jueves, 30 de diciembre de 2021

Enrique IV de Trastámara (1425-1474), llamado El Impotente. La disfunción eréctil que facilitó la sucesión al trono de Castilla de su hermanastra Isabel la Católica

Enrique IV el Impotente

             Enrique IV de Castilla nació en Valladolid el 5 de enero de 1425. Era hijo de Juan II de Castilla y de la prima hermana de éste María de Aragón, hija del rey Juan II de Aragón, y hermano paterno de Isabel, que se proclamó reina a su muerte, y de Alfonso, que le disputó el trono en vida. Fue rey de Castilla durante un periodo de veinte años, desde 1454 hasta su muerte en 1474. Por algunos historiadores se le dio el apelativo de El Impotente debido a las continuas alusiones realizadas en vida sobre esta condición y la discutida paternidad de su hija Juana. También fue acusado de homosexual y voyerista, aunque en aquel entonces eran habituales estos calificativos entre nobles y reyes en un intento de desprestigiar a rivales y enemigos. Por ello es difícil desentrañar que parte fue realidad y que parte fueron rumores vertidos por sus numerosos y poderosos enemigos políticos, que aprovecharon la existencia de una posible enfermedad subyacente del monarca para erosionar su imagen y lograr cambiar la línea sucesoria.

            Fue uno de los monarcas más controvertidos del periodo inmediatamente anterior a la edad moderna. Su dificultad para procrear, sus numerosos conflictos con la nobleza y el hecho de que se rodeara de favoritos, a los que colmó de favores y prebendas, convirtieron a Enrique IV en un rey entre sombras que llegó a ser, incluso, desposeído temporalmente de su corona. Su prolongado reinado estuvo marcado por sus limitadas cualidades como regente y por la gran oposición que encontró dentro de las filas de la nobleza más poderosa de su reino, lo cual provocó un clima de inestabilidad política que desembocó en una sucesión de levantamientos armados de distintas facciones nobiliarias contra la autoridad del rey. No menos importante fue para Enrique IV mantener el difícil equilibrio entre los diferentes reinos hispánicos -Castilla, Aragón, Navarra y Portugal- que generaban permanentes tensiones y conflictos bélicos que apenas podían soslayarse con políticas de matrimonios entre las familias reales y de alianzas comunes para conseguir la ansiada victoria final sobre los musulmanes, reducidos en este momento histórico al reino nazarí de Granada, después de un largo y agotador proceso de reconquista.