sábado, 23 de diciembre de 2023

El adolescente Pablo Picasso durante su estancia en A Coruña (1891-1895): Mecenazgo del Dr. Ramón Pérez Costales

Picasso en Coruña
    Ramón Pérez Costales fue un médico y político muy popular en A Coruña durante la segunda mitad del siglo XIX. Su fama llegó a extenderse más allá por haber creado el primer centro de vacunación animal y humana en Galicia contra la viruela y por ser nombrado ministro de Fomento por Pi y Margal durante la I República. También fue impulsor de múltiples iniciativas culturales y filantrópicas, y durante muchos años fue figura central del movimiento republicano en A Coruña. Su compromiso de servicio con los más necesitados le valió ser reconocido como el “médico de los pobres” a los que atendía de manera altruista. También fue un prolijo publicista escribiendo artículos de diversa índole, tanto de contenido médico como de opinión política, y tampoco tuvo reparo, aunque con menor éxito, de publicar algunos textos literarios de poesía y de teatro.

    Pérez Costales mantuvo una fuerte relación con la familia Ruiz Picasso actuando como un verdadero mecenas del adolescente Pablo Picasso durante todo el tiempo que permaneció en la ciudad herculina (1891-1895), después de que su padre, José Ruiz Blasco, obtuviera la plaza de profesor en la Escuela de Bellas Artes coruñesa. Costales, conocedor del potencial artístico de Pablo, le daba continuamente ánimos para que desarrollara sus aptitudes pictóricas, premiándole con dinero por las obras que aquél le pedía y consiguiendo que pudieran materializarse las primeras exposiciones públicas de las obras del jovencísimo pintor malagueño. Asimismo, tuvo que intervenir como médico de la familia del pintor en unos momentos trágicos al haber contraído la difteria Conchita, la hermana pequeña de Pablo, no siendo posible su curación falleció cuando contaba con solo siete años de edad.


Picasso en Coruña
Vista general de A Coruña (1891). Foto de Hauser y Menet (Madrid). Colección particular


Llegada de la familia Ruiz Picasso a A Coruña

    La familia Ruiz Picasso llega a A Coruña posiblemente el día 6 de octubre de 1891 procedente de Málaga para que su padre, José Ruiz Blasco, tome posesión como profesor numerario de Dibujo de Adorno y de Figura en la recién creada Escuela Provincial de Bellas Artes de A Coruña. De las primeras impresiones que Ruiz Blasco tiene de la ciudad y de sus gentes dejará constancia en las cartas que escribe a su esposa desde A Coruña antes del traslado del resto de su familia: “Me he encontrado a unas gentes muy amables y simpáticas a quienes el único defecto que les veo es que hablan o chapurrean un dialecto inintelegible … (A Coruña) es una ciudad muy agradable. Os gustará … (tiene) un mar más bravo que nuestro Mediterráneo, con altas olas que baten las murallas próximas a los arenales, que también son muy abundantes. Dile a los niños que en el buen tiempo tendrán playas muy próximas para bañarse”. En el momento del traslado, el padre de Pablo ya está entrando en la madurez pues tiene 53 años de edad. Con él se trasladan su esposa, María Picasso López, entonces con 36 años de edad, y sus hijos Pablo, Lola y Conchita, de 9, 6 y 4 años respectivamente. La familia se instala en la calle Payo Gómez, número 14, piso 2º, muy en proximidad al centro urbano y a la Escuela de Bellas Artes. En el piso van a convivir, junto a la familia, su criada y su querido perro Clíper. La vivienda había sido recomendada por el que sería protector, apoyo y guía de la familia en la ciudad, el doctor Ramón Pérez Costales, que residía en una mansión situada juntamente enfrente del edificio donde se instaló la familia Ruiz Picasso.


Picasso en Coruña

Pablo Picasso a los 14 años (Barcelona, 1895). Colección fotográfica Eduard Vallés. Sucesión Pablo Picasso, París


    La ciudad que se encontraron los Ruiz Picasso contaba entonces con casi 40.000 habitantes. A Coruña era la ciudad más próspera y moderna de Galicia, en continuo crecimiento, y la más poblada de toda la comunidad. Era una ciudad abierta, multicultural, librepensadora, con mucha agitación política y cultural, que tenía como principal actividad económica el puerto marítimo, con las pesquerías, el transporte de mercancías y también de pasajeros, principalmente con los territorios españoles en América. También existía una floreciente actividad industrial, en la que destacaban la Fábrica de Tabacos, que en 1891 daba empleo a 3.833 cigarreras además de numeroso personal masculino. Otras factorías relevantes eran la vidriería La Coruñesa, la de hilados y tejidos La Primera Coruñesa o la Fábrica de Gas. Había una considerable vida social en diversos círculos y sociedades recreativas entre las que sobresalían el Círculo de Artesanos y el Sporting Club Casino. Los periódicos más relevantes eran La Voz de Galicia y el Diario de Galicia. El ambiente cultural y político de la ciudad estaba en plena efervescencia, en un período de auge del liberalismo, el republicanismo y el galleguismo. Sobresalían las figuras de la novelista del realismo Emilia Pardo Bazán, el historiador y escritor galleguista Manuel Murguía, esposo de la poetisa Rosalía de Castro, y el poeta galleguista Eduardo Pondal.


Picasso en Coruña
Retrato de Ramon Pérez Costales. Óleo de Gumersindo Pardo Reguera, A Coruña, 1894. Paradero desconocido. Foto depositada en Real Academia Galega, A Coruña

    La familia Ruiz Picasso se dirigió al Dr. Costales haciendo uso de la carta de recomendación que le había facilitado el hermano de Don José, Salvador Ruiz Blasco, también médico como Costales. Por encima del compromiso social, que aquella carta pudiera representar, surgió desde el principio una profunda amistad entre la familia y el popular médico, lo que facilitó su rápida integración en la sociedad coruñesa. Costales era un personaje muy conocido y estimado en la ciudad, reconocido médico, también benefactor y escritor, y con inclinaciones políticas republicanas que le llevarían a ocupar puestos de responsabilidad local y a nivel nacional, llegando ser ministro de Fomento y de Bellas Artes durante la I República. El Dr. Costales presentaba a Ruiz Blasco a numerosos amigos y le invitaba a participar y a asistir a todos los importantes eventos sociales que se producían en la ciudad. Le introdujo en varias sociedades, como la influyente y prestigiosa Circulo de Artesanos o la Sociedad Folk-lore Gallego, ésta última de finalidad cultural. Rafael Inglada Roselló, el biógrafo malagueño de Picasso, afirma que es posible que la relación entre Costales y la familia del pintor se remonte años atrás, a 1884, donde es posible que Salvador hubiese coincidido con su colega ya que ambos fueron un tiempo médicos de Sanidad Marítima de sus respectivos puertos, A Coruña y Málaga. Es así como se explicaría que el 14 de julio de 1884 José Ruiz Blasco solicitase por primera vez su traslado a la Escuela de Bellas Artes de A Coruña, y que volviera a insistir el 22 de marzo de 1887 en este nuevo destino. Tras optar por tercera vez en diciembre de 1890, no fue hasta el 4 de abril de 1891, como hemos señalado, cuando finalmente logró su ansiado objetivo.


Picasso en Coruña

Fachada principal de la casa en calle Payo Gómez nº 14 de A Coruña. En el segundo piso vivió la familia Ruiz Picasso


    Además, Costales se convirtió en una especie de mecenas para el joven Pablo, al que siempre estaba animando y promocionando, dedicándole palabras de admiración por sus dotes artísticas para la pintura y que, además, será el encargado de organizarle sus primeras exposiciones públicas. Pablo, del que siempre dio muestras de agradecimiento, le hizo un retrato en 1895 que siempre figuró entre sus obras más estimadas y nunca quiso desprenderse de ella. El “Retrato de Ramón Pérez Costales” representa al doctor, que entonces tenía 63 años de edad, con una apariencia natural, en actitud relajada, sereno y seguro, como un venerable sabio, con porte de señor distinguido llamando poderosamente la atención la extraordinaria vivacidad de su mirada. La pintura refleja cierto aire de informalidad o descuido. Viste una especie de chaquetón doméstico de abrigo, con cuello blanco almidonado y un lazo por debajo. El tronco descansa sobre el respaldo de una butaca. Tiene espesa caballera blanca y amplio bigote unido a patillas. Su frente despejada y una mirada atenta e inteligente. El cuadro da un aspecto de inconclusión, pero Picasso nunca fue partidario de terminar una obra porque pensaba que perjudicaba a la pintura. Sabartés sobre este cuadro afirma que “además de las tablitas que poseía el doctor Pérez Costales, Pablo pintó en La Coruña un retrato al óleo del mismo doctor: lo veo a diario en el taller de Picasso”. Cuando el escritor gallego Ramón María Tenreiro visitó a Picasso en París en 1923 pudo observar como este retrato colgaba de una pared. Efectivamente, este cuadro acompañará siempre al pintor ocupando un lugar destacado en las distintas residencias y talleres que habitó, lo que indica el gran aprecio que tenía a esta pintura de la adolescencia y que, sin duda, también refleja la estima que guardaba por el Dr. Costales.


Picasso en Coruña

Panorámica en detalle de A Coruña (1891). En la foto se observa el Instituto y Escuela de Bellas Artes “Eusebio da Guarda” (1), la Torre de Hércules (2), la mansión del Dr. Pérez Costales (3) y la vivienda de la familia Ruiz Picasso (4). Foto de Hauser y Menet (Madrid). Colección particular


    Era tal la estima que tenía Costales por el joven Pablo, que acostumbraba a invitarlo a comer en su residencia cada jueves de la semana. De los muchos momentos pasados en esta mansión se inspiró Pablo para pintar en 1895 dos tablitas de su interior, tituladas “Alcoba” y “Dos habitaciones”. En la primera pintura suponemos representa el dormitorio del doctor, y en la segunda se observa al fondo la habitación de su pequeña nieta María. También cabe destacar el óleo "La enferma", pintado sobre una tablilla por Pablo en 1894, que representa a una convaleciente en cama asistida por un médico, al que toma como modelo al Dr. Costales a quien regalará la pintura. Este cuadro es considerado por muchos el primero de tema adulto del artista, y que además sería el primero de una larga serie de pinturas que Picasso dedicará al tema de la salud y la enfermedad a lo largo de su vida. Sobre esta misma temática pintará en Barcelona, tres años más tarde, "Ciencia y caridad", una de sus obras maestras durante su estancia en la ciudad condal. El secretario personal de Picasso, Jaime Sabartés Gual, en una carta dirigida, el 25 de mayo de 1954, al periodista coruñés José Luis Bugallal Marchesi, dice que “hablando de La Coruña, Picasso se complace en recordar al médico que asistió a su hermanita Conchita, el doctor Ramón Pérez Costales, amigo íntimo de su padre. Un republicano a toda prueba”, y del que Picasso también llegó a decir que “recuerdo su noble figura, su cordialidad, aquel bigote que se rizaba y que para mí resultaba impresionante, Le recuerdo mucho más que a mis compañeros de juego. Con él dialogaba, con él cambiaba impresiones … Creo que todo pintor debe recordar con gratitud a su primer cliente. Don Ramón Pérez Costales se había convertido en mi mecenas”.


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Salvador Ruiz Blasco. Tío de Pablo Picasso (Málaga, ca. 1870). Foto de Francisco Rojo & Hijo


    Por mediación del Dr. Costales, Don José, muchas veces acompañado por su hijo Pablo, asistió a celebrados acontecimientos como las conferencias ofrecidas por los políticos Pablo Iglesias, fundador del PSOE y la UGT, y Francisco Pi y Margall, expresidente de la I República. El líder socialista ferrolano dio unos sonados mítines en el Circulo Coruñés los días 14 y 24 de febrero de 1892, con gran asistencia de público, y en el que pidió, entre otras cosas, la supresión de la iglesia y la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Sobre este mitin, Picasso recordaría que “conocí en La Coruña personalmente al padre del socialismo español, Pablo Iglesias, que en sus mítines exigía que se terminase con la tiranía del capital y se construyese la futura sociedad por medio de unas leyes hechas por los obreros”. Por otra parte, Pi y Margall hizo una visita a A Coruña el 18 de septiembre de 1892, en donde tuvo un multitudinario recibimiento a su llegada a la estación de tren. Se alojó en la propia casa del Dr. Costales desde cuyos balcones ofreció, a su llegada, un improvisado discurso a los allí congregados. La recepción solemne del insigne político se celebró en el republicano Liceo Brigantino, en donde defendió sus grandes ideales de democracia, federalismo y república. Picasso narró a su secretario Sabartés que “la primera vez que vi banderas republicanas fue en la casa de Don Ramón (Pérez Costales), cuando Pi y Margall vino a La Coruña. Las había en todas las ventanas”.


Vida social de la familia Ruiz Picasso en A Coruña

    José Ruiz Blasco mostró su firme compromiso con la ciudad que lo acogía formando parte de instituciones y movimientos ciudadanos. En 1893, participó activamente en la Junta de Defensa para mantener la Capitanía Militar en la ciudad de A Coruña, un movimiento popular que surgió en reacción contra el proyecto del Ministerio de Guerra de crear una nueva división territorial militar, que amenazaba la pérdida de la capitalidad del distrito Noroeste para A Coruña en favor de León. En esta Junta era miembro destacado el Dr. Costales y, a pesar de las dificultades surgidas, se consiguió mantener la Capitanía en A Coruña. Don José también formó parte de la junta general para la creación de la Academia Gallega, el 17 de febrero de 1895, que presidía Pérez Costales, y que tenía como finalidad ser el referente cultural de toda la comunidad gallega. La Academia Gallega surge desde la previamente creada Sociedad Folk-lore Gallego, que se había instituido en 1884 bajo la presidencia de Emilia Pardo Bazán. Ruiz Blasco era socio de Folk-lore y da su aceptación a formar parte como socio también de la resultante Academia. La reunión de constitución se produjo en el edificio de la Diputación coruñesa a la que asistieron un total de 41 personas de distintos ámbitos culturales como Manuel Murguía, Eduardo Pondal, Andrés Martínez Salazar, Galo Salinas, Eugenio Carré e incluso profesores de Bellas Artes como Isidoro Brocos, Emilio Fernández Deus o José González Jiménez.


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Retrato de Ramón Pérez Costales (A Coruña, 1895). Pintado por Pablo Picasso. Óleo sobre lienzo, 52x37 cm. Sucesión Pablo Picasso, París


    Pablo era un niño espabilado, juguetón y algo travieso. Se sentía más libre en A Coruña, fuera de la estricta vigilancia de sus tías cuando vivía en Málaga, aunque su madre estaría en todo momento pendiente de las andanzas de su inquieto hijo. Picasso confesaría que "huía de la vigilancia de mi madre … una vigilancia insuficiente porque apenas alcanzaba su visión a una parte de la plaza en la que jugaba con mis nuevos amigos gallegos … Mi madre, para vigilarme, se tenía que subir a la taza del retrete. Se ponía de puntillas y, en tan incómoda postura y desde tan angosto ventanuco, contemplaba mis juegos". El piso que ocupa la familia era amplio, con un pasillo largo, destacando la galería de la parte posterior que daba a un patio abierto, desde la que el joven Picasso podía contemplar a las palomas, que tanto serían objeto de sus pinturas a lo largo de su vida. Se supone que en esta estancia pasaba las horas pintando con su padre. Precisamente era en este lugar donde existía un retrete, desde el que su madre podía contemplar la plaza de Pontevedra, donde su hijo Pablo jugaba con los amigos. En la casa llama la atención el enorme armario empotrado que preside el pasillo, con las puertas llegando hasta el techo. La habitación de Pablo estaba justo enfrente del armario, y cuenta como se le parecía “a un monstruo” cuando lo contemplaba desde la cama en la oscuridad de la noche.


Picasso en Coruña
Alcoba de la casa del Dr. Pérez Costales (A Coruña, ca. 1895). Pintado por Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona


    La integración de Pablo en la ciudad es total. Así lo indican las numerosas y documentadas anécdotas que han podido conocerse. Participa en las algaradas que enfrentan a los estudiantes del Instituto y de Bellas Artes, por la inevitable rivalidad que surge al compartir las mismas instalaciones, en el recién creado Instituto da Guarda. Juega con sus compañeros de clase a regatear las olas en la vecina playa del Orzán. También en este arenal se producen enfrentamientos a pedradas, entre los que frecuentemente están implicados alumnos del Instituto. El 27 de febrero de 1894 se da cuenta de una de estas pedreas, de la que toman parte unos doscientos jóvenes. La participación de Pablo parece evidente, ya que su padre se ve obligado a pagar una multa al consistorio como sanción por los desórdenes públicos causados por su hijo. Pablo también juega con sus compañeros a los toros en la Plaza de Pontevedra, que está situada justamente enfrente del Instituto, emulando, sin duda, a lo que observa en la plaza de toros coruñesa, a la que acude con frecuencia acompañando a su padre, gran aficionado a la fiesta nacional. Entre los niños que participaban en estos juegos recuerda Picasso a Manoliño, hijo de unos jornaleros de la localidad próxima de Oleiros. Le confiesa a Olano que “en el colegio, con los otros niños, allá en La Coruña … jugábamos con las chaquetas a los toros. Uno hacía siempre de toro. Era muy divertido”. Era costumbre que en estos juegos, los niños se colocasen una cabeza de toro hecha con mimbre según revela Emilia Pardo Bazán en el cuento “La niña mártir”. El monte de Santa Margarita es también lugar frecuente donde los jóvenes se retan para las pedreas, un brutal juego que, por desgracia, se producía frecuentemente, a tenor de las noticias publicadas en la prensa local de la época, y que también aparecen descritas con detalle en alguna de las obras literarias de Emilia Pardo Bazán.

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Dos habitaciones de la casa del Dr. Pérez Costales (A Coruña, ca. 1895). Pintado por Pablo Picasso. Museo Picasso, Barcelona


    Picasso reconoce haber adquirido muchas aficiones durante su estancia en la ciudad herculina entre la que destacada su apetencia por el teatro, comentándole a Olano que “los porteros y acomodadores permitían que me colase en el interior del Teatro Principal por el que, sobre todo en verano, desfilaban las mejores compañías españolas … acompañando a mi hermana Lola, no nos perdíamos ni una función de Echegaray, del coruñés Linares Rivas, del jovencísimo Jacinto Benavente, ni los ferrallos, funciones que asumían los actores aficionados”. Una de las obras que presencia es “El alcalde de Zalamea” de Calderón de la Barca, que se pone en escena en el mes de abril de 1892. También tuvo afición por al baile, del que llegó a recibir aprendizaje porque “nos apuntamos a las clases de baile que impartían gratuitamente a los niños en el Círculo de Artesanos”. Compartía, junto a su madre, su querencia por el mar y en A Coruña va a tener la oportunidad de disfrutarlo en toda su plenitud y no le faltará ocasión de acudir a alguna de sus varias playas. Pablo comenta que “el lugar más cercano para bañarnos era la playa de Riazor desde la que veíamos la Torre de Caramelo (Torre de Hércules). Mi madre iba tapada hasta los tobillos en un original traje de baño, a rayas, que más bien parecía el uniforme de un presidiario. A mí me prestaba unos calzoncillos que me cubrían hasta los tobillos y que pertenecían a mi padre”.


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La enferma (A Coruña, abril 1894). Pintado por Pablo Picasso. Colección privada


    En A Coruña, Pablo va a sentir la llamada de los primeros amores. A la niña Ángeles Méndez Gil, de la que se enamora platónicamente, le dedica románticos dibujos de palomas. Su hermana María era una de las dos alumnas que asisten a las clases del Instituto, con un permiso especial para asistir junto a los chicos, y que comparte pupitre en la misma aula que Pablo. María es una de las mejores estudiantes de la clase por la que Pablo siente aprecio al punto que le pide estampar su firma en uno de sus libros de texto. Ángeles acompaña en ocasiones a su hermana María al Instituto, con frecuencia junto a la criada de casa, y así Pablo tiene la ocasión de encontrase con ella. Queda prendido de Ángeles e intenta cortejarla escribiéndole poesías y ofreciéndole dibujos de palomas. La muchacha apenas repara en las atenciones que le hace Pablo. Las dos hermanas pertenecían a una acomodada familia de A Coruña. Su padre era un conocido abogado que llegó a ser diputado a Cortes por A Coruña, por las filas republicanas, en varias legislaturas. Con el paso del tiempo, Ángeles contraería matrimonio con el prestigioso otorrinolaringólogo Galo García-Vaquero. Uno de sus hijos, Pedro, también reconocido otorrinolaringólogo, comentó que su madre llegó a confesarle que a los dibujos que le regalaba Picasso “no le daba importancia. Los miraba, estaban bien dibujados, sobre todo las palomas, y luego los tiraba o rompía. Nunca me escribió cartas”.


Estudios de Pablo Ruiz Picasso en la Escuela de Bellas Artes de A Coruña

    Pablo realizó sus estudios, tanto de Bachillerato como de Bellas Artes, en el Instituto Eusebio da Guarda. No muestra disposición ni buena aplicación como estudiante en el Instituto. Se distrae continuamente, es inquieto y travieso, obtiene bajas calificaciones, y se pasa buena parte del tiempo de la clase haciendo dibujos, motivo por lo que sufre castigos repetidamente. Picasso recordará, ante Olano, la imposición de estos castigos, por lo que era conducido al cuarto de arresto, señalando que “lo que más me divertía del Instituto da Guarda era cuando, por mal estudiante, me llevaban a los calabozos. Consistían en un espacio de paredes blancas, encaladas, y un banco para sentarme. A mí me divertía que me metiesen allí, porque llevaba un bloc y dibujaba sin parar. Por tanto, los castigos constituían una fiesta, y creo que hasta provocaba situaciones que obligaban a los profesores a castigarme”. Para el curso 1894-1895, último año de su estancia en A Coruña, su padre decide no matricularlo en el Instituto porque acaba por entender que el futuro de su hijo pasa exclusivamente por los estudios de Bellas Artes que, como veremos, simultaneaba con los de Bachillerato, aunque no le resulta fácil tomar esta decisión ya que según nos dice Sabartés “bastante le dolía que (Pablo) hubiese abandonado los cursos del Instituto de Segunda Enseñanza”.


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Certificación de traslado de matrícula de Pablo Picasso desde Málaga a A Coruña (30.10.1891). Archivo del IES Salvador de Madariaga de A Coruña


    Durante sus estudios de Bachillerato, Pablo tuvo amistad con sus compañeros, aunque destaca de forma especial la relación mantenida con Antonio Pardo García y Constantino Sardina Muiños. Antonio Pardo, que sería su mejor amigo, era hijo de Gumersindo Pardo Reguera, farmacéutico y profesor de Química, que regentaba una farmacia situada en la calle Real número 92, pero que también fue prestigioso pintor especializado en retratos de las familias acomodadas coruñesas. Pablo acostumbraba visitar a su amigo Antonio en su residencia familiar, que ocupaba los pisos superiores donde estaba situada la farmacia. El aprecio hacia Antonio fue tal que lo dejo inmortalizado en un retrato de gran calidad técnica y artística. Antonio llegaría a ser un farmacéutico popular en A Coruña, como su padre. Su otro gran amigo, Constantino Sardina siguió la carrera eclesiástica y también la de Derecho, falleciendo a la temprana edad de 36 años por un proceso pulmonar. Resulta llamativo los pocos recuerdos que Picasso conserva de sus profesores durante su paso por el Instituto, al contrario de los que tenía de los profesores de Bellas Artes, ya que cuando es interrogado por este asunto solamente recordaba al profesor Manuel María Feijóo y Queimaliños que era el encargado de la asignatura de Latín.


Picasso en Coruña

Instituto y Escuela de Bellas Artes “Eusebio da Guarda” de A Coruña (1902)


    Su padre decide matricular a Pablo en la Escuela de Bellas Artes en el segundo año de su estancia en A Coruña, en el curso 1892-1893, de forma que debe simultanear estos estudios con los de Bachillerato durante este curso, situación que también va a producirse el año siguiente. Picasso pronto destaca en la Escuela de Bellas Artes coruñesa consiguiendo altas calificaciones, recibiendo premios y apareciendo en el cuadro de honor en varias ocasiones. Durante su estancia en esta Escuela, Pablo tuvo como referencia académica principal a su padre, del que llegó a decir que “mi padre era profesor de dibujo y fue probablemente quien me empujó, desde muy pronto, en aquella dirección”. Don José velaba constantemente por las necesidades de su hijo para un buen aprovechamiento en sus estudios académicos y le inculcaba los principios de abnegación al trabajo para alcanzar esos objetivos. No obstante, el joven estudiante también recibió la influencia de otros profesores, aunque en mucha menor medida, principalmente de Isidoro Brocos, Ramón Navarro y Antonio Amorós. Isidoro Brocos Gómez fue, después de su padre, el que sin duda más influencia tuvo en él. El propio Picasso diría que Brocos era “un profesor excepcional” y también que “ha sido el que más influyó en aquellos comienzos”. Las influencias de Brocos van a suponer más de un roce con Ruiz Blasco, receloso de las admiraciones que despierta en su hijo, y por contraponerse su estilo más académico al más vanguardista de Brocos. 


El despertar de Pablo como pintor durante su estancia en A Coruña

    En las obras de su última etapa coruñesa se nota un salto de calidad del joven pintor, que está en relación con la madurez que va alcanzando, por las enseñanzas recibidas, por la rabia que le produce la muerte de su hermana Conchita y también por la cesión que le hace su padre de sus pinceles y la paleta. Pablo empieza a vivir en A Coruña una especie de explosión creativa que le lleva pintar con frenesí y sin descanso, una actitud que ya nunca va a abandonar a lo largo de toda su vida. Richardson se refiere a este momento diciendo que “no sabemos si fue debido a las fantasías derivadas de la muerte de su hermana y de la renuncia de su padre, pero lo cierto es que la capacidad y la pericia de Pablo aumentaron de inmediato”, y también añade que “podemos asegurar sin temor a equivocarnos que estos retratos coruñeses son las primeras obras de arte de Picasso”. Palau concluye afirmando que “durante su último año en La Coruña (Picasso) no sólo se ha reconocido como hombre, sino también como pintor”.


Picasso en Coruña

Escuela de Bellas Artes de A Coruña en Instituto “Eusebio da Guarda”. Pasillo central. Sin datar


    En A Coruña es donde tiene lugar el afloramiento del genio creador de Pablo. Sin olvidar que Málaga es el lugar de su nacimiento, Barcelona y París las plataformas de su lanzamiento internacional, no se puede ignorar que A Coruña es el lugar donde surge la eclosión artística de Picasso. Las obras realizadas en su periodo coruñés corresponden a tres técnicas: dibujos a lápiz del natural, dibujos al carboncillo y óleos sobre tabla y lienzo, y de las que están catalogadas más de 80 trabajos, que entonces habitualmente firmaba como P. Ruiz. La mayor parte de estas obras permanecen en las colecciones de la familia o en los fondos del Museo Picasso de Barcelona y, en menor medida, del Museo Picasso de París y del de Málaga.


Picasso en Coruña

Hoja de estudios generales de Pablo Picasso en la Escuela de Bellas Artes de A Coruña (Cursos 1892-93, 1893-94 y 1894-95). Archivo de Escuela de Arte y Superior de Diseño Pablo Picasso de A Coruña


    Los temas que dibuja representan a todo aquello que flota a su alrededor en su vida cotidiana, dejando constancia de los personajes y la fisonomía de la ciudad desde la ensenada de Riazor, la playa del Orzán, el monte de Santa Margarita, el Camino Nuevo o la torre de Hércules. Picasso sentía fascinación por esta torre, un faro de origen romano, al que plasmó en varias de sus obras y al que su padre llamaba torre de caramelo. Don José se había referido a la torre en las cartas que escribió a su esposa, cuando en abril de 1891 viajó a la ciudad por primera vez para tomar posesión de la plaza de profesor, expresándole que “dile a ... Pablito, en concreto, que le va a gustar un faro muy antiguo que está sobre lo más alto de la península y se llama Torre de Hércules. Dicen por aquí que es de origen romano”. Picasso llegó a confesar a Olano que "ávido de sensaciones estéticas me escapaba de casa y pasaba horas ante la Torre de Hércules tomando apuntes" y también que “todos los días del año, aunque lloviese a mares, yo me iba a pintar a la Torre de Caramelo”. Desde esta torre, Pablo también podía contemplar la inmensidad del Atlántico del que comentó que era “una sinfonía en plena apoteosis”.


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La segunda exposición de Pablo Picasso se celebró en un local que ocupaba la Paragüería de Bernardo Hernández situada en la céntrica Calle Real, nº 54, de A Coruña. Foto del lugar datada el 11-08-1912. Colección familia Bescansa

    En sus cuadernos también están presentes dibujos de paisajes, calles y arrabales de la ciudad, y figuras populares de pescadores del puerto y aldeanos del agro, a los que representa con el traje regional. Son frecuentes también dibujos sobre temas taurinos, ya que Picasso descubre la fiesta nacional en la plaza de toros de A Coruña. También cabe destacar sus dibujos y óleos de sus familiares, su padre, su madre y sus hermanas, Lola y Conchita, de su perro Clíper o de la criada de su casa. En todos los retratos es capaz de capturar con maestría el estado de ánimo de los retratados, con una capacidad de observación y síntesis sobresaliente, más meritoria si se tiene en cuenta la corta edad del autor. Para perfeccionar la técnica, su padre le proporciona modelos para sus cuadros, entre los cuales figura un conocido mendigo de la ciudad que Pablo pinta recurrentemente en varias poses. Los dibujos al carboncillo, casi todos de tipo académico, son necesariamente más rígidos y formales pues los profesores exigen al alumno dibujar de manera rigurosa las láminas o copias al yeso del programa escolar. El profundo afecto que el pintor tenía a los cuadros realizados en su etapa coruñesa lo demuestra el hecho de que siempre los mantuvo en su propiedad hasta su fallecimiento, a los 91 años, figurando muchos de ellos colgados en las paredes de las casas y sucesivos talleres en donde habitó.


Picasso en Coruña

Crítica de la primera exposición de Pablo Picasso. La Voz de Galicia (21.02.1895)


    Muchas de estas pinturas están realizadas sobre lienzos, pero con frecuencia recurría a otros materiales. Según comentó Picasso a Tenreiro, Costales le entregaba tapas de madera de cajas de cigarros puros para hacer pinturas, dándole a cambio un duro de plata por cada una de ellas. Manuel Eiroa Rama, hermano de Consuelo, la sirvienta de la familia Costales que acabó heredando todo el patrimonio artístico del ilustre médico en el año 1956, afirmaba que las paredes del pasillo de la casa del Dr. Costales estaban decoradas con pinturas de Picasso sobre tablillas de cajas de puros. Pablo también realizó pinturas sobre panderetas navideñas e incluso sobre cerámicas. Al respecto, Picasso llegó a decir que “esos duros que me daba (el Dr. Costales) a cambio de una pandereta que yo ilustraba, de la tapa de una caja de puros, me servía para gastármelo con mis amigos”.


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Crítica de la primera exposición de Pablo Picasso. El Diario de Galicia (22.02.1895)


    En un momento dado, Don José cree que llegó la hora de que su hijo exponga públicamente sus obras. Considera que la calidad técnica y artística de Pablo es notable y que ya ha alcanzado la suficiente madurez para dar a conocer su trabajo y exponerse a la crítica, que tan esquiva ha sido con él pero que ahora espera la debida recompensa con su hijo. En el mes de febrero de 1895, Pablo expone por primera vez en el escaparate de un establecimiento de muebles perteneciente a los herederos de Joaquín Latorre, que estaba situado en el número 20 de la céntrica calle Real. La falta de sala de exposiciones en la ciudad hacía que los pintores utilizasen los escaparates de esta calle principal, por donde pasaban muchos transeúntes, para mostrar sus obras. La exposición tuvo una buena acogida según se desprende de la crítica aparecida, el día 21 de febrero de 1895, en el diario La Voz de Galicia: “De un niño de 13 años, hijo del profesor de la Escuela de Bellas Artes señor Ruiz Blasco, son dos estudios de cabezas pintados al óleo que se hayan expuestas al público en el almacén de muebles que en la calle Real tienen los herederos de D. Joaquín Latorre. No están mal dibujados, el colorido es acertado y la entonación es bastante buena y todo ello resulta superior si se tiene en cuenta la edad del artista; pero lo que resulta sorprendente es la valentía y la soltura con que están ejecutados y no dudamos en afirmar que ese modo de empezar a pintar acusa muy buenas disposiciones para el arte pictórico en el infantil artista. Continúa de esa manera y no dude que alcanzará días de gloria y un provenir brillante”. Al día siguiente, el 22 de febrero, el periódico El Diario de Galicia también dedica una favorable crítica a esta primera exposición: “En uno de los escaparates de la calle Real se exhiben varias cabezas pintadas por un niño de trece años, hijo de un profesor de esta Escuela de Bellas Artes, P. Ruiz Picasso. Lo primero que se admira en dichos trabajos es la precocidad; y lo segundo son ciertas adivinaciones de artista en algunos detalles. No dicen aquellas obras pictóricas que su autor es ya un artista. Pero algo dicen. Dicen que lo será. Y esto es mucho. Como mucho era lo que presagiaban a Cimabue los nada correctos bosquejos de Giotto, que llegó a ser uno de los pintores más afamados”. No se sabe exactamente las pinturas que fueron mostradas en esta primera exposición. Las buenas críticas que recibe Pablo de sus exposiciones no coinciden con las recibidas por su padre. La dureza de las mismas sume al profesor en una tremenda depresión y amargura, sin poder superar la mala aceptación que habían recibido las exposiciones previas en Málaga.


Picasso en Coruña
Crítica de la segunda exposición de Pablo Picasso. La Voz de Galicia (03.03.1895)


    Apenas unos días más tarde, Picasso vuelve a exponer en la calle Real, posiblemente en un local situado en el número 54 y que estaba ocupado por la paragüería de Bernardo Hernández. Sobre estas exposiciones, Picasso confiesa a Olano “¡cómo no me voy a acordar yo de mis primeras exposiciones! Era mi máxima ilusión. A mis padres le dio temor que un niño expusiese, pero Don Ramón (Pérez Costales), mi protector, fue quien me animó. Además salieron notas en los periódicos coruñeses”. En otra ocasión comenta que “pese a lo barato de sus precios las ventas no fueron bien. No habría vendido nada de no ser, como siempre, por la generosidad de Pérez Costales y de los amigos de mi padre”.


La enfermedad y muerte de su hermana Conchita

    En los primeros días de enero de 1895 cae enferma la hermana pequeña de Pablo, Conchita, que tenía entonces 7 años de edad. La enfermedad comienza repentinamente y, lo que inicialmente parecía un vulgar resfriado, se va complicando con rapidez. Picasso recuerda a Palau que el día 6 de enero, con la niña ya enferma, y “para que la chiquilla, de siete años de edad, se distrajese, la familia y la mujer del doctor (Costales), ésta francesa, le organizaron una fiesta de Reyes Magos”. El día 8 de enero, el Dr. Costales es llamado de urgencia por José Ruiz, preocupado por el empeoramiento rápido y progresivo de su hija. El doctor encuentra a la niña postrada en la cama con fiebre, palidez, tos ronca y la presencia de una placa blanquecina que cubre la faringe y le provoca dificultades para respirar y deglutir. El diagnóstico no parece tener dudas, Conchita padece una angina diftérica. El suceso es relatado por la biógrafa Arianna Stassinopoulos de la siguiente forma: “En 1895, Picasso veía como Conchita se deterioraba, pasando de ser la pequeña sonriente de rizos rubios a la que había pintado con tanta ternura a ser un fantasma de sí misma; veía cómo el doctor Ramón Pérez Costales, un amigo de José Ruiz Blasco –padre de Pablo–, entraba y salía de la casa familiar; veía a sus padres luchando por salvar la vida de la niña y contemplaba cómo la familia fingía ilusión y alegría durante la Navidad tratando de proteger a Conchita de cualquier tristeza sobre su inminente muerte”.


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Retrato de Conchita Ruiz Picasso. Hermana menor de Pablo (A Coruña 1894-1895). Dibujo de Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona


    La situación es muy preocupante por la gravedad que la enfermedad tiene. En aquel momento, el mejor tratamiento disponible era la administración de suero antidiftérico, obtenido desde animales inmunizados por la toxina diftérica, y que recientemente había sido utilizado con éxito en Berlín y en París. El Dr. Costales había solicitado precisamente el día anterior el envío de varios frascos del suero antidiftérico de Roux al Instituto Pasteur de París. Pero estamos a finales del siglo XIX, y los transportes se producen con lentitud. Es precisamente el tiempo lo que preocupa al doctor, y está muy intranquilo porque pueda no llegar a tiempo. Mientras tanto, intenta consolar a la familia y aplica el tratamiento habitual al uso para estos casos: sulfato de quinina, cafeína, poción amoniacal y posiblemente ácido fénico para limpieza de la faringe, en espera de que llegue a tiempo la solución definitiva. Siguiendo el protocolo establecido para la enfermedad, Costales ordena el inmediato aislamiento de la niña y el confinamiento en la casa del resto de la familia. Sobre aquellos momentos relata Picasso que “mis padres rezaban y Pérez Costales se consumía esperando la llegada del suero”.


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Partida de defunción de Conchita Ruiz Picasso (11-01-1895). Registro civil exclusivo de A Coruña


    Costales efectivamente había telegrafiado a un amigo de París, el día 7 de enero de 1895, para que intercediera en el Instituto Pasteur a fin de conseguir unos frascos de suero antidiftérico de Roux. Esta petición la hace con el objeto de tener a su disposición un recurso que se había mostrado muy eficaz contra la temida y frecuente enfermedad. Lo que aún no sabía es que, en solamente unas pocas horas después, iba a tener necesidad del mismo para tratar a la hija de su apreciado amigo Ruiz Blasco. En una carta dirigida al director de La Voz de Galicia, que fue publicada el día 12 de marzo de 1895, escribe Costales que “llegó un momento en que me pareció casi un crimen encontrarme sin este arma, desprevenido para cualquier caso que pudiera presentarse, y como si fuera un terrible presentimiento, pedí a París por telégrafo el preciado líquido, un día antes de ser llamado para ver fallecer en cuarenta y ocho horas a una preciosa niña, víctima del terrible mal”.


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Registro del entierro de Conchita (12-01-1895). Archivo de parroquia Santa Lucía de A Coruña

    La difteria era entonces una enfermedad frecuente en la infancia que ocasionaba una elevada morbi-mortalidad. Solamente en Madrid habían sido contabilizados 11.357 fallecimientos de niños por difteria entre los años 1880 y 1894, lo que supone una tasa anual de 757 fallecidos. Émile Roux, del Instituto Pasteur de París, junto a Alexandre Yersin, en 1890 descubren que una toxina producida por la bacteria es la causante de la enfermedad. Mientras tanto, Emil von Behring y Shibasuro Kitasato, del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Berlín, apoyados por los estudios de Roux, inyectan la toxina diftérica a diversos animales a los que, una vez inmunizados, proceden a extraerles el suero. En la Navidad de 1891, Behring inyecta por primera vez el suero antidiftérico a una niña consiguiendo su curación. Desde entonces se van a producir cerca de 20.000 curaciones de niños afectados en los tres próximos años. Por este sensacional descubrimiento, Behring obtiene el primer premio Nobel de Medicina que fue concedido en 1901. Sin embargo, se debe a Émile Roux la producción masiva del suero antidiftérico a partir del suero extraído de caballos inmunizados por la toxina diftérica según su particular método, que también fue ensayado con éxito, desde febrero de 1894, en niños enfermos. El primer caso tratado con buen resultado en España se debe a Vicente Llorente que consigue la curación del niño Antoñito O’Neill el día 14 de noviembre de 1894, siguiendo el método de Roux.


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Notificación del Dr. Pérez Costales al alcalde de A Coruña por la muerte de Conchita (10-01-1895). Archivo Municipal da Coruña


    El suero solicitado no llegaría a tiempo, a pesar de los “ruegos, súplicas y empeños” del Dr. Costales, y la niña muere el día 10 de enero, a las 17.00 horas, sin que las continuas atenciones del ilustre doctor puedan lograr salvarla, ni siquiera con una traqueotomía que parece realizar como último recurso. Nada menos que 13 días después del fallecimiento llegarían hasta cinco frascos del suero que según cuenta Costales “pudo un amigo querido obtener del Instituto Pasteur tres frascos de suero, y otro con mil dificultades proporcionarme dos”.


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Notificación del Dr. Emilio Fraga Lago por muerte de Conchita (A Coruña, 10-01-1895). Archivo Municipal da Coruña


     Debido a la naturaleza contagiosa de la enfermedad, el Dr. Costales procede a poner en marcha el protocolo establecido en estos casos para lo cual informa directamente y con urgencia a la Alcaldía para que actúe la brigada sanitaria municipal con sede en el hospitalillo de la calle de los Huertos, que recubre todo el cadáver con cal ligeramente humedecida, introduciéndolo enseguida en un ataúd y envolviendo éste en una tela impermeable para que pueda ser trasladado al cementerio. También se procede a la desinfección de la casa y de todos sus moradores con un pulverizador de anhídrido sulfuroso, reservando los enseres más directamente relacionados con la niña para que sean desinfectados en una esterilizadora. El médico municipal encargado de hacer toda esta tarea es el Dr. Emilio Fraga Lago. A la luz de los conocimientos actuales, todas estas medidas de desinfección y aislamiento no serían necesarios en un fallecido por la difteria.

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Artículo del Dr. Costales “El suero antidiftérico” publicado en La Voz de Galicia (10-03-1895)


    Las mismas brigadas sanitarias municipales serían las encargadas de conducir el cadáver, el mismo día del fallecimiento, sobre las 22:30 horas, hasta el Cementerio General de A Coruña, de titularidad municipal, hoy llamado de San Amaro, dejando el ataúd en las salas del depósito, conocido con el nombre de anfiteatro, que también era utilizado para realizar autopsias. A esas horas de la noche el cementerio permanece cerrado pero las especiales características de la defunción obligan a su apertura. El capellán Antonio Budiño lleva a cabo el oficio religioso en la misma capilla del cementerio. El entierro se celebra el sábado día 12, dos días después del fallecimiento, un día muy lluvioso, trasladando el féretro desde el anfiteatro del cementerio hasta la zona de párvulos para enterrarla bajo tierra. La situación económica limitada de la familia impide una sepultura reservada, teniendo que recurrir a un espacio gratuito, e incluso no aparece publicada una esquela en los diarios locales. El entierro es sencillo y modesto, sin comitivas fúnebres, sin apenas concurrencia. Relata Picasso que “fue muy modesto el funeral y muy pobre el entierro de Conchita. Una dama nos recordaba que fue enterrada en un cementerio privilegiado, el de San Amaro, desde el que los muertos miran al mar”. El 3 de abril de 1895, poco antes de que la familia abandonase definitivamente la ciudad, Don José solicitaría al Ayuntamiento la colocación de una cruz de mármol para señalar el lugar de sepultura, la cual fue colocada por un operario municipal el día 8 de julio siguiente, ausente ya la familia de la ciudad, por lo que no tendrían ocasión de poder contemplarla ya que nunca volverían a retornar. Esta cruz sería retirada algunos años más tarde para practicar nuevos enterramientos.


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Solicitud de José Ruiz Blasco al Ayuntamiento de A Coruña para colocación de una cruz sobre la sepultura de su hija Conchita en el cementerio de San Amaro (03-04-1895). Archivo Municipal da Coruña


    El artista reveló, muchos años más tarde, a Françoise Gilot y a Jacqueline Roque que durante la agonía de su hermana había llegado a proponer un pacto con Dios: “Si ella vive, yo dejo de pintar”. Pero la niña falleció, y Pablo llegó así a convertirse en el genial pintor que la humanidad admira. Según sostienen Rubén Ventureira y Elena Pardo parece ser que, tras volver la noche del día 10 de la ceremonia oficiada por su hermana fallecida, en la capilla del cementerio, Picasso se encerró en la habitación de su casa para pintar apresuradamente un óleo sobre una tablilla. Esta obra, considerada menor y de significado incierto, fue titulada de formas diversas: Grupo de niños, En la sacristía o Bautizo. Sin embargo, una mirada atenta a la pintura revela que no todos los personajes son niños, ni el lugar es una sacristía ni se está celebrando un bautismo. Al contrario, el ambiente es lúgubre, triste y recatado, más bien el propio de una misa de difuntos. Los personajes retratados, junto al sacerdote y un monaguillo, parecen ser los padres de Pablo y posiblemente Delfina Bresson, la esposa del Dr. Costales.


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Responso por la muerte de Conchita (A Coruña, 10-01-1895). Pintado por Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona

    El impacto que aquella escena produce en el joven pintor le provocaría un brote de rabia y rebeldía, apresurándose a dejar inmortalizado ese momento al llegar a casa, esa misma noche, y así de paso a retomar los pinceles por verse quebrado su pacto con Dios. Para Ramón Ventureira y Elena Pardo, esta tablita debería ser titulada entonces “Responso por la muerte de Conchita”. La obra tiene un acabado torpe por la rapidez en que está ejecutada y posiblemente por la ausencia de suficiente luz. Fue tal afecto que el pintor tuvo a esta pintura que la conservó en su poder toda su vida, aunque nunca quiso revelar el significado de la misma. Ya en 1966 nos había advertido diciendo “no lo digo todo, pero todo lo pinto”. En otro momento también se había expresado diciendo que “yo pinto exactamente igual que otras personas escriben su autobiografía. Los cuadros, terminados o no, son las páginas de mi diario, y, como tales, válidos. El futuro escogerá las páginas que prefiera. No me corresponde a mí realizar semejante elección”.


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Velada familiar. (A Coruña o Barcelona, 1895). Pintado por Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona


    La experiencia de su hermana menor muerta le marcaría el resto de su vida, en lo personal y en lo artístico. El artista dejaría buena constancia de esta triste experiencia en dibujos y cuadros vinculados con la muerte y la enfermedad, formando parte de algunos de los mismos personajes jóvenes. Su relación con la muerte y con las mujeres quedó permanentemente marcada a partir de este acontecimiento. Su nieto, Oliver Widmaier Picasso, refiere la aversión de su abuelo a la muerte con estas palabras: “La enfermedad, o más bien, el miedo a la enfermedad (de Picasso), era desde mucho tiempo atrás una obsesión casi cotidiana. Era un pavor que se remontaba a su infancia, a la muerte de Conchita”. Richardson sostiene que la muerte de Conchita marcó su relación con las mujeres y fue lo que determinó su rechazo a establecer relaciones permanentes con ellas. El 6 de enero de 1936, Picasso escribe en París un texto poético que dice: “modelo oyendo una niña llorar en la cuna por la tarde desesperada conchita de nácar y de concha mientras el trigo hace su pan en la paleta del pintor”, emotivas palabras en recuerdo de su hermanita Conchita fallecida en la ciudad gallega.


La salida de A Coruña de la familia Ruiz Picasso

    José Ruiz Blasco siempre había tenido aspiraciones como pintor y, aunque consiguió alguna distinción, nunca pudo alcanzar el debido reconocimiento, recibiendo muy duras críticas por los expertos de sus exposiciones, primero en Málaga y después en A Coruña. Las obras que hacía por encargo servían como ayuda para la limitada economía familiar. Don José se había especializado en las pinturas de palomas, de las que también era aficionado a criar, y los bodegones con flores. En sus años coruñeses, Pablo ayudaba a su padre en la elaboración de sus cuadros pues, debido a su poca paciencia y la falta de buena visión para pintar los detalles, encargaba a su hijo el dibujo de las patas de las palomas. Desde entonces, las palomas pasarían a ser un tema recurrente en la obra de Picasso, aunque llegó a decir que “las palomas llegaron a obsesionarme hasta el punto de verme perseguido por ellas”. Debió quedar tan exhausto con el trabajo que le encargaba su padre que llegó a afirmar que “si en el futuro me veía obligado a seguir pintando palomas las privaría de sus patas. Cumplí lo prometido a rajatabla”. Efectivamente, cuando Naciones Unidas le encarga el famoso cartel de la “Paloma por la paz”, decide pintar a la paloma sin patas.


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José Ruiz Blasco, padre del artista (A Coruña, 01-01-1895). Dibujo de Pablo Picasso. Lápiz sobre papel, 13,5x19,3 cm. Museu Picasso, Barcelona

    A pesar de la buena adaptación de la familia Ruiz Picasso en la vida social y cultural de la capital gallega, de la que participan muy activamente, varios acontecimientos determinarán que Don José tome la decisión de abandonar la ciudad. En primer lugar, el profesor malagueño, acostumbrado al clima caluroso y soleado de Málaga, nunca llegó a soportar del todo el clima atlántico, con frecuentes lluvias y vientos en invierno, y que además tan poco favorecía la enfermedad reumática que padecía. El ambiente hostil en la Escuela de Bellas Artes, donde se estaban produciendo graves enfrentamientos entre los profesores, quejosos por la falta de recursos y las malas condiciones que reúnen las aulas, y que acabaría con el cese de su director, Emilio Fernández Deus, el mayor valedor y confidente de Don José, le dejará en una situación de desamparo y aislamiento. También son bien conocidos los crecientes recelos que tiene hacia el profesor Isidoro Brocos, al que su hijo Pablo admira y que con devoción atiende a sus enseñanzas y consejos, invadiéndole el temor de que pueda escapar a su influencia. Las críticas desfavorables que recibe Don José por sus exposiciones le producirán también un efecto muy pernicioso en su estado de ánimo. Otra noticia negativa que va recibir es el deseo manifestado por el Dr. Costales, su máximo valedor y amigo, de abandonar inmediatamente la ciudad hacia un lugar de clima más caluroso por motivos de salud. Pero el factor más determinante que va a decidir su marcha de A Coruña será la muerte de su hija Conchita, de la que nunca llegó a sobreponerse. Sobre estos momentos, Picasso dice que “después de la tragedia familiar (por la muerte de Conchita) mi padre se decidió a dejar Galicia definitivamente. Yo temía la llegada de ese momento que, para mí, iba a ser muy doloroso. Estaba galleguizado. Asistía con mis amigos, a todas las fiestas cercanas. Recuerdo la del Globo en Betanzos, la peregrinación de barcas por el río Eume, la comida sobre la verde orilla del río, la romería, los vinos y aguardientes hasta el amanecer y los remojones que sufríamos al caer de la barca … Un galleguismo acentuado crecía en mí y en mis trabajos. Aprendí la lengua y lo hacía cantando canciones y recitando poemas, casi todos de exaltación de los parajes gallegos. Me acompañarían en mis recuerdos, con la morriña que sienten los nativos. La muerte de mi hermana pequeña fue la que determinó que mis padres dejaran La Coruña”.


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María Picasso López, madre del pintor (A Coruña 1894-1895). Dibujo de Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona

    Tomada la decisión de abandonar la ciudad, Don José acepta la permuta de la plaza que le ofrece el profesor Ramón Navarro, el que había sido su ayudante en la Escuela de A Coruña, quien el día 20 de noviembre de 1894 había sido nombrado profesor numerario de Dibujo de Figura de la Escuela Provincial de Bellas Artes “La Lonja” de Barcelona. El día 11 de marzo de 1895, el director de la Escuela barcelonesa comunicaba al rector de la Universidad de esta misma ciudad que Román Navarro García, por medio de una instancia, había pedido al Ministerio de Fomento que se le permitiera permutar su cátedra, de la que había tomado posesión el día 22 de febrero, con la del profesor de Dibujo de Figura de la Escuela de Bellas Artes de A Coruña, José Ruiz Blasco. Y a su vez se le hacía saber al Director General de Instrucción Pública de la instancia que el propio José Ruiz Blasco había elevado, con el mismo fin, al Ministerio de Fomento. Una instancia, de fecha 6 de marzo, en la que explicaba que era la enfermedad que venía padeciendo, contraída por las condiciones climáticas en la ciudad gallega, lo que le llevaba a querer cambiar de destino. La instancia iba acompañaba de un certificado médico extendido por el doctor Costales, del día 5 del mes de febrero, avalando su petición, y en el que diagnosticaba de un reumatismo articular aconsejando su traslado por cambio de clima.


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Certificado médico del Dr. Costales expedido en A Coruña para José Ruiz Blasco (05-02-1895) con el fin de solicitar la permuta de plaza de la Escuela de Bellas Arte de A Coruña por la de Barcelona. Ministerio de Educación. Archivo General de la Administración


    Consumada la permuta, la familia abandona A Coruña el 14 de abril de 1895 y, según Rafael Inglada, acompañados del Dr. Costales y su esposa que deciden trasladarse Málaga en busca de unas mejores condiciones climáticas para su dedicado estado de salud y de paso seguir compartiendo la amistad de la familia Ruiz Picasso, de la que piensa acabará fijando su domicilio pronto en la capital malagueña. Comenta Jaime Sabartés que “es tal la intimidad que une a la familia del doctor con la suya que, cuando los Ruiz Blasco se van de La Coruña, Don Ramón se traslada a Málaga, creyendo que Don José volverá allí un día u otro”. Sin embargo, no será posible este traslado a pesar de que José Ruiz solicita, el 17 de julio de 1895, al Ministerio de Fomento una vacante habida recientemente en la Escuela malagueña, suplicando, que se le concediera “traslado de la cátedra que desempeña en Barcelona a la de Dibujo vacante en Málaga”, pero esta solicitud será rechazada por lo que verá obligado a ocupar la plaza de Barcelona. El Dr. Costales después de pasar dos años por tierras andaluzas, como él mismo refiere con gran satisfacción por la buena acogida de sus gentes, decidirá regresar a A Coruña.


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Pablo Picasso y familiares en el lugar de LLanes (Málaga) en el verano de 1896. Colección particular, Torremolinos (Málaga)


    Para la familia Ruiz Picasso su traslado a Barcelona va a suponer un gran cambio respecto a la ciudad que acaban de abandonar y, aunque la preferencia de Don José era establecerse en Málaga, acabaría viviendo en la ciudad condal hasta su fallecimiento en 1913. La frustración inicial que Don José tiene por no conseguir su traslado a Málaga se quedó en parte compensada, según nos manifiesta Sabartés, ya que “Don José se quedó, por fin, en Barcelona, pensando en que podía convenir mejor al porvenir de Pablo”. Picasso nunca volverá a visitar A Coruña, a pesar de haber manifestado reiteradamente su deseo de reencontrarse con aquella ciudad en la que despertó su madurez y creatividad artística.


Influencia de la etapa coruñesa en Pablo Ruiz Picasso

    Los años que Pablo Picasso pasó en A Coruña son frecuentemente ignorados, desconocidos y poco considerados en la biografía del pintor malagueño pero, aunque breve, esta etapa fue muy decisiva en su formación como artista. Algunos la subestiman por su brevedad en el tiempo, estuvo tres años y medio, y por la temprana edad que entonces tenía el pintor, llegó a punto de cumplir nueve años y se fue con trece y medio. Sin embargo, son precisamente estos años de adolescencia los que marcan de forma decidida la vida de las personas. Son años de descubrimiento, maduración, de aprendizaje continuo y de “despertar los sentidos” como el mismo Pablo reconocería. En A Coruña es donde su padre decide que Pablo abandone definitivamente los estudios de Bachillerato para que inicie los de Bellas Artes. En esta Escuela va a recibir las primeras enseñanzas sobre la técnica pictórica, bajo la atenta mirada de su padre, y también sentirá las primeras influencias de profesores tan destacados como Isidoro Brocos o Román Navarro. Es en A Coruña donde realiza sus primeras pinturas de madurez, donde expone públicamente sus cuadros por primera vez, donde consigue las primeras ventas por sus obras y donde recibe las primeras críticas favorables por los expertos. El mismo Picasso afirma que “en Galicia empecé a tomar iniciativas. Iba aprendiendo por mí mismo. Copiaba perfectamente los academicismos de los dibujos de mi padre”.


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Niño sentado con traje de marinero pintando (posible autorretrato) (A Coruña, 1894). Dibujo de Pablo Picasso. Museu Picasso, Barcelona

    También es en esta ciudad cuando su padre desiste finalmente de seguir su carrera de pintor, después del fracaso que obtiene con sus exposiciones, para pasar sus pinceles y su paleta a su hijo, en el que comienza a reconocer su genialidad y tiene claro su porvenir como excelente pintor. Picasso repetirá una y otra vez, a lo largo de su vida, que fue en A Coruña donde se hizo como pintor, llegando a decir en 1946 que "a los 12 años yo dibujaba como Rafael". Daniel-Henry Kahnweiler comenta que Picasso llegó a afirmar que “detesto aquel periodo de mis estudios en Barcelona; lo que hacía antes era bastante mejor”. Incluso llegó a decirle a John Richardson que sus retratos coruñeses eran mejores que las obras estudiantiles realizadas en Barcelona y que a veces tenían más valor para él que las de sus épocas azul y rosa, dos de sus periodos más cotizados en el mercado.


Picasso en Coruña
Pablo Picasso con Jacqueline Roque en Le Californie (Cannes) observando algunos recuerdos de su estancia en A Coruña. Foto de David Douglas Duncan, 1957

    Son muchos los biógrafos que consideran decisiva la etapa coruñesa del pintor para su afirmación definitiva como artista. Jaime Sabartés, Josep Palau y John Richardson dan por sentado, basándose en las confesiones del propio pintor, que éste, como artista, nació y desarrolló sus cimientos estéticos en A Coruña. Pierre Cabanne afirma que "la producción de Picasso en La Coruña no sólo es impresionante por la abundancia y la diversidad de la inspiración, sino también porque ya entonces utiliza las técnicas más variadas: lápiz, pluma, acuarela, tintas, óleo ... con la misma increíble rapidez en unos días llena un álbum y su mano jamás traiciona la portentosa movilidad del ojo". La escritora griega Arianna Stassinopoulos llegó a decir que “si la verdadera patria es el lugar donde por primera vez se abren los ojos a los tesoros escondidos de cada uno, entonces, pese a la lluvia, el frío y el viento, la verdadera patria de Picasso fue La Coruña. Ya que fue allí donde se dio cuenta del misterioso don de creación que poseía, y de la atención que debía prestarle. Fue también en La Coruña donde se halló por primera vez ante el misterio de la vida”.


Picasso en Coruña
Pablo Picasso conversando con el pintor gallego Luis Seoane (Paris, 1949). Fundación Luis Seoane, A Coruña

     La que fuera conservadora del Museo Picasso en Barcelona, Rosa María Subirana, llega también a decir que “es en La Coruña donde van a tener lugar dos hechos fundamentales para la vida de Picasso, su nacimiento a la vida artística y su nacimiento a la vida sensual. Este descubrimiento de sí mismo y de sus facultades creadoras corren parejos con otro descubrimiento, de un elemento vital de primer orden, el de la sensualidad. Desde el primer día que su ser se afirmó virilmente, sus pinceles se afirmaron también en sus manos”. La actual conservadora del Museo Picasso de Barcelona, Malén Gual, considera que “Picasso llega a A Coruña siendo niño y se va como un artista … La etapa coruñesa influye a Picasso a nivel artístico, personal y también político, por los contactos que tenía su padre”. El biógrafo malagueño Rafael Inglada señala que “la producción que hace Picasso en Barcelona es en cierto modo fruto de la etapa coruñesa … una de las cosas más importantes de la etapa coruñesa es que de la ciudad de La Coruña sale la primera crítica de Picasso y además una obra positiva, que eso debió de influir en el ánimo de Picasso para continuar su carrera artística”. Jaime Sabartés concluye que “Málaga para él no es otra cosa, entonces, que un recuerdo infantil y una estación de paso. La Coruña, más pegada a su memoria, es un período de transición entre los juegos infantiles y los ensayos de hombre que ha de intentar enseguida”.

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Pablo Picasso con el escritor gallego Camilo José Cela en Le Californie (Cannes, 1960). Fundación Pública Gallega Camilo José Cela, Iria Flavia - Padrón (A Coruña)

    Las vivencias que Pablo Picasso tuvo durante su estancia en A Coruña nunca fueron olvidadas por él. En la playa de Riazor fue el lugar donde vio por primera vez a una mujer desnuda mientras se cambiaba de ropa, y comenta el pintor al respecto que “tenía 12 años y jugaba cerca de las cabinas de baño que había en el arenal”. En la capital gallega también aprendió a disfrutar del sabor de los deliciosos manjares de la tierra, sintió la llamada de su primer amor y sufrió amargamente por la muerte en su hermana Conchita. El adolescente va forjando su carácter y sus convicciones políticas, sociales y morales por las personas que le rodean y el ambiente que percibe en la ciudad. La influencia del Dr. Costales, político de profundas convicciones republicanas y defensor de los más desfavorecidos, sin duda dejará un profundo poso en el joven pintor. Pablo va adquiriendo su primera conciencia política y de compromiso con los pobres, y llegará a tener contacto con personajes políticos tan notables como Pablo Iglesias y Francisco Pi y Margall. En expresión de Picasso, su paso por esta ciudad gallega le dejará un recuerdo imborrable ya que “yo descubrí todo un mundo, mi mundo, en Galicia”. Tiene especiales recuerdos de la torre de Hércules, la ensenada del Orzán y la Plaza de Pontevedra, situada enfrente de la Escuela de Bellas Artes, de donde dice fue “la plaza de mis juegos donde de verdad me aficioné a los toros, jugando con otros niños a toros y toreros”.


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Pablo Picasso con el cantautor gallego Juan Pardo (París, 1970). Dedicatorias de Pablo Picasso en la contraportada del disco “Anduriña” de Juan Pardo y Junior Morales (1968) y en la contraportada del disco “Meu ben dorme” de Juan Pardo (1970)

     El adolescente Picasso llegó a entrar en pleno en contacto con el ambiente cultural que se respiraba en la ciudad, e incluso se impregnó del proceso de galleguización política que se estaba produciendo en aquellos momentos, conocido como O Rexurdimento, y que tenía como uno de sus máximos representantes al escritor e historiador Manuel Murguía, esposo de la poetisa Rosalía de Castro, de la que no tuvo contacto pues había fallecido seis años antes de su llegada a A Coruña. Sin embargo, sí tuvo relación con uno de sus hijos, Ovidio Murguía, que también era un reconocido pintor. Sabemos por Antonio D. Olano que Pablo tenía devoción por la poetisa gallega, y así le mostró su mayor satisfacción cuando en unos de sus encuentros le regaló "Obras Completas" de Rosalía de Castro porque “soy gallego y galleguista”. Otro libro de cabecera del pintor era "Sonetos" del autor gallego Ramón María del Valle-Inclán.

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Lola Ruiz Picasso. Hermana de Pablo. Foto de José Sellier, A Coruña ca. 1891-1892. Herederos de Ricardo Huelin Ruiz-Blasco


    Una poesía gallega que recordaba el pintor malagueño era ¡Ben te vín! de Alberto García Ferreiro que entre una de sus estrofas decía: “D’escoller, qu’escollería, S’entrar na Cruña de noite, Ou entrar no ceo de día”. El propio Picasso dice que empezó a comprender y a hablar el idioma gallego. En los últimos años de su vida era capaz de recordar muchas estrofas de viejas canciones en este idioma como Negra sombra, Eu queríame casare, A raíz do toxo verde y otras. También recordaba cantarle a su hija Maya una canción que decía así: “Esta gaitiña que eu toco, sinte como unha persoa, unas veces canta e ríe, outras veces xime e chora”. Sobre la galleguización de la familia Ruiz Picasso deja constancia su hermana Lola que, con ocasión de enviarle una foto suya vestida con un traje tradicional gallego a sus tías de Málaga, le escribe en su parte trasera, en idioma gallego peculiar, el siguiente texto: “Eu meu querida tía. Querereiye muyto. Su sobrina Dolores”.



Bibliografía recomendada

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Como citar este artículo:

Lancina Martín JA.  El adolescente Pablo Picasso durante su estancia en A Coruña (1891-1895): Mecenazgo del Dr. Ramón Pérez Costales [Internet]. Urología e Historia de la Medicina. 2023 [citado el día/mes/año]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2023/12/picasso.coruna.mecenas.costales.html


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