lunes, 4 de julio de 2022

Cáncer de escroto de los deshollinadores. Primer cáncer ocupacional reportado en la historia por Percivall Pott en 1775

Percivall Pott
                El cirujano inglés Percivall Pott comunicó en 1775 por primera vez el origen causal de un cáncer con una ocupación al probar la relación existente entre el cáncer de escroto con el ejercicio de la profesión de deshollinador, atribuyendo el desarrollo del tumor al contacto prolongado con el hollín de las chimeneas, que se acumulaba en los pliegues de la piel del escroto, y agravado por la falta de aseo que frecuentemente se daba entre estos profesionales, asegurando que la higiene y los cambios frecuentes de ropa podrían prevenir la enfermedad. Esta observación suponía la primera descripción en la historia de un agente cancerígeno ambiental y la primera referencia a la existencia de una enfermedad profesional, lo que sería el punto de partida para el establecimiento de normativas laborales para la prevención de enfermedades ocupacionales. Este estudio, muy innovador para la época, abrió el camino a la investigación en el campo de la carcinogénesis experimental.

               Los pacientes descritos por Pott que estaban afectados por el cáncer escrotal eran generalmente jóvenes, con edades comprendidas entre los 30 y 40 años, y que trabajaban o habían trabajado como deshollinadores. En la Inglaterra del siglo XVIII, para las labores de limpieza de las chimeneas se utilizaban habitualmente niños porque su menor corpulencia facilitaba el acceso al interior de las mismas. Con frecuencia estos niños realizaban el trabajo desnudos o semidesnudos por lo que impregnaban todo su cuerpo con el hollín contenido en los conductos. El hecho de que el tumor se presentaba después de la pubertad hacía sospechar que debía pasar cierto tiempo desde la exposición al hollín y el desarrollo de la enfermedad, en lo que hoy se denomina período de latencia. Henry Butlin en 1892 llamó la atención sobre la baja frecuencia de este cáncer entre los deshollinadores de otros países europeos, lo que atribuía a unas mejores medidas preventivas respecto a los deshollinadores británicos, al estar provistos de ropajes ceñidos que cubrían enteramente el cuerpo, de la cabeza a los pies, lo cual evitaba que el hollín entrase en contacto con la piel.