La
iglesia cristiana declara a un santo como patrono cuando actúa como defensor,
protector o amparador de un pueblo o una congregación religiosa o civil. En el
campo de la medicina, existen varios santos y santas que tienen este rol y cuyo
conocimiento es de interés no solamente religioso sino también médico y cultural.
Si bien quedan definidos unos santos específicos como protectores de alguna
determinada enfermedad o dolencia, en el credo cristiano se considera que
cualquiera que sea el santo de devoción del creyente, éste puede igualmente
interceder para protegerle de cualquier enfermedad. El poder curativo atribuido
a los santos patronos podía ser solicitado en cualquier lugar dentro de la
iglesia, pero en algunas regiones determinados santos eran particularmente
venerados, sobre todo por su vinculación histórica a la localidad o porque en
estos lugares se encontraban algunas de sus reliquias. De los primeros santos
del cristianismo sólo se conocen algunos datos por la historia y sobre todo a
través de la leyenda y, por lo tanto, es difícil determinar qué hay de cierto y
fabulación en el relato. No obstante, en la actualidad se ha reducido mucho el
ritual de la invocación de los santos para su intercesión en la cura de
enfermedades debido al gran desarrollo que ha experimentado la medicina y la
cirugía en los últimos siglos lo que ha posibilitado un tratamiento racional y
efectivo de las enfermedades basado en el conocimiento científico.
Desde los mismos inicios del cristianismo ya se invocaba a santos y beatos para que intercedieran por la protección de la salud y la cura de enfermedades de sus feligreses. Una fecha muy relevante para el encumbramiento de estos santos fue a mediados del siglo XIV en Alemania cuando una congregación de cristianos comenzó a venerar a un grupo de santos para que, con su intervención milagrosa, los libraran de la temida enfermedad de la peste negra que asolaba las ciudades y campos de toda Europa. Este colectivo de santos, conocidos como los Catorce Santos Auxiliadores, fueron escogidos por su gran poder espiritual teniendo cada uno de ellos una acción protectora específica: San Jorge contra la peste y enfermedades venéreas, San Blas contra los males de garganta y enfermedades respiratorias, San Erasmo de Formio contra las enfermedades gastrointestinales, San Pantaleón contra los dolores de cabeza y la tisis, San Vito de Lucania contra las enfermedades neurológicas, San Cristóbal de Licia contra la peste bubónica y el hambre, San Dionisio de París contra los dolores de cabeza y epilepsia, San Ciriaco de Roma contra la epilepsia y las tentaciones, San Acacio de Armenia contra los dolores de cabeza, San Eustaquio contra las quemaduras e infecciones, San Gil contra la peste y enfermedades mentales, Santa Margarita de Antioquía contra enfermedades del embarazo y el parto, Santa Catalina de Alejandría contra enfermedades cerebrales y de la boca, y Santa Bárbara contra la fiebre y muerte súbita. La devoción a este grupo particular de santos se extendió rápidamente por toda Europa y muchos santuarios e iglesias fueron consagrados en su honor. Incluso, hoy en día, estos santos siguen siendo altamente valorados por su poder de intercesión. La festividad de cada uno se celebra en días separados a lo largo del año cristiano, pero el 8 de agosto se celebra en una fiesta común.
Los
estudios hagiográficos estiman que, a lo largo del tiempo, cerca de trescientos
santos de la iglesia cristiana han sido asociados con la protección y cura de
ciertas enfermedades, ya sea por analogía directa con el tipo de martirio sufrido
por el santo en cuestión o por su situación personal en la actividad
evangelizadora. Otras veces, el santo da su nombre a una enfermedad como sucede
con el llamado “mal de San Juan” para la epilepsia, en referencia a la
leyenda de que una furiosa agitación se apoderó de todos los que asistían a la
fiesta de San Juan en Aquisgrán, en el año 1347, extendiéndose el fenómeno enseguida
por toda la región renana. También se denominó “fuego de San Antonio” a la
enfermedad producida por la intoxicación por el cornezuelo de centeno, un hongo
parásito de este cereal, que produce un alcaloide, la ergotamina, que puede conducir
a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena en las extremidades
debido a su acción vasoconstrictora sobre las arterias. El “mal o baile de
San Vito” se corresponde con la corea de Huntington, una enfermedad
neurológica hereditaria que causa trastornos motores, cognitivos y
psiquiátricos. Esta enfermedad se catalogó como tal en 1518, dado que se creía
que San Vito era el causante y al mismo tiempo quien también podía curarla, y
que se caracterizaba por constantes movimientos del paciente que podían llegar
a hacerle desfallecer.
Los
santos patronos por excelencia de la Medicina son San Lucas Evangelista, San
Pantaleón de Nicomedia y los hermanos San Cosme y San Damián, todos ellos
cristianos martirizados que ejercían la profesión de médico. Otros santos médicos
fueron San Blas, San Talaleo de Egea, San Sansón de Constantinopla y también
ejercieron la medicina de forma altruista Santa Hermione y las hermanas Santa
Filonila y Santa Zenaida.
San Lucas Evangelista, patrono de los médicos en general
Lucas,
uno de los cuatro evangelistas, nació en el siglo I en Antioquía, ciudad que
actualmente pertenece a Turquía y está muy próxima a Siria. Algunos teólogos lo
consideran descendiente de los judíos de la diáspora, aquellos que se asentaron
por todo el Mediterráneo después del exilio asirio. Fue médico de profesión,
pero además fue escritor, historiador y pintor. Se convirtió al cristianismo
hacia el año 40 d.C. inducido por su posible pariente el apóstol San Pablo, de
quien fue su discípulo y compañero inseparable. Lucas acompañaba a Pablo en sus
expediciones y viajes apostólicos por tierras griegas e italianas, en torno a
los años 50 y 51, y era quien, probablemente, se encargaba de los cuidados de
su quebradiza salud. El apóstol manifiesta el afecto que le tiene refiriéndose
a él como “Lucas, el médico muy amado” en su Epístola a los Colosenses.
Lucas, como médico, no sólo siguió a su maestro para el cuidado de los enfermos,
sino que cooperó activamente para atraer al cristianismo a las comunidades
reacias de judíos de la dispersión y a los paganos politeístas de las grandes
ciudades. Su lealtad a Pablo le llevó a acompañarle en los peores momentos que
sufrió prisión y martirio.
Aunque no fue discípulo directo de Jesús, conoció personalmente a muchos testigos que tuvieron relación con él. Durante su estancia en Roma escribe dos destacados libros bíblicos, el tercer Evangelio de Jesucristo y los Hechos de los Apóstoles. Obras que, según algunos autores, fueron escritas poco antes de 64 ó 65 d.C. Lucas hizo una profunda investigación para escribir estos libros sagrados dedicando mucho tiempo a recoger testimonios entre los apóstoles y otros cristianos que estuvieron en contacto con Jesús. Su evangelio es el más largo y mejor redactado por el uso elegante y equilibrado del griego, lengua que dominaba perfectamente. Lucas es el autor bíblico quien recoge más exhaustivamente la infancia y los pasajes de la vida de Cristo y de su entorno, de lo cual los exégetas han deducido que conoció y trató personalmente a la misma Virgen María. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Lucas usa dos estilos narrativos diferentes, en una parte describe los hechos en primera persona como si fuese testigo presencial, que parece que lo fue, y en otra parte relata en tercera persona como si la información hubiese sido recibida de otros testigos.
Lucas
realizó los estudios de medicina en su localidad natal y amplió su formación en
viajes efectuados a Grecia y Egipto, lugares por aquel entonces muy reputados
en la práctica de la medicina por su dilatada tradición secular. San Jerónimo
asegura que Lucas era muy competente en el ejercicio de su profesión. El
evangelista recibió educación griega, propia de su entorno, y fue persona
erudita, culta, de elevada formación académica y gran estudioso de la
literatura. Estaba muy preparado en el saber de su tiempo y conocía muy bien la
lengua griega. Era escritor consumado con un estilo muy depurado y una buena
capacidad de descripción. Además, como pintor se le atribuyen las pinturas más
antiguas de la Virgen María que se conservan en la basílica de Santa María la
Mayor de Roma, primer templo cristiano dedicado a la madre de Jesús. Por ello,
también se le considera patrono de los artistas.
Después de la ejecución de San Pablo y de haber escrito sus dos obras predicó el evangelio en Macedonia, Acaya y Galacia. Según algunas tradiciones sufrió martirio y muerte por crucifixión en Patras (provincia romana de Acaya), junto al apóstol San Andrés, pero otras señalan que murió en Beocia de muerte natural cerca del año 84. Quiso que le enterraran junto a la imagen tallada de la Virgen María que él mismo había confeccionado. El año 357 sus reliquias fueron llevadas de Tebas, en Beocia, a Constantinopla y después a Padua, en tiempos de las Cruzadas, siendo conservadas en la iglesia de Santa Justina. El cráneo fue trasladado en 1354 de Padua a la catedral de San Vito de Praga por voluntad del emperador Carlos IV.
Desde
los primeros años del cristianismo, Lucas fue considerado un santo. La iglesia
cristiana lo venera como patrono de los médicos en general. Varias asociaciones
médicas en el mundo llevan su nombre. Se le representa simbólicamente en la
iconografía como un toro alado, inspirado en el Libro de Ezequiel, y también
como pintor retratando a María. Su fiesta se celebra el 18 de octubre y varios
países han adoptado ese día como Día del Médico.
San Cosme y San Damián, patronos de los médicos y de los cirujanos
Cosme
y Damián eran hermanos gemelos que nacieron en Arabia hacia el año 270 d.C. Quedaron
huérfanos de padre cuando eran niños. Su madre los educó en la fe cristiana. Se
cuenta que ambos estudiaron medicina con los nestorianos en Siria y que
ejercieron la profesión en Egea (hoy Ayas), en la provincia romana de Cilicia,
situada al sur de Anatolia. En aquel lugar atendían tanto a personas como a
animales enfermos siendo reconocidos por su pericia en el ejercicio de su
profesión y por su costumbre de no cobrar por sus servicios. Por ello son
considerados por la iglesia ortodoxa como santos anargyroi (en griego
“sin plata” o “sin dinero”). Esta forma de proceder también era un instrumento
de apostolado muy efectivo ya que atraía a muchos enfermos, fuesen cristianos o
no, deseosos de ser asistidos por los dos hermanos. Además del tratamiento de
heridas, fracturas y dislocaciones, se ocupaban también de tratar enfermedades
infecciosas como la tuberculosis, la malaria, el tifus y la difteria. Fueron
nombrados patronos de los médicos por el papa Félix IV en el siglo VI. También
se los considera patronos de los farmacéuticos y de los cirujanos en particular
por haber realizado arriesgadas operaciones quirúrgicas.
En
la Leyenda Áurea de Jacobo de la Voragine se atribuye a estos santos el
que sería el primer trasplante de órganos de la historia. La crónica del hecho
se sitúa en el siglo XIII en Roma, donde se cuenta que un creyente devoto, el
presbítero de la basílica de la ciudad dedicada a los dos santos, estaba
afectado por una gangrena en una extremidad inferior que ponía en riesgo su
vida. El presbítero, ante la grave situación, invocó a San Cosme y San Damián
para procurar su sanación. Inmediatamente después cayó en un sueño profundo y
en el sueño vio como los dos santos reemplazaban el miembro gangrenado por otro
proveniente de un esclavo negro etíope que acababa de fallecer. Cuando el
presbítero se despertó comprobó como sus sufrimientos habían cesado quedando
libre de la extremidad enferma.
Los hermanos vivieron en tiempos del emperador romano Diocleciano quien acometió la mayor persecución realizada contra los cristianos. Hacia el año 297 d. C. fueron denunciados por otros médicos recelosos ante Lisias, gobernador romano de Cilicia, quien les hizo comparecer junto a sus otros tres hermanos dándoles la opción de apostatar de sus creencias o someterse a martirio. Ante su firme negativa sufrieron toda clase de torturas, físicas y morales, y finalmente fueron decapitados. Parece que fueron enterrados en Ciro, ciudad siria próxima a Antioquía, y pronto se erigió un santuario sobre su sepulcro que se convirtió en lugar de peregrinación donde numerosos creyentes aquejados de las más variadas enfermedades acudían para pedir su sanación. Incluso el mismísimo emperador bizantino Justiniano I acudió a su veneración y, gracias a su recuperación de una grave enfermedad, ordenó que el santuario fuera ampliado y transformado en una basílica. El culto a los dos santos acabó extendiéndose por todo el Imperio Bizantino y también llegó a Roma, donde el papa Símaco mandó construir un oratorio dedicado a ellos. En el año 526, el papa Félix IV levantó una basílica en su honor en el Foro Romano, en las cercanías del Forum Pacis, lugar en el que la tradición señala que vivió el gran médico Galeno y donde solían reunirse los profesionales de la medicina. A esta basílica se trasladaron las reliquias de los santos. En la Edad Media la basílica era un destino de peregrinaciones, pero también un lugar de atención y asistencia a los enfermos y necesitados.
A lo largo de los siglos, se les han dedicado numerosas iglesias en el mundo y se crearon cofradías en su memoria y para pedirles su intercesión. Se incluyeron entre los santos más reconocidos de la cristiandad, siendo incorporados en el canon de la Santa Misa y formaron parte de la Letanía de los Santos. Sus reliquias acabaron distribuyéndose por otras ciudades europeas. En el año 963 los santos fueron solemnemente enterrados por el arzobispo de Adalbag en la catedral de Bremmen. En 1400 se construye para ellos un relicario de oro que fue transportado a Munich, en cuya Iglesia de San Miguel se encuentran depositadas las cabezas de ambos santos y algunos huesos desde 1649. Su festividad en la iglesia católica se celebra el 26 de septiembre.
En
la península Ibérica la devoción por los santos destaca en algunos lugares. Parece
que San Isidoro, obispo de Sevilla en el siglo VII, era un fiel devoto que
tenía expuestas las estatuas de los santos en su botica. Se les dedicó una
iglesia en Córdoba. En la provincia de Burgos son patronos de numerosos
pueblos. También son patronos de Salamanca y de Arnedo (La Rioja). Se crearon muchas
congregaciones de médicos y farmacéuticos bajo su advocación, de las que la
Sociedad de Médicos y Farmacéuticos de Barcelona es la más antigua.
San Pantaleón de Nicomedia, patrono de los médicos
Pantaleón
nació en Nicomedia de Bitinia (hoy Izmit en la actual Turquía), a finales del
siglo III, en el seno de una familia acomodada. Fue médico como su padre quien
le animó a estudiar medicina con Eufrosino, el médico del emperador
Maximiliano, lo que le permitió introducirse en lo más alto del poder romano.
El prestigio alcanzado le permitió ser médico del mismísimo emperador Galerio
Maximiano. Pantaleón fue al principio pagano, hijo del senador romano Eustorgio
y una mujer cristiana llamada Eucuba que falleció sin haber podido convertir a
su hijo a la fe cristiana. Una vez muerto su padre, Pantaleón se convirtió al
cristianismo y, desde entonces, dedicó su vida a ejercer la profesión de médico
de forma altruista atendiendo a mendigos, pobres y todo aquel que carecía de dinero.
Según San Alfonso María de Ligorio, Pantaleón llegó a apostatar de su conversión cristiana pero volvió nuevamente al cristianismo inducido por su amigo, el sacerdote Hermolao. Fue perseguido por Diocleciano en 303 después de ser delatado dentro del entorno del emperador. Su negativa a renunciar a su credo le valió sufrir varias torturas hasta que finalmente fue decapitado en el año 305 dC cuando tenía cerca de 29 años. Fue enterrado en un terreno perteneciente a un profesor llamado Adamantino. La tradición cuenta que sus discípulos recogieron su sangre en pequeños trozos de tela y la distribuyeron en relicarios por toda Italia y parte de la cuenca del Mediterráneo. Su devoción se extendió rápidamente tanto en Oriente como en Occidente. La iglesia católica lo incluye como uno de los catorce santos auxiliadores y la Iglesia ortodoxa lo considera como uno de los santos anargyroi (“sin dinero”). Es invocado contra dolores de cabeza, tuberculosis, dolores de pies, depresión, plagas de langostas y diversas enfermedades del ganado. Se transformó en patrón de médicos, cirujanos, farmacéuticos y dentistas. También ha sido declarado protector de los animales domésticos.
En la catedral de Ravello (Italia) y en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid se conservan reliquias de su sangre en ampollas, conservada en estado sólido, que cada año se licúa en la víspera de su festividad, el 27 de julio. La Iglesia católica ya no reconoce como milagroso el proceso de licuefacción de sangre del santo, pero tampoco autoriza estudios científicos que puedan desvelar la causa del fenómeno. En la iglesia-santuario de San Pantaleón ubicada en la ciudad de Buenos Aires se guarda un trozo de hueso del brazo del mártir que fue obsequiado por el papa Juan Pablo I. En la ermita de San Pantaleón de Losa (Burgos) las imágenes de la portada y los capiteles representan los seis intentos de ejecución del martirio de Pantaleón: en plomo fundido, ahogándolo en el mar, en la rueda, en el potro, arrojándolo a las fieras y con la espada, para ser finalmente decapitado.
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Cómo citar este artículo:
Lancina Martín JA. Santos patronos de la Medicina y la Cirugía en la iglesia cristiana: San Lucas. San Cosme y San Damián. San Pantaleón [Internet]. Urología e Historia de la Medicina. 2022 [citado el día/mes/año]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2022/03/santos-patronos-medicina-cirugia.html
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