martes, 22 de febrero de 2022

El doctor Romano. Especialista e instructor real para el tratamiento del mal de retención de orina en la Corte de Felipe II. Su visita a Galicia en 1565 y 1566

Cirugía en España en siglo XVI
              El tratamiento instrumental y quirúrgico de las enfermedades urológicas, hasta la segunda mitad del siglo XVIII, estaba casi por completo en manos de cirujanos empíricos, llamados también romancistas por su desconocimiento de la lengua latina, quienes, a pesar de no tener ninguna formación académica, solían estar dotados de una gran habilidad. Los padecimientos urológicos que atendían comprendían las disfunciones de la micción y la retención de orina ocasionadas por la litiasis vesical, la estenosis de uretra o por la hipertrofia prostática.

      Los cirujanos empíricos aprendían su oficio de forma artesanal por transmisión directa desde sus instructores o maestros, en que no pocas veces actuaban como tales sus propios padres u otros parientes, precisando completar un período de tiempo variable como ayudantes de los mismos. Los empíricos especializados en patología urogenital tenían como práctica más habitual el tratamiento del mal de retención de orina que resolvían mediante el sondaje evacuador y la dilatación de la uretra usando diverso instrumental como sondas, juncos, hilos metálicos o bujías. También ejercían la práctica de la talla vesical para la extracción de cálculos de la vejiga. Esta técnica, de mayor complejidad y no exenta de graves complicaciones, tenía un uso más restringido y su ejecución solamente estaba al alcance de unos pocos empíricos, a los que se conocía con el nombre de tallistas o litotomistas.

              Debido a la gran frecuencia de estas dolencias entre la población, los monarcas de la Casa de Austria mostraron preocupación constante para que existiese un número suficiente de cirujanos prácticos en todos los rincones del Reino para la atención de estos enfermos. Durante el siglo XVI, y buena parte del siglo XVII, los reyes dictaron pragmáticas para regular convenientemente las actuaciones de estos empíricos. Se pretendía, además, la adecuada formación de nuevos cirujanos en el dominio de estas técnicas por lo que se dispuso que especialistas de reconocido prestigio se desplazaran por todo el territorio para su enseñanza. En los contratos se establecían unos honorarios de alta cuantía, similares o mejores a los asignados para los cirujanos de cámara, y también se fijaba el tiempo necesario de estancia para cada empresa con el objetivo de que transmitiesen sus conocimientos a los que se iniciaban o querían perfeccionarse en estos procedimientos.


Cirugía en España en siglo XVI

Sala con cirujanos realizando distintos procedimientos quirúrgicos. Grabado de una obra médica publicada en 1588, Facultad de Medicina de París


              En este contexto se desplazó a Galicia, a mitad del siglo XVI, el doctor Romano, cirujano romancista con sólida formación en el tratamiento del mal de retención de orina y que era conocedor de un novedoso tratamiento para las carnosidades y callos de la uretra consistente en la dilatación de la estrechez uretral mediante el uso de unas bujías de cera, conveniente reforzadas y ocasionalmente impregnadas de sustancias cáusticas, que recibían el nombre de candelas o candelillas.


 Visitas del doctor Romano a Galicia

              Se tiene constancia a menos de dos visitas del doctor Romano a Galicia, en 1565 a Santiago de Compostela y en 1566 a Mondoñedo.

              Visita a Santiago de Compostela

              El 17 de noviembre de 1565 se presenta en el consistorio del concejo de Santiago una carta sobre una resolución de Cortes en nombre del rey Felipe II, firmada por el doctor Agreda y Gonzalo de Hoces, que va dirigida al concejo santiagués con fecha del 1 de marzo de ese mismo año, en donde se informa para la conveniente recepción, en aquella ciudad y otras del Reino de Galicia, de Diego Díaz, más conocido como el doctor Romano, cirujano empírico de fama reconocida y amplia experiencia especializado en la cura e instrucción del mal de retención de orina.


Cirugía en España en siglo XVI

Vista panorámica de Santiago de Compostela en 1669 dibujada por Pier Maria Baldi durante un viaje realizado por España y Portugal por Cosme III de Medici (Consorcio de Santiago)


              En la carta se hace mención explícita de este deseo real, por cuanto “el Reino estando junto en Cortes tomó cierto asiento y concierto con el Doctor Romano, cirujano, para que curase en estos Reinos la enfermedad de retención de orina y avezase el arte e cura della a los médicos y cirujanos que los Ayuntamientos de las cibdades y villas le declarasen, sin les llevar por ello cosa alguna, y que a los pobres que ubiese de la dha enfermedad les curase de balde y a los otros les llebase una moderada paga y satisfacción por ello como vuestras mercedes lo podrán ber por el asiento que el Reino tomó con él e por la ynstrucción que dello le dio... y en las Cortes que Su Majestad mandó celebrar en esta villa de Madrid el Reino acordó que el dicho Doctor Romano visitase el Reino de Galicia e curase en él conforme a su ynstrucción los enfermos que ubiese de la dicha enfermedad y abezase la dicha arte e cura e las melecinas e ynstrucción con que la cura, a los médicos e ciruxanos que los Ayuntamientos de los pueblos que visitare le declarasen, como es obligado por su asiento e ynstrucción que lleva”. Como vemos se pretende el doble objetivo de que el doctor Romano atienda a los enfermos que padezcan la enfermedad, pero además también que pueda instruir a todos aquellos que estén interesados en el tratamiento de estas dolencias. La resolución no descuida que todo este proceso se desarrolle de forma altruista, no haciendo pagar honorarios a los enfermos atendidos, excepto pequeñas cuantías a los que tengan medios económicos suficientes, y tampoco será necesario que los cirujanos instruidos precisen pagar por su aprendizaje.

              En la carta queda bien claro la reputación y experiencia del doctor Romano “porque ha besitado las diez y ocho cibdades e villas que tienen voto a Cortes y echo con ellas las diligencias que era obligado”. Se tiene referencia de que en 1564, el año previo a su llegada a Santiago, fue llamado a Valencia donde “los jurados y el síndico de Valencia, en abril de 1564, acuerdan pagar a don Diego Díaz, trescientas libras para que resida en la ciudad cuatro meses enseñando públicamente a todas aquellas personas de la ciudad y reino que quieran saber la forma y manera que tiene adoptada tanto por práctica como por teórica en curar las carnosidades que se desarrollan en la orina y leer en el hospital general de la presente ciudad”. El cirujano valenciano Miguel de Leriza, en su libro Tratado del modo de curar las carnosidades y callos de la vía de la orina, publicado en Valencia en 1597, señala que “el Doctor Romano enseñó dicha cura y curó a muchos en esta ciudad de Valencia, lo qual nunca dexé yo de seguir, por ser una cura tan nueva, y de tanta industria, hasta ir a testificar por él a los jurados de esta ciudad”. Al año siguiente de su estancia en Santiago pasa por Mondoñedo y las Cortes también le ordenan desplazarse a las ciudades de Córdoba y Jaén, por petición propia de estas poblaciones, para la cura e instrucción de la enfermedad.


Cirugía en España en siglo XVI

Encabezado de la carta dirigida al concejo de Santiago de Compostela con fecha del 1 de marzo de 1565 sobre una resolución de Cortes en nombre del rey Felipe II instando la recepción en dicha ciudad del doctor Romano para la cura e instrucción de la enfermedad del mal de retención de orina


              Siguiendo con la carta presentada en el concejo santiagués, se indica explícitamente que se haga la difusión necesaria de la llegada del doctor Romano para conocimiento de los interesados en instruirse en tales artes y los enfermos afectos de la enfermedad “pues la obra es tan buena, vuestras mercedes provean que el primero o segundo día que llegare le nombren los médicos e ciruxanos que a de abezar la dha arte e cura e que se publique para que los que tuvieren la dicha enfermedad en su comarca y partido, se bengan a curar con él conforme a la dicha instrucción ... y porque somos informados que demás de los médicos que hay en esa cibdad, ay en algunas villas y lugares de su obispado otros muchos, mandarán vras. mds. abísalles que para los días que les fuere señalado por el dho Doctor rromano, vengan a esa cibdad oyr, leer y aprender la dha arte que así es obligado a leer y aprender la dha ynstrucción, para que todos los que quisieren aprender lo puedan hazer”.

              Para dar cumplimiento a estas instrucciones reales, el concejo mandó anunciar y pregonar esta resolución de las Cortes y transmitirla a las ciudades de A Coruña y Betanzos y a la villa de Noia y demás puertos y lugares de la comarca de Santiago. El primero en acudir al llamamiento fue Juan Tomás, licenciado y médico de Santiago, presentándose seguidamente Jerónimo Gutiérrez, licenciado de Noia; Pedro Sánchez de Ayllón, cirujano de Muros; Alonso Romero, maestro de Santiago; Antonio de Nis, licenciado y médico de Pontevedra; y Viana, bachiller y cirujano de Ribadavia. Todos ellos recibieron la instrucción directamente del doctor Romano, convirtiéndose así en sus primeros discípulos en Galicia quienes, a buen seguro, quedarían en condiciones de resolver con solvencia estas dolencias y serían, a su vez, maestros en la formación de nuevas generaciones de empíricos especialistas en el tratamiento del mal de retención de orina.


Cirugía en España en siglo XVI

Fachada del Hospital Real de Santiago de Compostela fundado por los Reyes Católicos en 1501 para dar cobijo a los enfermos y peregrinos que acudían a rendir culto al apóstol Santiago


              En la carta se manifiesta el deseo de que, al finalizar la estancia del doctor Romano, se facilite una memoria detallada de la labor por él realizada porque al “dársele testimonio de las curas que hiciese o de los médicos y cirujanos que abezase, para que acá se le pague y libre su salario y mandarle aí despachar con toda la brevedad, pues ba a hazer tan buena obra, porque si dentro de dos días que llegare no se le diere rrecado, él auía cumplido por lo que toca a esa cibdad con tomar testimonio dello”. El conocimiento real de las actividades realizadas servía, además de para ejercer un control sobre el cumplimiento de los fines que se perseguían, el de poder establecer la cuantía de los honorarios según los acuerdos a los que se había llegado.

              Después de una estancia de dos meses y medio en la ciudad del apóstol, el doctor Romano da por terminado el desempeño de su especial cometido procediendo a la celebración de la prevenida manifestación, bajo juramento, de los médicos y cirujanos a quienes había instruido. La fórmula elegida fue un “juramento sobre una señal de la cruz, que él curará a los pobres de balde, y que después que le enseñare el dotor Romano el dho arte, él lo enseñaría a las personas que los dichos señores le fuere señalado, sin llevar cosa alguna”. Finalmente se mandó despachar los correspondientes testimonios para que cada uno lo presentase ante su respectivo concejo, cumpliendo el mandamiento real de que “se lo manden dar por testimonio para que conste al rreino las diligencias que ha hecho”.


Cirugía en España en siglo XVI

Referencia al doctor Romano en la misiva de las Cortes del Reino dirigida al concejo de Santiago de Compostela en 1565 firmada por el doctor Agreda, miembro del Consejo del rey Felipe II, y Gonzalo de Hoces


              Los honorarios de las actividades profesionales del especialista, y los gastos ocasionados por el desplazamiento, eran abonados directamente por la tesorería real, sin embargo, el ayuntamiento de la ciudad visitada debía correr con todos los gastos que ocasionaba su estancia. En este sentido, el concejo santiagués no quiere regatear ningún esfuerzo para que la estancia del doctor Romano en la ciudad sea los más placentera posible encargando expresamente al procurador general, Diego Romero, que “tenga quenta de saber si el dicho doctor Romano tiene buena posada para poder leer la dha medicina, y no la teniendo se la busque y pague a costa de la ciudad, y queriendo estar en la que está, se la pague”. El concejo acuerda, el 29 de enero de 1566, librar la cantidad de setenta y cinco reales “por razón que se le mandaron dar para pagar la posada de dos meses y medio que estuvo en esta ciudad, a real cada día en que fue concertado su persona, criados y cabalgaduras”.

              Visita a Mondoñedo

              La visita del doctor Romano a la ciudad de Mondoñedo también está ampliamente documentada. Su llegada se produce el día 30 de mayo de 1566, posiblemente después de haber estado en Santiago de Compostela y antes de su partida a Córdoba. El instructor real se presenta en el concejo con una carta firmada por el doctor Agreda, miembro del Consejo de su majestad, y por Gonzalo de Hoces donde se dan instrucciones “sobre el curar de retençion de horin juntamente con el conçierto que el reyno tomo con el y una hestraçion de lo que estaba obligado a cumplir” para que el doctor Romano pueda atender a todos los súbitos que estén afectos de la enfermedad del mal de retención de orina y, además, pueda instruir a todos los interesados en el método terapéutico de la cateterización de la uretra con el uso de candelillas.


Cirugía en España en siglo XVI

Catedral y Plaza de Mondoñedo con el antiguo consistorio a la derecha del dibujo (BMM, ca. 1800-1830)


              Se hospeda este mismo día en la casa de Pedro de Losada, vecino del municipio. Para dar la mayor difusión de la presencia del doctor Romano en la ciudad se hizo pregón en espacios públicos el día 31 de mayo por parte de Pero Martínez, pregonero oficial de la villa, y se decidió enviar misivas a las villas más principales del ámbito de jurisdicción de Mondoñedo para procurar la mayor asistencia de pacientes afectados y de interesados en el aprendizaje de la técnica, de manera que “mandaron se escriba a las villas de Ribadeo, Bibero, Villalba, Castro de Rey, Santa Marta, Ferrol e Villanueba a cada una de las dichas villas una carta açiendoles saber de la venida del dicho Dotor Romano abisandoles que si hubiese algunas personas que quisiesen aprender la dicha çiençia o otras que estubiesen enfermas de la enfermedad a que benia a entender y curar de la enfermedad a que benia a entender el dicho dotor Romano lo beniesen açiendo dentro de ocho dias que ansi fuesen avisados”.


Cirugía en España en siglo XVI

Encabezado del acta del concejo de Mondoñedo del día 30 de mayo de 1566 por el que se dicta disponer posada en la ciudad al doctor Romano para el tratamiento de los enfermos afectados de la enfermedad de retención de orina mediante el uso de candelillas y de instruir a todos aquellos interesados en su aprendizaje


              Se hace especial mención de que los pacientes sin recursos económicos serán atendidos de forma gratuita como también será gratuita la instrucción de los prácticos interesados en su aprendizaje “por que a los medicos el dicho dotor romano se ofreçia a entrenarlos de balde y ansi a los enfermos pobres de balde y a los demas a moderados precios”.

              Pasado el plazo de ocho días fijado para que los interesados en el aprendizaje de la técnica hicieran la debida solicitud y, como quiera que no se presentó ningún candidato, el concejo decide reunirse el día 10 de junio para evaluar la situación haciéndose saber que “En la çibdad de Mondoñedo …  estando juntos en consistorio … los muy magníficos señores Bartolome Santesidro alcalde mayor de la dicha çibdad y obispado Gomez Gonçalez alcalde hordinario de la dicha çibdad e su concejo Juan Abade, Luys de Luazes, Francisco Rodrigues de Luazes, Pero Fernandez Balea, Pero Gonçalez regidores de la dicha çibdad paresçio en este conistorio el dotor Romano e hizo saber a sus merçedes como los ocho dias que se abian señalado a los lugares de la probinçia atrás contenidos para el hefesto que en los autos de atrás se açe mençion heran pasados y no abian paresçido ningunos medicos ni çerujanos apresentarse para efesto del enseñarles a curar de la dicha enfermedad de retençin de horina que benia a amosar y enseñar a los que la quisiesen aprender y presento en el dicho consistorio los testimonios que se abian llebado a la billa de Bibero Santa Marta y Villalba y dixo que los correos que abian llebado los otros testimonios a los otros lugares que fueron señalados no abian querido responder”.


Cirugía en España en siglo XVI

Acta del concejo de Mondoñedo del día 27 de junio de 1566 que certifica la labor realizada por el doctor Romano y la instrucción recibida por el médico Enríquez y el cirujano Rodrigo Fuertes librando los gastos ocasionados por la estancia del instructor real


              El concejo, entonces, decide nombrar de oficio al médico Enríquez y al cirujano Rodrigo Fuertes, ejercientes en la villa, para aprender el citado método terapéutico impartido por el doctor Romano quedando reseñado que “nombraron por personas para que aprendiesen la dicha cura sobre dicha al licençiado Enriquez medico e a Rodrigo Fuertes çerujano vesinos de la dicha çibdad los quales se presentaron e paresçieron en el dicho consistorio”. El alcalde les toma juramento para que no abandonen la ciudad sin dejar a alguien instruido, que no cobren por las intervenciones hasta que el resultado sea positivo y en caso de malos resultados deberán devolver a los pacientes lo que hubieran cobrado, por lo que queda reflejado que “primeramente que no se yran a vivir ni a morar fuera de la dicha çibdad sin dexar amestrado a otro en su lugar que sepa curar la dicha enfermedad, lo segundo que a las personas enfermas de la dicha enfermedad los an de curar de balde, lo terçero que curandolos sean pagos conforme a su asiento y no los dando curados y sanos les an de bolber lo que les ayan llebado por que asi es çierto lo a echo y açe el dotor Romano”. Ese mismo día 10 de junio se señala a los dos candidatos la hora de la una de la tarde para que se reúnan con el doctor Romano en su casa de hospedaje para comenzar el aprendizaje del oficio.


Cirugía en España en siglo XVI

Fonte Vella en Mondoñedo de construcción originaria del siglo XVI


              Después de permanecer veintiocho días en la ciudad, el día 27 de junio se produce reunión en el concejo para expedir acta de la labor realizada por el instructor real disponiendo los representantes del concejo “que el escribano del consistorio le de los testimonios que pide e se le dara licencia como la pide”. Asimismo, se hace expedir certificado de la instrucción que han recibido los candidatos asignados manifestando “el licenciado Enriquez medico por si y en nombre de Rodrigo Fuertes çirujano presentaron otra petiçion çerca de cómo el dicho dotor Romano les abia enseñado a curar la enfermedad de retençion de horina”. Se acuerda también que para retribuir los gastos ocasionados en la empresa se recurra a “Jacome Rodrigues de Labrada o otra persona que tenga dineros de la çibdad le acuda con seis reales que el dicho doctor Romano dio a los mensajeros que llebaron las cartas a los otros lugares de la probinçia e lo señalaron”. El día 16 de julio se libra la cuantía “para pagar la posada en quatro ducados atento la buena obra que yzo con su estançia en esta çiudad”.

  

Perfil biográfico del doctor Romano

              Poca documentación existe sobre la vida y obras de Diego Díaz, también nombrado Alfonso Díaz en algunos textos. Según el ilustre cirujano Francisco Díaz, ejercía la profesión de boticario y era de nacionalidad portuguesa. No se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, aunque está bien datada la de su fallecimiento el día 24 de septiembre de 1567. A mitad del siglo XVI se encontraba en Roma -de ahí proviene su seudónimo del doctor Romano-, donde consigue aprender la técnica del uso de las candelillas para el tratamiento de las carnosidades de la uretra. Esta novedosa técnica, que ofrecía resultados muy prometedores, se mantenía, por entonces, con cierto secretismo, no siendo fácil conseguir formación para su práctica. Al parecer, Diego Díaz pudo conocer la técnica por medio de un antiguo ayudante del maese Felipe Vélez quien durante esos años se desplazó desde España a Roma llegando a alcanzar una buena reputación en la ciudad eterna con este nuevo tratamiento. El afamado médico Andrés Laguna nos confirma estos hechos, aunque matiza que quien realmente enseñó la técnica al doctor Romano fue Juan Aguilera, médico del Papa, que a su vez lo había aprendido del maese Felipe. Según refiere Francisco Díaz “el doctor Romano tuvo tal astucia y maña que cogió el orden y la manera de curar y el secreto y sin parar más se vino a España”.


Cirugía en España en siglo XVI

Cirujano realizando un cateterismo de uretra a un soldado con retención de orina. Ilustración de 1560, British Museum de Londres


              En 1552, Diego Díaz viaja hasta España y establece su residencia en Valladolid, donde se encontraba asentada, por aquel entonces, la Corte del rey Felipe II. Una vez aquí, tras superar el oportuno examen del Tribunal de Protomedicato, ofrece sus servicios a las Cortes de Castilla para el tratamiento del mal de retención de orina y, asimismo, para instruir en el aprendizaje de la técnica para su curación. Los procuradores del Reino consideran extraordinariamente útil el nuevo método de tratamiento que proponía por lo que aceptan sus servicios nombrándole el 23 de junio de 1556 como cirujano maestro de dificultades de orina. Se acuerda un contrato, fijando un buen salario, para que se desplace por las distintas ciudades y comarcas del Reino con el fin de curar a los enfermos afectos de la enfermedad e instruir, al mismo tiempo, en el nuevo tratamiento a médicos y cirujanos interesados. Una cédula posterior le concede una ayuda de costa “en consideración a lo que en dicho cargo ha servido y sirve en el trabajo que con él tiene y a la carestía de los tiempos”. En los años 1563 y 1566, diversos acuerdos de las Cortes vienen a regular su actividad profesional. El doctor Romano llegó a prestar sus servicios a la Casa Real durante un período aproximado de catorce años, desde 1553 hasta 1567 año de su fallecimiento.


Cirugía en España en siglo XVI

Sala con enfermos hospitalizados en el hospital Hôtel-Dieu de Paris. Gabado en madera del siglo XVI. Biblioteca de Borgoña, Bruselas


              Se tienen referencia de múltiples desplazamientos de Diego Díaz por todas las tierras de Castilla y Aragón. Como queda dicho, cuando llega a Santiago de Compostela en 1565, en su carta de presentación se señala que con anterioridad ya ha estado en unas dieciocho ciudades y villas con la misma finalidad. También se conoce que realizó visitas a otras ciudades españolas después de su estancia en la ciudad del apóstol. Por tanto, queda constancia de la enorme trascendencia que se daban a estas prestaciones y enseñanzas desde instancias reales. Asimismo, queda claro la aprobación que los procuradores daban de la labor ejercida por el doctor Romano al renovar constantemente su confianza en nuevas empresas. No obstante, Francisco Díaz discrepa sobre el real beneficio de este proyecto afirmando que pese a que “curó a muchos, mostrándolo en diversas ciudades en particular a muchos cirujanos, de lo que al presente ha quedado poco fruto, por falta de curiosidad o por poca estimación del recurso, malográndose el buen deseo de las Cortes”.

              Otro cirujano empírico, contemporáneo del doctor Romano, que estaba especializado en procedimientos urológicos fue el licenciado Juan Izquierdo quien, a pesar de carecer de formación universitaria, fue un cirujano muy aclamado por su gran habilidad en la extracción del cálculo vesical mediante la talla de gran aparato o a la italiana, técnica en extremo complicada y con potenciales graves complicaciones. Tuvo el aprecio en la Corte y consiguió, sin dificultades, el debido permiso del Tribunal del Protomedicato para ejercer como cirujano, y por las Cortes para impartir la docencia. Usaba las candelillas de cera blanca para hacer el diagnóstico diferencial de la causa del mal de retención de orina, diferenciando entre carnosidades y piedras. Fueron discípulos suyos aventajados el licenciado Martín de Castellanos y Juan Martín Sanz.


Cirugía en España en siglo XVI

Talla por vía perineal de Celso para la extracción de cálculos en la vejiga, también conocida como talla de pequeño aparato o talla a la castellana. Está técnica tenía frecuentes complicaciones y estaba restringida a cirujanos especializados llamados litotomistas. Grabado del siglo XV


              Martín de Castellanos fue también un gran virtuoso en el dominio de la talla a la italiana y otras técnicas ya que según se afirmaba “su arte le permitía conocer la existencia de litiasis tentándola y en las mujeres conservando la virginidad, curar quebrados sin dejarlos impotentes, extraer cálculos y curar llagas y carnosidades”. Se le supone el conocimiento y uso de las candelillas. Pasó la prueba del Protomedicato sobre el año 1580 y su fama se acrecentó cuando fue nombrado cirujano de Felipe II. En virtud de sus méritos, una cédula firmada por Felipe III en 1612 le permite el desempeño de una cátedra de “Urología”, en donde se subraya que debe enseñar “a todos los médicos y cirujanos latinos y romancistas y barveros que os quisieren yor ... la práctica de sacar piedras y curar de los riñones, carnosidades, pasiones de orina y otras enfermedades desta calidad”.

              Agustín de Alba, de formación y condición muy similar al doctor Romano, en 1579 también solicitó licencia a las Cortes para ejercer su especialidad e instruir en el “tratamiento de las carnosidades de las vías de la orina, o vegetaciones de la uretra, mediante el empleo de las candelillas”, y fue aceptado por haber sido probado que era “hábil en ese menester y necesario que esa manera de curar se enseñase en el reino que es útil y provechoso este género de cura, quedando obligado Agustín de Alba a ponerlo por escrito y andar por las ciudades y villas que tienen voto a Cortes, y estar un mes en cada una dellas enseñando a todos los cirujanos de ellas que quisieren aprenderlos y curando las enfermedades que allí oviere durante el dicho tiempo y enseñar a los cirujanos de las dichas ciudades y villas que viniesen a aprenderlo a esta Corte”.


Cirugía en España en siglo XVI

Talla por vía perineal de Mariano Santo, también conocida como talla de gran aparato o talla a la italiana. Técnica en extremo complicada para la extracción de cálculos vesicales y con potenciales graves complicaciones. Grabado sobre tabla de cobre de Froriep que representa una talla perineal sectio mariana ejecutada por Tolet a principios del siglo XVII


              Otros empíricos contemporáneos del doctor Romano fueron el licenciado Alonso de Porras, litotomista que practicaba la talla perineal a la castellana, aunque, al parecer, sin el virtuosismo técnico de Juan Izquierdo; Francisco de Somovilla que practicaba la talla vesical con gran habilidad, siendo autorizado por las Cortes, en 1570, a enseñar el método curativo de las enfermedades de la orina y de la piedra; Andrés de Espinosa que afirmaba “ser cirujano de sacar piedras y curar quebrados, aunque sean de ambas partes, dejándolos capaces para la generación”, y que también fue autorizado por la Corona para enseñar estos métodos; y Céssar Blancalana, quien en 1617 juró como cirujano de cámara de Felipe III “por cirujano de carnosidades y orina”. Finalmente, Pedro Bibes, quien fue posiblemente discípulo del doctor Romano, de quien recibió instrucción durante su visita a Valencia en 1564, el concejo de Murcia lo contrató como experto en el “tratamiento de las carnosidades y pasión de orina” para que procediera a curar y enseñar dicho tratamiento por no haber en la ciudad ningún médico que lo conociera.

  

Práctica de la cirugía en la España del siglo XVI

              El Renacimiento va a suponer una época de cambios radicales en todos los órdenes de la actividad humana. En medicina significará un período de avances notables, favoreciéndose la investigación de las enfermedades y el modo de tratarlas. El estudio anatómico por disección de cadáveres se convertirá en una práctica habitual, con lo que mejorará el conocimiento de las enfermedades. La enseñanza de la medicina en la Universidad va a dar un gran vuelco, incorporando el estudio de la anatomía y de la cirugía.


Cirugía en España en siglo XVI

La obra del anatomista Andrea Vesalius De humani corporis fabrica libri septem, publicada en Basilea en 1543, tuvo una gran influencia y supuso una completa renovación del estudio anatómico. El avance en el conocimiento de la anatomía humana durante el siglo XVI propició el rápido progreso de la cirugía


              El Renacimiento entiende la medicina como el arte de conocer si las partes del cuerpo están sanas o enfermas y considera que existen dos tipos de enfermedades, las simples, debidas a una sola causa, y las compuestas, que son motivadas por varias causas simples que actúan conjuntamente. Los conocimientos médicos que poseía el médico del siglo XVI venían a ser fundamentalmente la prolongación de las doctrinas de Hipócrates y de Galeno, recopiladas y transmitidas por los autores árabes, sobre todo por Avicena; pero que, gracias a la enseñanza de la medicina en las Universidades, aparecerán paulatinamente obras basadas en la observación propia, que poco o nada deben a los clásicos.

              Si el siglo XVI es considerado como el siglo de oro español de las artes y de las letras, no resulta desmesurado considerarlo también como de la medicina, ya que en este siglo surgen una pléyade de médicos y cirujanos de enorme prestigio que ponen en práctica nuevos métodos de estudio y tratamiento de las enfermedades. En esta época se va a producir en España una eclosión de manuscritos y obras médicas, muchas de ellas de un enorme valor científico y académico.

              Los Reyes Católicos crearon el Tribunal del Protomedicato en 1477 con el fin de poner en orden la profesión médica, que se encontraba muy desregularizada. Los fines fundamentales de este tribunal fueron: comprobar la competencia mediante exámenes de la aptitud de médicos, cirujanos y farmacéuticos para ejercer su profesión, castigar a intrusos e imponer sanciones y multas por mala praxis. Desde entonces, será necesario para el ejercicio profesional en todas las tierras de la Corona que esta institución otorgue la obligatoria carta de aprobación.


La creación de cátedras de Anatomía en la Universidad, a la luz de las nuevas aportaciones del anatomista Vesalius, facilitó el desarrollo de los procedimientos quirúrgicos. Ilustración del libro “Succentuiciatus anatomicus” de Peter Paav (1616)


              Los procedimientos quirúrgicos, sin embargo, considerados como actuaciones manuales e instrumentales, seguían siendo despreciados por los médicos latinos, aquellos con formación en las Universidades y conocimiento de las lenguas clásicas, filosofía y artes. Estas prácticas, en consecuencia, se encontraban en manos de cirujanos empíricos, generalmente con bajo nivel cultural y sin estudios académicos, que aprendían el oficio de forma artesanal. Cada uno de ellos se especializaba en un campo concreto: extractores de cálculos vesicales, dedicados a fracturas y luxaciones, operaciones de hernias, sacamuelas, parteras, sangradores y otros. Estos especialistas habitualmente iniciaban el aprendizaje en la adolescencia acompañando a los maestros, a los que debían retribuir por estas enseñanzas. Su formación podía durar hasta un período de ocho años, dependiendo del grado de dificultad de cada especialidad. Los cirujanos romancistas solían operar al dictado de los médicos, siendo obligatoria su supervisión a partir del año 1588, y manejaban unos pocos instrumentos quirúrgicos acordes a su especialización.

              Las Cortes, por la falta de profesionales y a requerimiento de la Corona, protegían y estimulaban la actuación de los empíricos y también establecían contratos para que se desplazaran por todo el del Reino para tratar pacientes y revelar sus conocimientos a cuantos lo desasen. El empeño de la Corona por la adecuada atención de los súbditos afectos de estas enfermedades y que, además, se prestase esta asistencia de forma gratuita demuestra que, por aquel entonces, las instituciones de carácter religioso no eran las únicas que ofrecían servicios de atención médica gratuita basados en la caridad cristiana. También debe reseñarse el hecho de la preocupación real por la instrucción de médicos y cirujanos en estas prácticas para mantener un número suficiente de especialistas en el arte de curar estas dolencias. Esta iniciativa constituye un intento de institucionalizar estas enseñanzas ya que, al no estar comprendidas en los planes de estudio de medicina en la Universidad, corrían el riesgo de quedar en manos de especialistas mal instruidos con el consiguiente perjuicio para los pacientes afectados.


Cirugía en España en siglo XVI
Sala de hospital representado a cirujanos realizando varios procedimientos. Corte de madera por Jost Amman incluido en el libro “Opus chirurgicum” de Paracelso (Basilea, 1581)

              Los cirujanos empíricos que pasaban el examen del Protomedicato obtenían el título oficial de licenciado y la autorización legal para solamente el ejercicio de la técnica o técnicas de las que se habían examinado. Para impartir la docencia era necesario, además, solicitar el permiso a las Cortes o al Consejo Real de Castilla quienes establecían el procedimiento de la “información con probanza de testigo” para asegurase las cualidades del aspirante, la verosimilitud de sus habilidades y la consideración del interés general de su conocimiento. Su aprobación facultaba el título de maese o doctor, que venía a tener, en cierto modo, un significado similar a los títulos obtenidos en la Universidad.

              En esta época se pueden encontrar hasta tres tipos bien definidos de cirujanos, en relación a su formación académica, nivel asistencial y grado de competencia. En el nivel más alto están los cirujanos notables, que ostentan esta condición más bien por su habilidad manual que por sus conocimientos teóricos y que, por lo general, están al servicio del rey para su propia atención y la de su familia, aunque también deben estar al servicio de la milicia cuanto se estime necesario. Después se sitúan los cirujanos simples o latinos, con formación universitaria y normalmente ligados a una institución hospitalaria, un partido o un concejo. El médico o cirujano de partido fue una figura relevante de la medicina del siglo XVI porque sobre ellos recaía la salud de la mayor parte de la población. Por último, están los cirujanos empíricos o romancistas, sin estudios universitarios y que atienden fundamentalmente a la población con menos recursos, soliendo ejercer en lugares donde no se podía contratar a un cirujano de partido. Estos cirujanos suelen ser hábiles en el uso de la lanceta, las purgas, el cauterio, las ventosas y otros utensilios. Entre ellos hay notables diferencias de formación y nivel cultural, y algunos poseen grandes conocimientos médicos e incluso usan libros de medicina para su consulta.


Cirugía en España en siglo XVI

La uroscopia fue una técnica diagnóstica usada durante varios siglos y que consistía en inspeccionar visualmente la orina de un paciente en busca de signos de enfermedad. Grabado de una uroscopia durante una consulta médica, incluido en una obra del cirujano valenciano Juan Calvo (1596)


              Las enfermedades urogenitales aparecen reflejadas tanto en textos generales como en los quirúrgicos, en los que se incluye información anatómica y funcional junto con la descripción patológica. Los tratamientos por medios quirúrgicos se encuentran, en general, escasamente desarrollados porque estos procederes quedaban reservados a los cirujanos empíricos. Sin embargo, algunas obras se escriben directamente para los romancistas con el fin de instruirles en el conocimiento de las enfermedades que requieren de su intervención. Por lo tanto, en este tipo de obras suele hacerse una descripción detallada sobre las distintas técnicas quirúrgicas, sus indicaciones y posibles complicaciones. La uroscopia, u observación directa de la orina, siguió teniendo un papel central protagonista para el diagnóstico de las enfermedades como había ocurrido en la Edad Media. Durante el siglo XVI, el tratamiento del mal de orina se entendía por “el arte de sacar piedras de la vejiga y derribar y curar las de los riñones y de curar carnosidades, y todas estas pasiones de orina, así en hombres como en mujeres, sin cortarlas con hierros, niños y niñas, y así otros achaques y enfermedades que los hombres suelen tener en el escroto y partes ocultas”. La práctica estaba limitada a los empíricos, dado el carácter manual de estas técnicas, y los médicos solamente participaban en sus diagnósticos y cuando era requerido tratamiento farmacológico, en especial para la litiasis renal y vesical.

  

Tratamiento de las carnosidades de la uretra por el método de las candelillas

              En el siglo XVI, el cateterismo uretral tenía un uso restringido ya fuera con fin evacuador tras retención de orina o para practicar lavados vesicales por distintas dolencias. Sin embargo, más frecuentemente se practicaba la dilatación de la uretra por medio de juncos, hilos de plomo, sondas de plata o bujías de cuero o cera, llamadas también candelillas. Estas maniobras eran consideradas complejas y muy delicadas, debiendo confiarse su ejecución a unos pocos empíricos expertos, habilidosos y experimentados para evitar las temibles complicaciones que podían derivarse. La indicación más habitual para esta práctica eran las carnosidades de la uretra. Este término, aunque no todos los autores comparten su definición, equivale a lo que actualmente denominamos estenosis de uretra, si bien en aquella época también solían incluir todas las enfermedades de la próstata y del cuello vesical.


Cirugía en España en siglo XVI

Andrés Laguna, médico de Cámara del emperador Carlos V, es el primer autor español en referirse a las carnosidades de la uretra describiendo el proceder diagnóstico y terapéutico en su obra Methodus cognoscendi extirpandisque excrecentes in vesicae collo carunculas, con primera edición en Roma en 1551, en donde recomienda el tratamiento mediante el uso de candelillas


              Andrés Laguna es el primer autor español en referirse a esta dolencia describiendo el proceder diagnóstico y terapéutico en su libro Methodus cognoscendi extirpandisque excrecentes in vesicae collo carúnculas, editado en 1551. A esta patología la denomina como carúnculas y las define como “excrecencias o carnosidades que asientan en la uretra cerca del cuello vesical que dificultan la micción y hasta llegan a suprimirla, produciendo retención”, suponiéndole un origen por infección gonocócica y destacando como sus síntomas principales la disuria, retardo del chorro miccional y aumento de la frecuencia miccional nocturna. Recomienda el tratamiento mediante uso de candelillas.

              Francisco Díaz, en su Tratado nuevamente impresso, de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga y urina, publicado en 1588, hace una descripción minuciosa de todos los aspectos concernientes a esta enfermedad definiendo a las carnosidades como “una excrecencia de carne ... a modo de una herida que crece más de lo necesario en el canal de la uretra ... y se viene a endurecer de manera que callo duro incurable”. Le supone también un origen gonocócico y recomienda se haga un minucioso diagnóstico diferencial, en especial con la litiasis, mediante el uso de la candelilla, el junco, el plomo o la algalia ya que “con estos instrumentos es menester la experiencia de artífice, para saber conocer si es piedra o materia gruesa, o arena inculcada en el caño, o carnosidad o callosidad, que en esto suele aver confusión y engaño”. Considera infausto su pronóstico, si no responde a los tratamientos, porque dificulta la micción hasta llegar a la retención de orina. De todos los métodos de tratamiento sugeridos defiende el uso de las candelillas, aplicando sustancias cáusticas si fuere necesario, ya que por sus buenos resultados “ha permanecido, y permanecerá, como el más útil y cómodo de todos y a más de veynte y ocho años que he usado dél en muchas necesidades”. En caso de existir dureza, en forma de callo, recomienda entonces el uso del instrumento cisorio de su invención precisando que debe ser introducido “hasta donde estuviere la carnosidad o callo, y luego apretar como he dicho, y cortar con mucho espacio, con el mayor tino que se pudiere, y desta manera proseguir hasta acabar de romper la callosidad”.


Cirugía en España en siglo XVI

Francisco Díaz, en su Tratado nuevamente impresso, de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga y urina, publicado en Madrid en 1588, hace una descripción minuciosa de la enfermedad por carnosidades de la uretra defendiendo el uso de las candelillas excepto cuando exista dureza por callosidad, recomendando entonces el uso del instrumento cisorio de su invención


              Otras aportaciones notables al diagnóstico y tratamiento de esta dolencia durante el siglo XVI en España son las de Francisco Morel en su manuscrito De carbunculos y callos de la via de la orina, editado en 1500; Cristóbal de Vega en su obra De curatione caruncularum, publicada en 1552; Agustín de Farfán en su Tratado breve de Chirugia, editado en 1579; y la de Miguel de Leriza en su Tratado y modo de curar las carnosidades y callos de la vía de la orina, publicado en 1597.

              En relación con los comienzos del uso de las candelillas, para el tratamiento de las carnosidades de uretra, se tiene referencia de que ya a principios del siglo XV Antonio Guainerius, profesor de la Universidad de Pavía, empleaba bujías de cera. Arculano, profesor de las universidades de Padua y de Ferrara, a mitad de ese mismo siglo, también refiere el empleo de estas bujías céreas. Lorenzo Aldarete, catedrático de Prima en la Facultad de Medicina de Salamanca, fue el primero en usar estas candelillas en España y cuya técnica debió conocer durante su estancia de estudios en Ferrara. Amato Lusitano, en su obra Centurias de curaciones medicinales, publicada en 1551, confiesa haber utilizado ya las candelillas con éxito en 1550 asegurando que Aldarete fue su maestro, considerándole el inventor del método y quien le enseñó la manera de fabricar las candelillas y de servirse de ellas. Lusitano también afirma que enseñó el método al maestro Felipe Vélez quien luego lo difundió por toda Europa. Andrés Laguna, en 1551, señala que “el maese Felipe le reveló la invención a él y a su amigo, médico del Papa, Juan Aguilera y después de haberse ido a Palestina, lo descubrió a Diego Díaz, boticario portugués, de quien lo aprendió Ginés Fontana, cirujano del Excmo. Sr. D. Pedro de Toledo”.


Cirugía en España en siglo XVI

Instrumental quirúrgico para practicar el sondaje y dilatación de la uretra descrito por Francisco Díaz en su Tratado nuevamente impresso, de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades de la verga y urina (1588)


              Francisco Díaz confirma que “el Dr. Aldarete ... fue el primero que trató de esta cura, y el inventor della, y que por él se tenía noticia de este mal”. Tampoco deja de reconocer las inestimables contribuciones al uso y divulgación de esta técnica realizadas por el maese Felipe Vélez, discípulo de Aldarete, que fue cirujano del emperador Carlos V. El monarca padecía la enfermedad, que le ocasionaba innumerables molestias, sufriendo de repetidos episodios de retención de orina que el maese Felipe trataba mediante el uso de “una candelilla de cera delgada con su pabilo adereçada de manera que no se pudiese quebrar, pero que pudiera doblarse y ponerse en la misma figura que la vía de la orina y poner a la redonda de ella un medicamento que es comedor de carne, que es cáustico o cauterio potencial y con esto comenzó la cura”.

              Con respecto a la difusión de la técnica, Francisco Díaz refiere que “estaba sirviendo de practicante al maese Felipe un mancebo boticario, natural de Roma, y tomó el secreto y volvióse a Roma, a donde comenzó a usar de la cura y fue recibido con grande aplauso y contento universal de toda la ciudad ... En este tiempo estaba en él un mancebo portugués boticario llamado Diego Díaz y después se llamó Doctor Romano” que aprendió la técnica de aquél trayéndola de nuevo a España.


Cirugía en España en siglo XVI

Instrumento cisorio de Francisco Díaz que considera especialmente indicado en la estenosis de uretra con existencia de esclerosis. Ilustración de 1588


              Sobre el proceder técnico en que se basa este tratamiento, Miguel de Leriza nos indica que para introducir la candela debe estar “el enfermo arrimado a la pared, derecho y con los pies juntos, se tomará el miembro con la mano izquierda, encogiendo para dentro el capullo, para que se descubra la vía de la orina y así con la mano derecha se tomará la candela untada en aceite, y la pondrá por la vía muy poco a poco”. Francisco Díaz aconseja que la dilatación uretral se haga de forma progresiva, usando candelas de menor a mayor calibre, de forma que “se debe comenzar a abrir camino usando una candelilla fina bien untada en aceite de almendras dulces para que entre con mayor facilidad, y se vaya haciendo poco a poco, tomando cada día una ventaja”.

              El propio maese Felipe Vélez se vio afectado por las carnosidades y, según nos describe Francisco Díaz, esta dolencia “llegaba a suprimirle la orina y dio mediante el sondaje con una candelilla de cera con el diagnóstico de las excrecencias carnosas y con los cáusticos que las corroyeren, usaba cardenillo, piedra de alumbre y caparrosa”, y decidió proceder de manera que “con la candelilla tomaba la medida donde estaba la carnosidad y allí excavaba la candelilla, raspando la cera y todo lo que quitaba de cera, hendía del mismo cáustico y cuando le tenía puesto, usaba la candela con aceite de almendras dulces y metíala hasta dejarla asentada en la carúncula y allí la tenía 24 horas”.


Cirugía en España en siglo XVI

Miguel de Leriza en su Tratado del modo de curar las carnosidades y callos de la vía de la orina, publicado en Valencia en el año 1597, describe la enfermedad de las carnosidades de uretra siguiendo los dictados de Francisco Díaz y es firme defensor del tratamiento con las candelillas según la técnica propuesta por el doctor Romano 


              El cateterismo uretral con las candelillas de cera fue aceptado, de forma generalizada, como como uno de los que mejores tratamientos de las carnosidades de la uretra por sus buenos resultados. Sin embargo, también hubo algunos detractores de esta técnica como el cirujano latino Juan Calvo, quien en su libro Cirugía universal y particular del cuerpo humano, editado en 1580, no se manifiesta partidario del uso de las candelillas ni del instrumento cisorio de Francisco Díaz ni el propuesto por Ambroise Paré, debido a las temibles complicaciones que podían ocasionar. Bartolomé Hidalgo de Agüero, también cirujano latino, en su libro Avisos particulares de cirugía contra la común opinión, editado en 1584, propone para el tratamiento de las carnosidades el uso exclusivo de baños locales que favorezcan su ablandamiento a fin de que permitan la introducción por la uretra de un junco verde o de una candelilla portadora de ungüento no cáustico porque “las carnosidades de la vía de la orina no se han de romper con plomo ni gastar con el cáustico común cuando las quieren extirpar”.

 

 

Bibliografía recomendada

 - Carro Amigo S. El Doctor Romano, instructor de médicos gallegos en el arte de curar el mal de orina. Anales de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. 1960; 9(3):447-450.

 - Díaz F. Tratado nuevamente impresso de todas las enfermedades de los riñones, vexiga y carnosidades dela verga y urina. Madrid: Impreso por Francisco Sánchez; 1588.

 - Fernández Fernández A. Francisco de Somovilla. Eminente cirujano urólogo riojano en el Renacimiento. Zubía Monográfico. 2000; 12:103-110.

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 - Revilla J. La enseñanza de curar la retención de orina en Valladolid en el siglo XVI. Madrid: Boletín del Consejo de Colegios Médicos; 1942.

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 Cómo citar este artículo:

Lancina Martín JA. El doctor Romano. Especialista e instructor real para el tratamiento del mal de retención de orina en la Corte de Felipe II. Su visita a Galicia en 1565 y 1566 [Internet]. Urología e Historia de la Medicina. 2022 [citado el día/mes/año]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2022/02/doctor-romano-cirugia-espana-siglo-xvi.html

1 comentario:

  1. Sin duda una muy buena lectura, se nota de inmediato la importancia en cuanto a los procuradores en la historia

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