
Las infecciones y el insoportable
dolor que tenían que padecer los pacientes tenía estancado el desarrollo de la cirugía.
Se puede decir, sin ninguna duda, que el descubrimiento de la anestesia quirúrgica
fue uno de los hallazgos más espectaculares y trascendentales en la historia de
la medicina en el siglo XIX, después de la famosa demostración de William
Morton, el 16 de Octubre de 1846, en el anfiteatro auditorio del Hospital General
de Massachusetts de Boston, compitiendo en importancia con las investigaciones
definitivas para controlar la infección desarrolladas por el biólogo francés
Louis Pasteur y el cirujano inglés Joseph Lister. La introducción de la
anestesia logró hacer avanzar espectacularmente la cirugía, y contribuyó
taxativamente a mejorar las expectativas de curación de muchas enfermedades y
la mejora del bienestar de la humanidad.
Los primeros remedios contra el dolor
Los remedios contra el
dolor, de los que se tiene constancia, han sido variados, desde la utilización
de diversos productos recogidos de la naturaleza hasta la aplicación de ciertas
modalidades técnicas muy rudimentarias.
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Planta adormidera que contiene el opio |
Los asirios practicaban un
método eficaz, aunque no exento de peligro, consistente en comprimir la arteria
carótida a nivel del cuello con la consiguiente isquemia cerebral y la
aparición de un estado comatoso lo cual era aprovechado durante la cirugía.
Este método fue muy usado en Italia hasta el siglo XVII. En Babilonia, las
civilizaciones ribereñas de los ríos Tigris y Éufrates comenzaron a usar
narcóticos vegetales, como la adormidera, la mandrágora y el cannabis indica. El substrato activo de
la primera sería el opio y de la tercera el hachís. Los antiguos egipcios
utilizaban estos productos naturales con distintos fines. Los indígenas
americanos consumían hojas de coca para combatir el dolor. El cáñamo
(marihuana) también llegó a ser muy utilizado como analgésico en distintas
culturas.
Las bebidas alcohólicas fueron ampliamente utilizadas en la antigüedad para la analgesia durante los procedimientos quirúrgicos. Los habitantes de las riberas del Ganges usaban el vino, que en China mezclaban con hachís. Además, los chinos avanzaron en el terreno de la acupuntura aliviando el dolor con agujas. El opio también se mezclaba con el vino para conseguir un mayor efecto analgésico.
Crawford W. Long, médico
rural en Jefferson (Georgia, EEUU), haciendo inhalar éter a un paciente con dos
tumores en la nuca, lo operó exitosamente el 30 de marzo de 1842. Publicó su
experiencia en diciembre de 1849, después de la publicación de Morton, por lo
que perdió la oportunidad de ser reconocido oficialmente como el introductor de
la anestésica etérica. Igualmente le pasó a E. R. Smilie, quien en la primavera
de 1844 utilizó con éxito una mezcla de opio y éter para el drenaje de un
absceso, no publicitando convenientemente sus resultados.
Las bebidas alcohólicas fueron ampliamente utilizadas en la antigüedad para la analgesia durante los procedimientos quirúrgicos. Los habitantes de las riberas del Ganges usaban el vino, que en China mezclaban con hachís. Además, los chinos avanzaron en el terreno de la acupuntura aliviando el dolor con agujas. El opio también se mezclaba con el vino para conseguir un mayor efecto analgésico.
En la medicina clásica
greco-romana se concebía la cirugía desde un punto de vista práctico, en donde
el cirujano tenía el deber de abstraerse del sufrimiento que el enfermo
experimentaba por el dolor. El médico romano Celso afirmaba que el cirujano “debía tener mano firme, no vacilar nunca,
siendo tan diestra la izquierda como la derecha, vista aguda y clara, aspecto
tranquilo y compasivo, ya que desea curar a quienes trata y, a la vez, no
permitir que sus gritos le hagan apresurarse más de lo que requieren las
circunstancias, ni cortar menos de lo necesario. No debe permitir que las
muestras de dolor del paciente causen la menor mella en él ni en lo que hace”.
Durante este período ya comenzaron a utilizarse las llamadas esponjas soporíferas para combatir el
dolor, hechas a base de una combinación de opio, mandrágora y beleño.
Durante la Edad Media , en Europa,
los monjes cultivaban todo tipo de plantas medicinales al lado de los
monasterios. El fraile y médico del siglo XIII, Teodorico de Lucca, hacía una
mezcla de opio, beleño, mandrágora y mora verde que, a modo de esponja
empapada, era aplicada a la nariz del paciente para sedarlo antes de iniciar el
procedimiento quirúrgico. El uso de la esponja
soporífera acabó siendo restringido por la propia Iglesia en el siglo XV,
ya que se le relacionaba con prácticas ocultistas. Entonces, el vino suplió y
relegó en el mundo cristiano como analgésico al opio, al contrario que entre
los musulmanes en el que se recomendaba de forma insistente la utilización del
opio, siendo exaltadas sus virtudes por Avicena. Paracelso, en el siglo XVI,
mezcló ácido sulfúrico con alcohol caliente, resultando éter sulfúrico, y pudo
comprobar sus propiedades de producir un profundo sueño a las gallinas que se
lo aplicaba. No obstante, el alquimista suizo fue incapaz de extraer y analizar
las últimas consecuencias de este hallazgo, retrasando el nacimiento de la
anestesia para unos tres siglos más tarde.
Anestesia general inhalatoria
La anestesia, como verdadera
ciencia, realmente se inició con los adelantos que se produjeron con la química
en Europa durante el siglo XVIII, especialmente con el descubrimiento de
algunos gases en estado puro. En Inglaterra, Joseph Priestley descubrió el
oxígeno en 1771 y un año después el óxido nitroso. Joseph Black identificó el
hidrógeno en 1751, y el dióxido de carbono en 1782. Igualmente interesante fue
el descubrimiento del nitrógeno por Daniel Rutherford en 1772.
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Humphry
Davy (1778-1829). Químico británico que realizó los primeros ensayos con el óxido nitroso en 1795 |
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Publicación Researches, chemical and philosophical chiefly concerning nitrous oxide de Humphry Davy (Londres, 1800) |
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Efectos del óxido nitroso o gas hilarante (Londres, lámina de 1830) |
A raíz de estos
descubrimientos se fundó en 1789 el Pneumatic
Medical Institution de Clifton en Inglaterra, dirigido por el doctor Thomas
Beddoes. En 1799 se hizo cargo de éste Humphry Davy que describió claramente los
efectos del óxido nitroso. En 1795, con 17 años de edad, él mismo inhaló este
gas notando mareos, relajación muscular, audición más aguda y una gran sensación
de alegría que llegaba a provocar la risa (por lo que también se le ha
denominado gas hilarante). En 1799
publica el artículo “Researches, chemical
and philosophical; chiefly concerning nitrous oxide...and its respiration”,
donde sugiere la utilidad del óxido nitroso como agente anestésico al comprobar
como mitigaba el dolor experimentado por una afección dental que padecía. No
obstante, el uso del gas se circunscribió al mundo del espectáculo, por la hilaridad
que provocaba, moda que era apreciada en algunos sectores frívolos de la
sociedad, y ello condujo a su desprecio por la clase médica. Más tarde Michael Faraday,
alumno de Davy, publicó en 1818, que “si
se inhala la mezcla de vapores de éter con aire común se producían efectos
similares a los observados por el óxido nitroso”. Davy y Faraday estaban
abriendo las puertas al futuro de la anestesia aunque, como ya le ocurriera a
Paracelso, no supieron realmente darse cuenta de la trascendencia del
descubrimiento.
Los efectos del opio eran inconstantes,
dependiendo del origen de la planta. Friedrich W. Sertürner, farmacéutico de
Westfalia (Alemania), dedujo que todos estos productos tenían un substrato
común. En 1806, al tratar el opio con amoniaco observó unos cristales blancos,
que purificó con ácido sulfúrico y alcohol. Al observar que los residuos producían
sueño en los animales lo denominó morfium
(morfina) en honor Morfeo, dios griego del sueño. Se administró a sí mismo la
morfina, durante una afección dental que padecía, apreciando una considerable disminución
del dolor. Sertürner con este descubrimiento abrió un nuevo campo a la
investigación, el de los principios activos contenidos en las plantas. A partir
de aquí, en poco tiempo, se desentrañaron los misterios del beleño, la
mandrágora, la belladona, etc. para dejar de ser consideradas hierbas mágicas y
surtir a la medicina de una serie de productos alcaloides como la atropina, la
mandragorina, la hyoisciamina o la escopolamina.
A principios del siglo XIX
existía un ambiente propicio para el desarrollo de la anestesia. Por un lado,
la química, la biología y la fisiología ofrecían cada día nuevos hallazgos. Por
otro, los médicos y los cirujanos de las nuevas generaciones eran más sensibles
ante los sufrimientos de los enfermos. Bien es cierto que aún se seguía manteniendo
que la práctica de la cirugía precisaba de falta de compasión ante el
sufrimiento del paciente. Pero esto era un lastre para el avance de la cirugía.
Algunos cirujanos, como William
Cheselden, no conseguían conciliar el sueño el día previo de una operación y
procuraba abreviar todo lo que podía el tiempo quirúrgico. John Hunter,
conmovido por la brutalidad de las intervenciones sin anestesia, afirmaba que “la operación quirúrgica es una confesión
muda de la impotencia del cirujano”. Los ayudantes debían sujetar
firmemente a los pacientes, teniendo que soportar impávidos sus desgarradoras
lamentaciones. A Alfred Velpeau, el célebre cirujano francés, se le suicidó una
joven ante el temor de ser operada. Pero no sólo los médicos famosos rechazaban
este estado de cosas. Así, el cirujano inglés Henry H. Hickman sufría ante el
desconsuelo de sus pacientes, y no compartía que “el cirujano debe ser insensible” como le enseñaban en Edimburgo
mientras presenciaba las operaciones. Influido por el ambiente, en 1824 Hickman
experimentó con el gas carbónico en animales (perros y ratas), a los cuales
disecó distintas partes del cuerpo sin que dieran muestras de dolor. Al no reproducir
estos resultados con seres humanos su hallazgo no fue valorado en toda su
dimensión por sus contemporáneos.
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Crawford W. Long (1815-1878). Médico norteamericano que usó éter con
éxito por primera vez en 1842 pero no publicitó a tiempo sus experiencias |
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Horace Wells (1815-1848). Dentista norteamericano que introdujo el óxido nitroso para anestesia en 1844, pero fracasó en su demostración pública en el Hospital General de Massachusetts |
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J. Riggs
extrae un diente a H. Wells bajo anestesia con óxido nitroso por G. Colton el 11 de diciembre de 1844 (Hartford, EEUU) |
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Publicación Nitrous oxide gas, ether and other vapors de Horace Wells (Hartford, 1847) |
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Cartel anunciante de exhibición pública con gas hilarante por Gardner Colton |
Los medios técnicos estaban
ya disponibles. Sólo faltaba para el desarrollo de la anestesia moderna alguien
que tuviera la suficiente claridad de ideas para observar los efectos de estas
sustancias y que los aplicara para el alivio del dolor. Horace Wells, un
dentista de Hartford (Connecticut, EEUU), se merece el honor de ser uno de los
pilares de la anestesia. El 10 de diciembre de 1844, mientras presenciaba una
exhibición pública con óxido nitroso, a cargo del químico feriante Gardner Q. Colton,
para demostrar sus efectos hilarantes, observó como uno de los asistentes que
había inhalado el gas, y que al mismo tiempo se había producido una herida por
una caída accidental, no sentía dolor alguno. Intrigado y buscando paliar el
dolor de los pacientes de su consulta, al día siguiente inhaló el gas con la
ayuda de Colton y se dejó extraer un diente por su colega John Riggs sin notar dolor
alguno. Asombrado con los resultados publicó inmediatamente el caso. Hasta
enero de 1845 lo emplea en unos quince pacientes sometidos a una extracción
dentaria con buenos resultados, a excepción de dos que no logró conseguir una
anestesia total. No obstante, la demostración pública en el Hospital General de
Massachusetts de Boston, el 15 de enero de 1845, resulta un auténtico fracaso,
por la indebida aplicación del producto, tachándosele de farsante y con la
consiguiente desconsideración por parte de la clase médica.
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William
T. G. Morton (1819-1868). Dentista norteamericano que primero demuestra públicamente los buenos resultados con anestesia etérea |
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John C.
Warren (1778–1856). Cirujano norteamericano que participa en las primeras anestesias etéreas con éxito |
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Hospital
General de Massachusetts de Boston donde se realizan las primeras anestesias con éter (grabado de 1821) |
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Primera
operación con anestesia etérea realizada por W. Morton y J. Warren el 16 de octubre de 1846 en el MGH de Boston a un paciente con tumor submaxilar (daguerrotipo de Southworth&Hawes) |
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Aparato inhalador de éter diseñado por W. Morton para las primeras anestesias |
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Pintura
de W. Prosperi que inmortaliza la primera cirugía con anestesia etérea en el MGH de Boston el 16 de octubre de 1846 por W. Morton y J. Warren |
Este fracaso dejó las
puertas abiertas a su colega William T. G. Morton, otrora colaborador de Wells,
que empieza a investigar con éter en perros, con colaboradores amigos y consigo
mismo. Más tarde aplicó el método a un paciente, que hizo inhalar éter, para
una extracción dentaria sin que sintiera dolor. De aquí en adelante se dedicó a
diseñar un pequeño aparato consistente en una esfera de vidrio con fieltro en
su interior y dos orificios: uno superior a través del cual se introducía el
éter y uno inferior del cual salía la boquilla que iba a la boca del paciente.
Cuando ya estuvo listo, le solicitó autorización al profesor John C. Warren
para realizar una demostración en el anfiteatro de la Escuela de Medicina de
Harvard en Boston. Se fijó la fecha para el 16 de octubre de 1846. El paciente,
que tenía un enorme tumor de la glándula submaxilar, fue sometido a inhalación
del éter sulfúrico por el aparato diseñado por Morton, procediendo a
continuación Warren a realizar la incisión y exéresis del tumor. Fue grande la
sorpresa por todos al ver que el paciente no se defendió durante la cirugía y
que se pudiera terminar el acto quirúrgico sin que hubiera indicios de dolor.
La idea de la utilización de este gas, como instrumento para paliar el dolor, la obtuvo con probabilidad de un profesor de química de la Facultad de Medicina de Boston, Charles T. Jackson, que acabó acusando de plagio a Morton. Jackson reclamaba la patente del descubrimiento, pues alegaba que había sido él quien sugirió a Morton el uso del éter como anestésico. De cualquier forma, no se le puede negar a Morton la demostración con éxito del gas y su posterior publicación y difusión a nivel mundial, que fue muy rápida, teniendo en Estados Unidos y en Europa un éxito fulgurante. La Academia de Medicina de Francia, reconociendo el mérito de ambos investigadores, concedió el Premio Monthyon compartido entre Jackson y Morton.
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Publicación
Remarks on the comparative value of ether
and chloroform de William Morton (Boston, 1850) |
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Patente
de anestesia etérea a favor de W. Morton y C. Jackson (Oficina de Patentes de EEUU, 17 de noviembre de 1847) |
La idea de la utilización de este gas, como instrumento para paliar el dolor, la obtuvo con probabilidad de un profesor de química de la Facultad de Medicina de Boston, Charles T. Jackson, que acabó acusando de plagio a Morton. Jackson reclamaba la patente del descubrimiento, pues alegaba que había sido él quien sugirió a Morton el uso del éter como anestésico. De cualquier forma, no se le puede negar a Morton la demostración con éxito del gas y su posterior publicación y difusión a nivel mundial, que fue muy rápida, teniendo en Estados Unidos y en Europa un éxito fulgurante. La Academia de Medicina de Francia, reconociendo el mérito de ambos investigadores, concedió el Premio Monthyon compartido entre Jackson y Morton.
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John
Snow (1813-1858). Médico británico considerado como el primer especialista en Anestesia de la historia |
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Mascarilla
diseñada por J. Snow para inhalación de gases anestésicos |
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Libro
On chloroform and other anaesthetics and
their action and administration de John Snow (Londres, 1858) |
John Snow, médico de
Edimburgo, puede ser considerado como el primer anestesiólogo del mundo por su
dedicación exclusiva a la práctica de la nueva especialidad. A éste se le
atribuye el haber descrito los signos clínicos de la profundidad anestésica, datos
que plasmó en su monografía On the
inhalation of the vapour of ether publicada en 1847. Posteriormente, en
1858 publica su libro On chloroform and other anaesthetics and their action
and administration, el cual se convierte en uno de los más relevantes de la
época referente a la anestesia y en un clásico de la bibliografía
anestesiológica. A lo largo de los años siguientes la cirugía avanzó
considerablemente gracias al recurso de la anestesia. Theodor Billroth fue el
primer cirujano que intervino con abdomen abierto usando anestesia general, y
llegó a convertir a Viena en la capital de la cirugía mundial.
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James
Y. Simpson (1811- 1870). Ginecólogo escocés que realiza la primera anestesia con cloroformo en Edimburgo el 1/2 de noviembre de 1847 |
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Publicación Account of a new anaesthetic agent as substitute for sulphuric ether in surgery and midwifery de James Simpson (Edimburgo, 1847) |
Como pasaba el tiempo, se
veía la necesidad de buscar otros anestésicos que fueran más seguros y con
menos efectos colaterales. La destilación de alcohol, mezclado con cloruro de
calcio, desarrollada de forma independiente por Samuel Guthrie, Eugène Soubeiran
y Justus von Liebig en 1831, originó el descubrimiento del cloroformo. La introducción
de este gas como anestésico fue muy rápida utilizándose, por primera vez,
durante un parto el 1 ó 2 de noviembre de 1847 en Edimburgo por el ginecólogo
James Y. Simpson, bajo la sugerencia del químico David Waldie. Más tarde
presentó un informe favorable a la Sociedad Médico-Quirúrgica de Edimburgo con
la administración del cloroformo a 50 pacientes, que fue publicado el día 15 de
ese mismo mes con el título Account of a new anaesthetic agent as
substitute for sulphuric ether in surgery and midwifery. De paso, Simpson
tuvo que luchar contra conservadores y religiosos que estaban a favor del dolor
durante el parto como un mandato celestial.
Este gas tenía ciertas
ventajas sobre el éter, con olor más agradable y menos efectos secundarios.
Tras la euforia por el descubrimiento de los gases anestésicos vino la alarma
de las complicaciones. A medida que se fueron empleando, el relato de
accidentes mortales puso en evidencia que el nuevo descubrimiento no estaba
exento de riesgos y peligros fundamentalmente por su cardio y hepatotoxicidad.
Los médicos ingleses inicialmente se inclinaron por el cloroformo aduciendo que
era más seguro que el éter. Los primeros casos de muerte reportados por John
Snow en 1847, y dos años más tarde por Disray, pusieron en alerta sobre el uso
del nuevo anestésico. Sin embargo, la reina Victoria aceptó el uso del
cloroformo el 7 de abril de 1853 para el parto de su octavo hijo, siendo
atendida por el obstetra James Clark y actuando como anestesista John Snow. Por
entonces, seguía la polémica de orden religioso sobre si era lícito o no
suprimir los dolores del parto. La reina, ajena a la discusión, permite repetir
la misma técnica con motivo del nacimiento de un nuevo hijo en 1857.
A consecuencia de la alta
morbimortalidad que se observaba con la administración del cloroformo, se constituyó
una comisión en 1864 con el fin de investigar sus efectos y toxicidad. Esto
conllevó a que los médicos se inclinaran nuevamente por el éter, olvidando el
cloroformo.
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Gardner
Q. Colton (1814-1898). Químico norteamericano que extendió el uso de óxido nitroso en la anestesia desde 1863 |
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Instituto
Cooper de New York donde G. Colton hacía sesiones públicas con gas hilarante (óxido nitroso) |
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Publicación
A true history of the discovery of
anesthesia de Gardner Colton (Nueva York, 1896) |
Tras el fracaso de Wells en
Boston, el óxido nitroso prácticamente cayó en el olvido. Así permaneció hasta
1863 en que el incansable Gardner Colton llevó a cabo en New Haven
(Connecticut) una de sus habituales demostraciones con el gas. Una dama allí
presente le solicita que le administre óxido nitroso para una extracción
dental, a lo que Colton acepta. R. C. Dunham, el dentista que practicó la
extracción, quedó tan impresionado por los buenos resultados que comienza a
usarlo en su propia práctica. Un año después se asocian con H. J. Smith y los
tres fundan la Colton Dental Association
en Nueva York. Según revelan las crónicas, en tres semanas extrajeron sin dolor
tres mil novecientas veintinueve piezas. En 1877, Colton pudo presentar una
estadística de 92.000 pacientes anestesiados con este gas sin ningún accidente
mortal, con lo cual en muy poco tiempo el óxido nitroso se convierte en el
anestésico de elección para odontología en los Estados Unidos.
La noticia llega a Gran
Bretaña, donde el odontólogo Rymer realiza algunas experiencias en el National Dental Hospital pero, aunque
los resultados fueron estimulantes, tuvieron poca difusión y la introducción
del gas quedó diferida. Una de las dificultades que encontró Rymer fue la de no
obtener suficiente suministro de gas. Este problema quedó solucionado por A. W.
Sprague de Boston, quien diseña un sistema para producir óxido nitroso
calentando nitrato de amonio y, haciendo pasar el gas por frascos lavadores, es
almacenado en un pequeño gasómetro para ser usado directamente o almacenado
dentro de vejigas para usarlo fuera del consultorio. Este aparato, si bien
resultaba costoso, era de fácil manejo y daba buenos resultados.
El extendido uso del óxido
nitroso hacia 1868 lleva a la necesidad de contar con algún método simple para
su distribución. Los cilindros de aire comprimido ya eran usados desde
principios de 1833 por el Cuerpo de Bomberos de Viena; y en 1856 la Medical Pneumatic Apparatus de Londres
ya ofrecía óxido nitroso y otros gases en cilindros, pero sin alcanzar gran
difusión. La principal dificultad radicaba en alcanzar dentro del cilindro la
presión suficiente para conseguir la licuefacción del gas. El uso del gasómetro
de Sprague fue abandonado en 1869 al ser sustituido por cilindros. El gas en
forma líquida comienza a estar disponible en el mercado estadounidense a partir
de 1873.
A principios de 1869, Edmund
W. Andrews, de Chicago, describe el uso de una mezcla de óxido nitroso y
oxígeno. En esta misma época Coleman introduce el uso económico del óxido
nitroso por reinhalación, haciendo pasar el aire exhalado a través de cal
apagada, este fue el primer uso de la absorción del anhídrido carbónico en
anestesia.
Una de las causas
contribuyentes a la extensión del uso del óxido nitroso fue el desarrollo de
máquinas prácticas para su administración. Joseph T. Clover diseña en 1857 un
regulador portátil de éter, ideado ex
profeso para la secuencia óxido nitroso-éter, el cual, con algunas
modificaciones, es usado durante más de 50 años.
A principio del siglo XX el
desarrollo de la aparatología anestesiológica tenía su centro en los Estados
Unidos, principalmente durante los primeros 20 años. En 1910 McKeesson
perfecciona su válvula mezcladora, y Boothby y Cotton abren las puertas para
los modernos aparatos de flujo continuo al introducir los flujómetros de agua.
Estos eran algo incómodos y fueron mejorados por J. T. Gwathmey. En 1912 los
mismos Boothby y Cotton introducen el uso de válvulas reductoras de presión
dentro de la práctica anestesiológica. De esta misma época son los aparatos de
Heindbrink y Foregger.
Este desarrollo despierta el
interés de Boyle en Gran Bretaña, quien diseña su primer aparato en 1917, el
cual, sometido a una continua serie de modificaciones, se convierte en el más
popular en las Islas Británicas. En 1928, aparece el aparato de Magill que
tiene como avance la incorporación de los flowmeter
secos de Gorman. Éstos fueron sustituidos en 1937 por los rotámetros, cuyo
valor en anestesiología fue destacado por Magill primero y más tarde por Salt,
del Departamento de Anestesia de Nuffield.
No satisfechos con los
anestésicos hasta ese momento disponibles, muchos investigadores se dieron a la
tarea de encontrar nuevos agentes. Fue así como se introdujo el cloruro de
etilo, primero en la práctica odontológica y luego en los hospitales. Otro gas
que se utilizó por poco tiempo fue el acetileno, sustancia propuesta para su
utilización en medicina por los médicos alemanes Kronig y Gauss. Sin embargo,
ninguno de estos gases pudo superar las ventajas del óxido nitroso y del éter.
Arnoluckhardt, en Chicago,
utiliza el etileno en animales y más adelante en humanos con la ayuda de J. B.
Carter, y ya para 1922 habían logrado emplearlo con éxito en más de 106 casos
de procedimientos quirúrgicos en el Hospital Presbiteriano. El éxito obtenido
con el etileno, y tal vez movidos por un sentimiento de rivalidad, motivó a Henderson,
Lucas y Brown para encontrar un anestésico superior de mejores prestaciones; de
esta forma se introduce un gas, que ya era conocido desde el año 1882, y es el
ciclopropano. Tuvieron que transcurrir muchos años hasta que en 1930 se
reconoció su eficacia y seguridad.
El descubrimiento del éter
divinílico por Chncey D. Leake, profesor de farmacología en la Universidad de
California; le llevó a emplearse en la práctica anestesiológica en el año 1931.
Ocho años más tarde se descubrió un nuevo éter, el propiletileno, por Krantz,
Drake, Carr y Forman de la Universidad de Maryland. En 1940 fue utilizado en 25
pacientes con buenos resultados.
A pesar de los nuevos
hallazgos, no fue posible destronar al éter y al óxido nitroso del sitio que ya
con justa razón se habían merecido y siguieron utilizándose con asiduidad. En
la actualidad, el éter y el cloroformo ya no son empleados; sin embargo, el
óxido nitroso sigue suministrándose en las salas de cirugía mezclándose con los
modernos gases anestésicos.
El período comprendido entre
1880 y 1920 señala el apogeo de la cirugía, el abordaje de la cavidad torácica
y craneana se suman a la abdominal como espacio de la actividad del cirujano.
La consecuencia, que este avance supone, exigía de especialistas más expertos y
hábiles con conocimientos profundos de fisiología y farmacología. El narcotizador pasa a ser anestesista, y
la anestesia, que antes se consideraba un apéndice de la cirugía, se convierte
en una más especialidad médica que, con el tiempo, va adquiriendo más
protagonismo dentro de los hospitales. Se instalan servicios específicos de
anestesiología, se fundan institutos para la enseñanza de la especialidad,
tales como el Nuffield Department of
Anaesthetics de la Universidad de Oxford y las escuelas de anestesia del
Bellevue Hospital de Nueva York, de la Clínica Mayo en Rochester y del Hospital
General de Boston. Se agrupan los anestesiólogos en sociedades nacionales y
regionales que, en la década de los años 50, se convierten en internacionales.
Otro de los progresos
alcanzados en este período fue el de comenzar a premedicar a los pacientes. La
I Guerra Mundial demostró la necesidad de los planos superficiales de anestesia
para los heridos en shock. Se desarrolla así la técnica consistente en la
administración continua de óxido nitroso-oxígeno, con el agregado de bajas
concentraciones de éter, la que dio resultados satisfactorios; por otra parte,
impulsó el reciente recurso de la administración de líquidos endovenosos, sobre
todo el de soluciones salinas, las que ya habían sido utilizadas en el año 1832
por Thomas Latta con gran éxito en el tratamiento del cólera.
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Ivan
Magill (1888-1986). Anestesista irlandés introductor del tubo endotraqueal para soporte anestésico en 1920 |
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Aparato
diseñado por Ivan Magill en 1920 para mantenimiento del paciente con intubación endotraqueal |
Otro progreso notable se
produce con la publicación de Stanley Rowbotham e Ivan Magill, titulada Anestesia en la cirugía plástica
máxilofacial, aparecido en 1920; donde proponen la introducción de una
sonda endotraqueal como técnica auxiliar sistemática de la narcosis por
inhalación. Este método constituye una nueva evolución en la aplicación de la
técnica inhalatoria; y se puede afirmar que es el más importante avance en la
técnica anestesiológica desde su inicio. Este método resulta ser un medio
altamente eficaz para mantener libre la vía de aire, a la vez que previene la
posibilidad de espasmo laríngeo, el que se presentaba muy frecuentemente como
fenómeno de la narcosis y a la vez, mediante la intubación, ya no era necesario
mantener elevado el maxilar inferior del paciente para evitar la caída de la
lengua; de tal modo que el anestesista podía apartarse de la cabeza del enfermo
y dejar su sitio al cirujano, lo que es una gran ventaja para la cirugía de
cabeza y cuello, lo cual indujo a perfeccionar este método. En los países
anglosajones, la intubación endotraqueal es rápidamente adoptada, y se le
asignó tanta importancia como a la inyección endovenosa.
Una derivación de la técnica
endotraqueal, y también uno de los grandes progresos de la anestesia moderna,
lo constituyó la introducción en 1923, por Ralph Waters, de la técnica de la
reinhalación. Ya en 1915, Dennis Jackson, describe un aparato de anestesia en
el cual emplea la reinhalación con absorción del anhídrido carbónico contenido
en el circuito respiratorio, intercalando entre el tubo y la bolsa de anestesia
un filtro de cal sodada, a través del cual pasan los gases respiratorios de ida
y vuelta, lo que determina la denominación de To and Fro. Esta técnica posibilitó el uso de agentes gaseosos
tales como el ciclopropano. La acción sobre el sistema nervioso central de este
gas fue observada por Lucas y Henderson en 1923, y fue usado clínicamente por
vez primera en 1933 por Waters y Rovenstine en EEUU, alcanzando rápida difusión
debido a su potente acción.
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Emery
A. Rovenstine (1895-1960). Anestesista norteamericano introductor del ciclopropano en 1933 |
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M. Johnstone, C. W. Suckling y J. Raventos. Introductores del halotano en 1956 |
Sin embargo, debe destacarse
la aparición del halotano, sintetizado por Suckling en 1951, preparado y estudiado por Raventos en 1956, es farmacológicamente
una reminiscencia del cloroformo, y una vez introducido en la práctica clínica por
Johnstone, Bryce-Smith y O’Brien, alcanzó amplia y rápida difusión. En 1960 Van
Poznac y Artusio estudian el metoxiflurano, cuya característica principal es su
gran solubilidad en los lípidos, lo que le otorga un alto poder anestésico. Los
más recientes anestésicos inhalatorios son el isoflurano, sintetizado en 1963 y
lanzado en EEUU en 1972 y en Inglaterra en 1978; el sevoflurano sintetizado por
Reagan alrededor de 1970 y el desfluorano, estos últimos gases de uso diario en
la actualidad en cualquier sala de cirugía. Estos gases, junto a las modernas
técnicas quirúrgicas, la asepsia, los antibióticos, la monitorización de los
pacientes y la alta tecnología de los medios utilizados en el quirófano han
permitido un desarrollo espectacular de los procedimientos quirúrgicos.
Cómo citar este artículo:
Lancina Martín JA. Historia de la Anestesia: La anestesia general inhalatoria [Internet]. Doctor Alberto Lancina Martín. Urología e Historia de la Medicina. 2014 [citado el]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2014/03/la-historia-de-la-anestesia-la.html
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