
En
tiempos pretéritos donde las posibilidades de curación de las enfermedades por
asistencia médica estaban limitadas por la falta de conocimiento suficiente acerca
de los mecanismos que estaban implicados en el desarrollo de las dolencias y,
por tanto, también de cuáles deberían ser los remedios apropiados para su tratamiento,
las creencias religiosas adquieren un especial protagonismo y el enfermo
creyente va a recurrir a la mediación de poderes sobrenaturales para buscar su
curación. De hecho, tanto las principales causas de enfermedad como los
tratamientos exitosos más celebrados van a ser atribuidos a actuaciones
divinas. En este contexto, van a surgir en la Iglesia cristiana los santos
intermediadores entre Dios y los hombres para la concesión de una sanación
milagrosa. Esta intercesión podía ser realizada mediante una oración, una
ofrenda o una peregrinación, pero también mediante la devoción de una imagen o
la adquisición de una reliquia. En algunos casos, se consideraba ya suficiente
una declaración firme del creyente en su intención de curar. Así surgieron los
santos patronos que se especializaron en distintas enfermedades o dolencias
concretas.
La
iglesia cristiana declara a un santo como patrono cuando actúa como defensor,
protector o amparador de un pueblo o una congregación religiosa o civil. En el
campo de la medicina, existen varios santos y santas que tienen este rol y cuyo
conocimiento es de interés no solamente religioso sino también médico y cultural.
Si bien quedan definidos unos santos específicos como protectores de alguna
determinada enfermedad o dolencia, en el credo cristiano se considera que
cualquiera que sea el santo de devoción del creyente, éste puede igualmente
interceder para protegerle de cualquier enfermedad. El poder curativo atribuido
a los santos patronos podía ser solicitado en cualquier lugar dentro de la
iglesia, pero en algunas regiones determinados santos eran particularmente
venerados, sobre todo por su vinculación histórica a la localidad o porque en
estos lugares se encontraban algunas de sus reliquias. De los primeros santos
del cristianismo sólo se conocen algunos datos por la historia y sobre todo a
través de la leyenda y, por lo tanto, es difícil determinar qué hay de cierto y
fabulación en el relato. No obstante, en la actualidad se ha reducido mucho el
ritual de la invocación de los santos para su intercesión en la cura de
enfermedades debido al gran desarrollo que ha experimentado la medicina y la
cirugía en los últimos siglos lo que ha posibilitado un tratamiento racional y
efectivo de las enfermedades basado en el conocimiento científico.