los teólogos establecen con
el bautismo. En esta época las pinturas de gran tamaño son más infrecuentes en
el arte católico, entre otras cosas porque se desaconsejaba la desnudez en el
arte religioso, incluso la del Niño Jesús, lo que dificultaba la representación
de la escena.
Los pintores más destacados que plasman
el tema de la circuncisión de Jesús durante el Barroco son los italianos Giovanni
Andrea de Ferrari, Francesco Curradi, Giovanni Maria Viani, Girolamo Imparato,
Giulio Cesare Procaccini, Guercino, Guido Reni, Jacopo Vignali, Michele
Desubleo, Orazio Gentileschi y Pietro Mera; los flamencos Cornelis Schut, Frans
Francken II, Gaspar de Crayer, Jacob Jordaens, Melchior de la Mars, Louis
Finson, Michael Angelo Immenraet, Peter Paul Rubens y Pieter van Lint; los neerlandeses
Aert de Gelder, Barent Fabritius, Benjamin Gerritsz Cuyp, Jacob Willemsz de Wet
El Viejo, Leonaert Bramer, Rembrandt Harmenszoon van Rijn y Zacharias Wagner;
los franceses Claude Vignon, Philippe Quantin, Pierre Subleyras, Barthélemy
Parrocel, Pierre Magnar y Simon Vouet; los germanos Christian Wilhelm Ernst
Dietrich y Engelhard de Pee. En la pintura española son destacables las obras
de Acisclo Antonio Palomino y Velasco, Alonso Cano, Matías de Arteaga y Alfaro,
Eugenio Cajés, Francisco de Zurbarán, Mateo Gallardo, Francisco Rizi y Pedro
Atanasio Bocanegra. Deben tenerse también en cuenta las obras de los pintores
novohispanos Antonio Arellano y Antonio de Torres, así como al pintor portugués
José de Avelar Rebelo.
Guido Reni. Circuncisión
de Jesús (1636). Óleo sobre lienzo de 216x371,5 cm. Iglesia de San Martino,
Siena |
La Circuncisión de Jesús de Guido Reni (1636) se desarrolla en un interior de un templo de estilo clásico, con columnas y detalles arquitectónicos visibles. Un grupo de figuras, incluyendo varios hombres vestidos con túnicas, presumiblemente religiosos, se congregan alrededor del Niño Jesús, quien yace sobre una superficie de altar. El mohel está realizando la circuncisión mientras varios ángeles celestiales, que brotan de un cielo nublado, y otros en proximidad al Niño, le dan solemnidad a la escena. La paleta de colores general es tenue, con marrones, cremas y azules apagados predominando. La fuente de luz parece provenir de arriba, iluminando las figuras centrales. Es significativa la presencia de un niño desnudo arrodillado con un cordero que, sin duda, hace referencia al agnus Dei que muestra a Jesucristo como víctima ofrecida en sacrificio por los pecados de los hombres. Guido Reni recibirá el apelativo de Divino por su talento para representar lo sobrenatural.
Orazio Gentileschi. Circuncisión
(1605-1607). Óleo sobre lienzo de 390x252 cm. Pinacoteca Civica Francesco
Podesti, Ancona |
El pintor toscano Orazio Gentileschi se mantuvo bajo la influencia del estilo más naturalista de Caravaggio; si bien dentro de una corrección estética. Su pintura sobre la Circuncisión (1605-1607) fue pintada en Roma por encargo de Giovanni Nappi, un aristócrata de Ancona, que había financiado la construcción de la iglesia del Gesù, lugar para el que estaba destinada la pintura. El cuadro está cargado de abundantes detalles y figuras, con una paleta de vivos colores. La obra está dividida en una parte superior celestial, con el anagrama IHS, y una parte inferior terrenal donde de desarrolla la escena del ceremonial por dos figuras religiosas, el mohel y el sumo sacerdote, que están ricamente ataviados vistiendo gorros de aspecto morisco. El Niño fija su mirada sobre su madre buscando el consuelo ante el dolor que le produce la incisión durante el ritual.
Francesco Curradi. Circuncisión
de Jesús (1605). Óleo sobre lienzo. Collegiata di San Cassiano, San
Casciano Val di Pesa |
Francesco Curradi pinta la Circuncisión de Jesús (1605) con aspecto más clasicista utilizando tonos fríos de color azul. La obra vuelve a estar dividida entre la bóveda celestial y el altar ceremonial, en un esquema de representación que va a ser muy corriente durante el arte barroco. El sumo sacerdote, con ricas vestiduras, asume la tarea de ser el ejecutor de la intervención. El Niño Jesús yace de pie sobre un refinado altar mostrando un semblante de complacencia mientras que José y María lo miran con ternura.
Peter Paul Rubens. La
Circuncisión de Cristo (1605). Óleo sobre lienzo de 105x74 cm. Akademie der
Bildenden Künste, Viena |
En pleno Barroco, los territorios flamencos y holandeses sufren la división de los enfrentamientos entre reformistas y contrarreformistas. Rubens, en el sur, católico, y Rembrandt en el norte, protestante, marcan este periodo de luchas religiosas, y encarnan también dos maneras distintas de entender el arte. Peter Paul Rubens, en su obra La Circuncisión de Cristo (1605) utiliza la técnica del claroscuro para crear una sensación de profundidad en la composición. La figura de Jesús, ubicada en el centro de la obra, es el punto focal de la pintura y está rodeado por otros personajes que parecen estar en constante movimiento. Varios figurantes dirigen su mirada hacia arriba para contemplar a los querubines que dan suntuosidad a la escena. Rubens utiliza una paleta de colores rica y vibrante, que incluye tonos rojos, dorados y verdes, para crear una sensación de calidez y luz en la pintura. Un aspecto poco conocido sobre esta obra es que Rubens incluyó su propio autorretrato en la pintura. Se puede ver en la esquina inferior derecha, donde se representa a sí mismo como un hombre barbudo con una gorra negra.
Rembrandt Harmenszoon
van Rijn. La Circuncisión (1661). Óleo en lienzo de 56,5x75 cm. National
Gallery of Art, Washington DC |
La Circuncisión de Rembrandt Harmenszoon Van Rijn, pintada en 1661, se desarrolla, de forma inusual, en un establo estrecho y tenuemente iluminado. Un grupo de figuras se apiña con sus rostros iluminados por una única fuente de luz. En el centro, el Niño Jesús está siendo circuncidado, mientras que los que lo rodean observan con una mezcla de preocupación y reverencia. El uso de la luz y la sombra por parte del artista crea una sensación de dramatismo e intimidad, atrayendo al espectador a este momento sagrado. El mismo pintor volvió a tratar el tema en una obra pintada en 1646 como parte de un ciclo sobre la Pasión de Cristo, que quedó desaparecida en el siglo XVIII, especulándose que fuera destruida por la misma iglesia católica, no sólo por tratar el polémico tema de la Circuncisión, un ritual típicamente judío, sino también por la fama de polémico y controvertido del propio autor, mujeriego y de vida desordenada e impía. En la actualidad, se conserva una réplica de esta pintura en el museo Herzog Anton Ulrich de Brunswick.
Jacob Jordaens. La Circuncisión (1669). Óleo sobre lienzo. Catedral de Sevilla, Sevilla |
Jacob Jordaens es el autor de La Circuncisión (1669) que se expone en la Sacristía de los Cálices de la Catedral de Sevilla. El estilo es característico de la pintura barroca, con colores ricos y cálidos y un uso dramático de la luz y la sombra en tonos claroscuros. La composición está densamente poblada de figuras, dispuestas de manera dinámica y algo abarrotada. El foco central es el Niño Jesús, que está siendo sujetado por un religioso mientras el sumo sacerdote ejecuta el ritual. A su alrededor se encuentran varios personajes, destacando María y José, y otros espectadores en un segundo plano, algunos portando diversos obsequios y los corderos ceremoniales. Las figuras visten reflejando el atuendo de la época. El escenario se desarrolla en un templo o edificio señalado, como indican sus elementos arquitectónicos de columnas y arcos ricamente decorados. El ambiente general es de solemnidad y reverencia, típico de las escenas religiosas de este período. La pintura está ejecutada con habilidad, creando una sensación de profundidad y volumen en las figuras y su entorno.
Pierre Subleyras. La Circuncisión (1722-1726). Óleo sobre lienzo de 260x186 cm. Musée des Augustins, Toulouse |
En el Museo de los Agustinos de Toulouse se encuentra La Circuncisión de Pierre Subleyras (1722-1726) correspondiente al Barroco tardío con clara influencia del estilo neoplásico que le seguirá. La pintura destaca por su tridimensionalidad, ofreciendo una perspectiva al observador al que sitúa en un punto muy inferior al lugar donde se está desarrollando la ceremonia. Toda la representación guarda calculadas proporciones y las figuras incluidas muestran un gran realismo. El escenario es un templo de arquitectura clasicista. Los pocos asistentes de la ceremonia visten ropajes austeros.
Francisco de Zurbarán.
Circuncisión (1639). Óleo sobre lienzo de 263x175 cm. Musée de Grenoble,
Grenoble |
En el Barroco español, destaca la Circuncisión del extremeño Francisco de Zurbarán (1639), actualmente en el Museo de Grenoble, pero procedente del retablo del altar mayor de la Cartuja de Jerez de la Frontera. La composición está ordenada con unas formas claramente inteligibles. A la crudeza del acto se opone el inmovilismo de los personajes, cuyas cabezas forman un círculo, de donde parece salir la gran columna sobre un pedestal. Zurbarán enriquece la ceremonia situándola en un templo, atendida por el sumo sacerdote. Un paje oficia de intermediario entre el artista y el motivo central, llevando una suntuosa jarra en una bandeja, quizás una alusión al agua bautismal que substituye a la circuncisión. El Niño Jesús es representado desnudo sobre una especie de altar, sostenido por el sumo sacerdote que viste de azul oscuro y tiene sus manos veladas por una estola violeta. El mohel, que lleva a cabo la intervención, lleva también un fastuoso indumento. A las magníficas vestiduras de estos dos sacerdotes se contraponen los sencillos vestidos de los acólitos, algunos con gorro frigio. San José queda solo a la derecha, en actitud de recogimiento. El colorido se basa en blancos, grises y verdes, con algunos retazos de rojo y ocre. El pórtico del fondo, fuertemente iluminado, produce un efecto de penumbra y contraluz, evocando los patios del Renacimiento sevillano.
Alonso Cano. La Circuncisión de Cristo (1645). Óleo sobre lienzo de 187x130 cm. Catedral de Santa María Magdalena, Getafe |
La Circuncisión de Cristo pintada por el granadino Alonso Cano en 1645 forma parte del retablo del Santo Niño de Jesús de la Catedral de Santa María Magdalena de Getafe. El pintor muestra una gran influencia manierista por las figuras en movimiento y la corrección y el trazo firme de la obra. La escena se desarrolla sobre el altar de un templo, reducida a un espacio muy limitado. Con muy pocos figurantes. José y María entregan a su hijo Jesús al sumo sacerdote para que proceda a realizar el ritual, mientras atrás los asistentes contemplan la ceremonia parsimoniosos. Destaca el paño finamente bordado que cubre el altar, contrastando su tono blanco con la oscuridad del fondo.
Francisco Rizi. La Circuncisión (1673). Óleo sobre lienzo de 169x251 cm. Colección Particular |
El pintor madrileño Francisco Rizi pinta La Circuncisión en 1673 por encargo del Convento de San Felipe el Real de Madrid. El estilo barroco queda muy patente en esta obra, prestando una gran atención al detalle y plasmando una dramática iluminación que enfatiza la importancia del evento retratado. La composición de la pintura incluye una gran cantidad de personajes que se agolpan alrededor de la figura de Jesús, creando una sensación de movimiento y caos que se equilibra con la serenidad del rostro del Niño. El pintor usa una paleta rica y vibrante que incluye tonos dorados y rojos intensos que acentúan la solemnidad del evento, manifestando una gran habilidad para crear texturas y detalles que se ven especialmente en los ropajes y en la arquitectura del templo.
La circuncisión de Jesús después del Barroco al periodo actual
El Neoclasicismo se convirtió en
el estilo artístico triunfante en la segunda mitad del siglo XVIII favorecido
por su institucionalización en las academias. Las producciones de arte
religioso se ajustaron habitualmente a este estilo, que propone una belleza ideal,
el racionalismo, la virtud, la línea y el culto a la Antigüedad clásica. Con la
llegada de una noción secularizada del arte, las pinturas de tema religioso fueron
perdiendo importancia al punto de convertirse en algo marginal a partir del
siglo XIX.
La escena de la circuncisión de
Cristo en el siglo XVIII aparece en las pinturas del alemán Januarius Zick, el
portugués Nicolau Duarte Ferreira y los españoles Mariano Salvador Maella y
Francisco de Goya. A partir del siglo XIX caben destacar las obras del inglés
William Blake, el italiano Alessandro Capalti, el alemán Johann von Schraudolph
y el estadounidense Jackson Pollock.
Francisco de Goya. La
Circuncisión (detalle) (ca. 1774). Mural en óleo sobre yeso de 306x1025 cm.
Iglesia de la Cartuja del Aula Dei, Zaragoza |
El aragonés Francisco de Goya pintó La Circuncisión hacia 1774 en un mural de gran longitud, como parte de un ciclo de once elementos dedicados a la Virgen María y a la infancia de Cristo, para decorar la Iglesia de la Cartuja del Aula Dei de Zaragoza, que se enmarcan estilísticamente dentro de una etapa temprana del pintor, pues tan sólo tenía entonces 28 años. El esquema de la obra nos traslada directamente al grupo central con el sacerdote ejecutor, Cristo niño sobre un altar y la Virgen María, con un bello rostro que genera ternura y paz, girando su cabeza hacia su hijo. Estos personajes principales son acompañados de figuras secundarias siguiendo el esquema clásico sin apenas evolución desde su escenificación en el arte gótico, pero profundizando a través de pinceladas pequeñas en los contrastes de luz y color. Todo el conjunto se halla al aire libre, en un paisaje abierto con algunos elementos arquitectónicos secundarios. La luz que ilumina al grupo parece irradiar de la figura del Niño. La Virgen contempla la escena con una natural expresión inquieta, mientras que la mujer situada detrás del sacerdote expresa un semblante entre preocupación y pena. San José, una vez más, con su manto de brillante ocre, se muestra en segundo plano. El grupo se completa con una mujer de espaldas y cubierta con manto y velo, que ayuda en la ceremonia al sacerdote. En el centro, en el suelo, un gran jarrón centra el grupo.
William Blake. La Circuncisión (1799-1800). Témpera sobre lienzo de 25,7x36,4 cm. Fitzwilliam Museum, Cambridge |
En La Circuncisión de William Blake (1799-1800) una figura central de mujer sostiene al Niño Jesús a su regazo. El sacerdote, en pie, dirige su mirada al cielo portando el libro de las Sagradas Escrituras. Un hombre, aparentemente el mohel, se arrodilla ante ellos para ejecutar la intervención. Oficiantes secundarios se disponen a ambos lados, unos en atenta observación y otros juntan las manos en oración. La paleta de colores general es de tonos tierra apagados, predominantemente marrones y dorados. El estilo es el característico de la obra de Blake, con un enfoque en la representación simbólica y la intensidad emocional.
Johann von Schraudolph. Circuncisión de Cristo (1846-1856). Fresco en la Catedral Imperial de Speyer, Speyer |
La Circuncisión de Cristo de Johann von Schraudolph (1846-1856) forma parte de un conjunto de frescos de considerables dimensiones que fueron encargados por Luis I de Baviera para decorar la Catedral Imperial de Speyer. Este artista sigue el estilo del movimiento religioso nazareno del siglo XIX. El Niño Jesús y sus padres dominan la escena portando aureolas mientras dos sacerdotes proceden a cumplimentar el ritual hebreo. Otros personajes secundarios aparecen en segundo plano contemplando la escena. El color es muy vivo, predominando el rojo y el azul, rodeando toda la escena de una gran claridad. La pintura se caracteriza por una refinada simplicidad de composición, que le confiere un parecido con las obras de los antiguos maestros italianos, en particular con Fra Angelico.
Jackson
Pollock.
Circuncisión (1946). Óleo sobre lienzo de 142,3x168 cm. Peggy Guggenheim
Collection, Venecia |
Jackson Pollock se circunscribe dentro del movimiento expresionista abstracto y alcanzó reconocimiento por su estilo de chorrear pintura. En su obra Circuncisión (1946) no pretende ninguna polémica religiosa sino, más bien, quiere reflejar el sentimiento de dolor y la violencia del momento bíblico. En el cuadro llama la atención la multiplicación de los personajes. El tema principal da paso a una maraña de formas entrelazadas e invertidas. La repetición de los colores y su uso se desvían del plano para transformarse en líneas curvas y quebradas. El conjunto del cuadro se vuelve dinámico y la mirada no puede detenerse sin saber dónde empezar y dónde terminar la observación.
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Como citar este artículo:
Lancina Martín JA. Circuncisión de Jesús: Fundamentos bíblicos. Reliquia del Santo Prepucio. Representación en el arte cristiano. 2025 [citado el día/mes/año]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2025/01/circuncision-jesus-significado-reliquia-arte.html
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