El rey Alfonso XIII de España se casó el 31 de mayo de 1906 con Victoria Eugenia de Battenberg, La nueva reina, llamada familiarmente Ena, era nieta de la reina Victoria del Reino Unido e hija de la princesa Beatriz, hermana del entonces rey británico Eduardo VII. María Eugenia fue bien acogida por el pueblo español y preferida entre otras candidatas centroeuropeas. Su elección fue el resultado de un matrimonio por amor y por conveniencia diplomática, debido a su vinculación con la monarquía británica, aunque la dinastía Battenberg no era de las más ilustres dentro de esta amplia familia real.
El enlace con Victoria Eugenia, no obstante, suponía la sería amenaza para la transmisión de la hemofilia a sus descendientes. Por herencia de la reina Victoria, esta enfermedad había entrado en las casas reales de Hesse, Sajonia-Coburgo y Gotha, Románov y, por supuesto, también en la casa real británica. La hemofilia, una enfermedad de transmisión hereditaria que impide que se produzca la adecuada coagulación de la sangre, por aquel entonces tenía muy grave pronóstico por el riesgo de producirse una hemorragia masiva, incluso después de recibir un leve traumatismo, lo que suponía una continua amenaza para la vida del afectado. No se disponía de ningún tratamiento eficaz y, aunque generalmente se manifiesta clínicamente en los varones, las mujeres actúan como transmisoras de la enfermedad. En aquella época no era posible detectar la condición como portadora en la mujer, pero había indicios de sospecha en el caso de Ena ya que dos de sus tres hermanos eran hemofílicos. Se ha debatido mucho sobre si el rey tenía conocimiento o no del riesgo de la transmisión de esta enfermedad genética antes de contraer matrimonio con Victoria Eugenia. Casi todos los historiadores coinciden en que Alfonso XIII había sido debidamente informado sobre este problema. La infanta Eulalia de Borbón, tía del rey, aseguró que tenía plena información de este riesgo potencial. La reina madre, María Cristina, conocedora y consciente de esta circunstancia, intentó disuadir a su hijo sobre la conveniencia de este enlace para evitar problemas con la descendencia, pero nada pudo conseguir pues el rey estaba totalmente ensimismado con Ena.
Alfonso XIII y Victoria Eugenia presentando a su hijo primogénito Alfonso de Brobón |
Los reyes tuvieron siete hijos. El primogénito, Alfonso, nació en 1907 y estaba afecto de la hemofilia. El segundo hijo, Jaime, nació en 1908 y contrajo tempranamente una otitis interna, lo que le provocó la pérdida progresiva de la audición hasta la total sordera a la edad de cuatro años, coincidiendo con una intervención quirúrgica en un intento de resolver una mastoiditis secundaria a la infección ótica. Sus padres se afanaban en vano para encontrar una solución médica para superar la discapacidad del infante. Con el tiempo aprendería a reconocer las palabras por lectura de los labios y consiguió llegar a hablar, aunque con dificultades. La infanta Beatriz nació en 1909 y, al año siguiente, la reina tuvo un parto con recién nacido muerto al que habían previsto llamar Fernando. En 1911 nació María Cristina. Sobre estas dos hijas pendía la duda de si serían portadoras de la hemofilia, pero no se puso de manifiesto la enfermedad en su descendencia. En 1913 nació Juan, un niño varón completamente sano. Al año siguiente nacería Gonzalo, el último hijo del matrimonio, que también estaría afectado por la hemofilia, aunque con menor severidad clínica que su hermano mayor. Por tanto, de sus seis hijos nacidos vivos, solo uno, Juan, era enteramente válido para la sucesión al trono ya que entonces las mujeres no tenían reconocidos derechos dinásticos.
Victoria
Eugenia con sus seis hijos María Cristina, Alfonso, Gonzalo, Juan, Jaime y
Beatriz (De izquierda a derecha) |
El nacimiento del primogénito, Alfonso de Borbón, se producía en el Palacio Real de Madrid el 10 de mayo de 1907, un año exacto tras la boda de los reyes, tras un parto que duró unas doce horas. Fue muy grande la alegría porque el recién nacido era varón, quedando así ya asegurada la continuidad dinástica. El padre con orgullo exhibió al recién nacido ante las autoridades y su familia colocándolo encima de una bandeja de plata labrada, sobre un cojín de terciopelo rojo y un mantillón de encaje. El presidente del consejo de ministros, Antonio Maura, alzó el faldón al neonato para comprobar su sexo. Como Príncipe de Asturias y heredero de la Corona de España su padre ordenó, siguiendo la tradición de la familia real española, que el acontecimiento fuese anunciado con el izado de la bandera de España en el Palacio Real y con veintiún disparos de salva de cañón. En el momento de celebrarse su bautizo, el 18 de mayo de 1907, fue nombrado Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y del Collar de la Orden de Carlos III.
Alfonso XIII de España y sus hijos Jaime, Beatriz, Gonzalo, Alfonso, María Cristina y Juan (De izquierda a derecha)
A
los 23 días de su nacimiento, el primogénito de los reyes fue sometido a una
circuncisión que se complicó por una severa hemorragia difícil de controlar.
Los médicos que le atendían dictaminaron que, al igual que su primo Alekséi
Nikoláyevich Románov, el hijo del zar de Rusia Nicolás II, el recién nacido
padecía de una hemofilia transmitida genéticamente por su madre. Enseguida
circularon rumores por la Corte y por todo el pueblo español de que los
Borbones habrían sufrido una especie de castigo divino mandando como emisaria a
la infanta inglesa. Desde este momento, el príncipe no pudo criarse como un
niño más. Sus cuidadoras debían extremar las precauciones en todo momento para
evitar cualquier traumatismo, de forma que Alfonso de Borbón fue creciendo en
un entorno de aislamiento y vigilancia continua que condicionó su carácter
caprichoso. Por el exceso de cuidados a los que se vio sometido se le conocía
en la Corte con el sobrenombre de “El intocable”. Por indicación médica
recibió constantes transfusiones sanguíneas, el mejor método terapéutico
conocido hasta entonces para la hemofilia. Entre el pueblo español se
extendieron toda una serie de rumores sobre la posible enfermedad que afectaba
al príncipe ante la falta de noticias oficiales, incluso llegaron a circular
bulos que afirmaban que se sacrificaban niños para extraerle la sangre y
administrársela al heredero real.
Los
argumentos a favor sobre la realización de la circuncisión al príncipe Alfonso
de Borbón
Algunos
autores han puesto en duda de que realmente le fuera realizada una circuncisión
al primogénito recién nacido y que, como consecuencia de la supuesta grave
hemorragia producida, se hiciera revelador de que estaba afectado por la
hemofilia, ya que no existen documentos acreditativos en el Archivo General del
Palacio Real de Madrid que informen sobre estos acontecimientos. Sin embargo,
existen respetados comentarios de personalidades que avalan la veracidad a
estos hechos. El general monárquico Alfredo Kindelán afirmaba que “La
cuestión es que nada se supo (de la hemofilia) hasta que se decidió
hacer la fimosis al hijo de los reyes. Llegó para el flamante príncipe de
Asturias la hora correspondiente. Vestían batas albas los médicos y las
enfermeras, reunidos en la nurserie de palacio. Puesto al descubierto el
diminuto campo operatorio, entró en funciones el bisturí practicando una
incisión anular y desprendiéndose un pequeño colgajo. Desinfectada la herida,
se procedió a la sutura, con todo esmero y cuidado; viendo con sorpresa los
cirujanos que no cesaba la hemorragia (...) Se acababa de tropezar con la
hemofilia, enfermedad terrible que, como una maldición, castiga desde hace
doscientos años a una Familia Real, al linaje dinástico de Hesse y que se ha
transmitido a varios tronos de Europa”. Sin embargo, Kindelán se equivoca
al establecer como origen de la enfermedad a la casa real de Hesse, puesto que
primariamente había sido transmitida por la reina Victoria de Inglaterra hasta
sus descendientes de varias casas reales europeas.
Victoria Eugenia con el príncipe Alfonso recién nacido
El
abogado y parlamentario suizo Henri Vallotton tuvo oportunidad de intimar y establecer
una estrecha amistad con Alfonso XIII y Ena de Battenberg durante su exilio de
Lausana (Suiza), de la cual surgieron revelaciones íntimas de los monarcas al
político suizo que hizo públicas más tarde. A propósito del príncipe de
Asturias, Vollotton escribe en 1945 que “La criatura parecía sana y
vigorosa. Pero, sin embargo, la circuncisión, que fue ordenada por los médicos,
dio origen a una hemorragia que fue muy difícil de atajar (...)
Desgraciadamente, el heredero, don Alfonso, príncipe de Asturias, estaba
enfermo de hemofilia. Los soberanos, sus padres, recibieron la noticia con gran
desconsuelo; no sólo la vida del niño sino el mismo porvenir de la dinastía
estaban amenazados a la vez”. Manuel Ríos Mazcarelle, autor del libro “Vida
privada de los Borbones”, incluso llega a asegurar que la circuncisión del
príncipe de Asturias se había realizado exactamente “a los veintitrés días
del nacimiento”; es decir, el 2 de junio de 1907.
Victoria Eugenia y su hijo Alfonso de Borbón. Foto de Christian Franzen
El
historiador británico Theo Aronson, generalmente bien informado, aseguraba que
“Poco después de que el Príncipe de Asturias fuera exhibido desnudo en
aquella bandeja de plata a los ministros que aguardaban y a la corte, se vio
que ya era hemofílico”. El otro historiador británico Gerard Noel, uno de
los más acreditados biógrafos de Ena de Battenberg, afirmaba que “La verdad
de la situación había sido sospechada cuando el príncipe de Asturias fue
circuncidado. Según una fuente autorizada, la costumbre de circuncidar a los
niños reales pocos días después de haber nacido existía desde hacía tiempo en
la corte española”. Juan Balansó, uno de los mayores expertos en los
Borbones de España, tampoco alberga dudas de que la operación se produjo cuando
manifiesta que “Existía en la corte española la costumbre de circuncidar a
los príncipes a los pocos días de nacidos; puede ser que tal costumbre tuviera
su origen en aquellos monarcas castellanos que se aconsejaban de sabios judíos,
muchos de ellos médicos. Dicho hábito no encerraba, en todo caso, ningún
peligro”.
Alfonso XIII y su hijo primogénito Alfonso de Borbón. Foto de Christian Franzen
El
rey Alfonso XIII estaba advertido de las consecuencias que podría acarrear su enlace
con Ena de Battenberg respecto a la posibilidad de ser transmitida la hemofilia
a su descendencia. Como resultado, su primogénito nació afectado de esta
enfermedad como también su hijo menor. El abatimiento y desconsuelo de Alfonso
XIII por haber sufrido esta desgracia, de la cual no se considera responsable
directo, tuvo como consecuencia un distanciamiento de su esposa, a la que
consideraba culpable de haber introducido en la familia ese mal congénito al
afirmar que “No puedo resignarme a que mi heredero haya contraído una
enfermedad que traía la familia de mi mujer, no la mía. Sé que soy injusto, lo
reconozco, pero no puedo pensar de otra manera”.
La
enfermedad maldita que afectó a las dinastías reales europeas
La
hemofilia es un trastorno hereditario recesivo poco frecuente en el que la
sangre no coagula de la forma habitual porque no existen suficientes factores
de coagulación. La enfermedad es causada por una deficiencia de los factores
VIII (hemofilia A) o IX (hemofilia B y C) del sistema de coagulación debido a
una alteración en los genes F8 o F9 respectivamente. Como consecuencia de este
trastorno, el coágulo que autolimita el sangrado se forma más lentamente y,
así, cualquier lesión o herida que se produzca conlleva la prolongación del
sangrado con el grave riesgo de que se desarrollen severas hemorragias internas
y externas. Existen diferentes tipos de severidad clínica según el grado de déficit
del factor implicado. Los pacientes con hemofilia severa tienen hemorragias
frecuentes en músculos o articulaciones. Sin un tratamiento preventivo, pueden
sangrar una o dos veces por semana. La hemorragia es con frecuencia espontánea,
sin causa aparente. Si se produce sangrado repetidas veces en una misma
articulación se puede desarrollar una artropatía dolorosa que puede derivar en
una incapacidad funcional para el mantenimiento de las actividades cotidianas.
Grados de severidad clínica y síntomas de la hemofilia
La
herencia genética de la hemofilia se asocia al cromosoma sexual X. En el hombre
(par XY), al tener sólo un cromosoma X contraerá la enfermedad si está alterado
ya que su otro cromosoma, el Y, no tiene capacidad para producir factor VIII o
factor IX. En la mujer (par XX), aunque uno de los dos cromosomas sea portador
de una anomalía, se producirá factor VIII o factor IX gracias a la existencia
de otro cromosoma X normal. Por tanto, la mujer generalmente no padece las
manifestaciones clínicas de la enfermedad, pero actúa como portadora del
trastorno genético, teniendo cada descendiente varón un
50% de posibilidades de tener hemofilia y cada descendiente mujer un 50% de
posibilidades de ser portadora. En alrededor del 30% de los pacientes el origen
de la enfermedad no es transmitido por sus padres, sino que es debido a una
alteración en los propios genes del paciente afectado.
Patrón de herencia de la hemofilia. La herencia genética de la hemofilia está asociada con el cromosoma sexual X
No
hay en la actualidad ningún tratamiento curativo disponible, a excepción de un
trasplante hepático, y lo único posible es corregir la tendencia hemorrágica
administrando por vía intravenosa el factor de coagulación deficitario, VIII o
el IX. Los tratamientos a demanda son utilizados una vez que se ha producido la
herida o hemorragia. Los tratamientos en profilaxis tienen como finalidad
evitar que se produzcan hemorragias espontáneas o secundarias a traumatismos
leves y también así evitar el desarrollo de patología articular severa. En la
actualidad, el tratamiento de elección para la hemofilia consiste en la
administración de concentrados de factor deficitarios obtenidos del plasma
sanguíneo o elaborados con productos recombinantes. Para tratamiento de la
hemofilia A también pueden ser útiles los crioprecipitados derivados de la
sangre, el plasma fresco congelado, la desmopresina y el emicizumab-kxwh.
También se han propuesto anticuerpos sintetizados para administración por vía
subcutánea.
El médico estadounidense John Conrad Otto realizó la primera descripción moderna de hemofilia en 1803
Las
referencias más antiguas que aluden a la enfermedad datan desde el siglo II a.
C., cuando rabinos judíos percibieron que algunos niños varones, al momento de
practicárseles la circuncisión, tenían un sangrado profuso y prolongado. Los
rabinos constataron que este problema solo ocurría en determinadas familias, lo
que motivó plantear una nueva reglamentación para regular este rito judío de
origen bíblico. El rabino Judah propuso eximir al tercer hijo de ser
circuncidado si dos de sus hermanos mayores habían muerto o sufrido grandes
hemorragias después de su circuncisión. El rabino Simeón ben Gamaliel propuso
impedir que un niño fuese circuncidado cuando los hijos de las tres hermanas de
la madre se habían desangrado hasta morir. Entre las referencias escritas
posteriores merece destacar la descripción de la enfermedad que hizo en el
siglo XI el médico árabe cordobés Abulcasis. Un siglo más tarde, el médico
judío cordobés Maimónides percibió que las madres eran las transmisoras de la
hemofilia a sus hijos de forma que propuso que, si una madre tenía hijos con
este problema de sangrado y ella se volvía a casar, ninguno de sus nuevos
descendientes varones deberían ser circuncidados. La primera referencia cristiana
de la enfermedad se debe al italiano Alejandro Benedicto en 1525.
La reina Victoria del Reino Unido fue el origen de la transmisión de la hemofilia desde donde se extendió por las casas reales europeas de Hesse, Sajonia-Coburgo y Gotha, Románov y Borbón. Foto de Alexander Bassano (1882). National Portrait Gallery, Londres
Las
primeras aportaciones verdaderamente científicas sobre la enfermedad aparecen a
finales del siglo XVIII. En 1800, John Conrad Otto realizó su primer estudio
sobre familias hemofílicas, y tres años más tarde descubrió el patrón genético
de transmisión de la hemofilia A. Encontró que madres sin problema de sangrado
podían transmitir hemofilia a sus hijos, y sus hijas podían transmitirla a sus
nietos y bisnietos. En 1828, Friedrich Hopff describe la enfermedad por primera
vez usando el término de “hemofilia”. En 1840, Samuel Lane realizó el primer
ensayo de tratamiento para la hemofilia basándose en que algún factor
fundamental debía faltar en la sangre por lo que decidió administrar a un joven
hemofílico una transfusión con sangre proveniente de una persona supuestamente
sana. El resultado que obtuvo fue positivo, consiguiendo el control del
sangrado, lo que suponía un gran avance. Sin embargo, la falta de comprensión
de los grupos sanguíneos y de los métodos básicos de transfusión obstaculizó
una mayor evolución en esa época. Hay que esperar hasta el año 1900, una vez
que fueron descubiertos los grupos sanguíneos, para que se comienzan a realizar
de forma sistemática las primeras transfusiones de sangre fresca en los
pacientes con hemofilia consiguiendo aumentar su longevidad que, hasta
entonces, tenían un promedio de vida de unos de 13 años.
El zar de Rusia Nicolas II con su esposa Alejandra, nieta de la reina Victoria del Reino Unido, y sus cinco hijos Olga, María, Anastasia, Alekséi y Tatiana (De izquierda a derecha). El hijo heredero Alekséi quedaría afectado por la hemofilia. Foto de Boasson y Eggler
La
enfermedad alcanzó gran notoriedad en el siglo XIX como consecuencia de verse
afectada la familia real británica, teniendo su origen en la reina Victoria,
desde donde se extendió la enfermedad por otras casas reales. El gen de la
hemofilia en el caso de la reina inglesa fue causado por una mutación
espontánea ya que no se conocían casos de hemofilia entre sus antepasados. El
octavo hijo de la reina, Leopoldo, había nacido en 1853 con hemofilia, y dos hijas,
Alicia y Beatriz, fueron portadoras. Precisamente una hija de la infanta Beatriz,
Victoria Eugenia, sería la que contraería matrimonio con el rey de España
Alfonso XIII de Borbón transmitiendo la enfermedad a sus hijos Alfonso y
Gonzalo. Una hija de la infanta Alicia, Alejandra, se desposó en 1894 con
Nicolás II, el zar de Rusia, naciendo en 1904 su hijo Alekséi Nikoláyevich
Románov, quien estaba afectado por la enfermedad. En la actualidad, ninguno de
los descendientes de la gran familia real europea padece la enfermedad.
La
infancia y juventud atormentada de Alfonso de Borbón debido a la hemofilia
La
historia de Alfonso de Borbón se resume en un cúmulo incesante de desdichas a
lo largo de su corta vida. Debido a la hemofilia tuvo una salud muy frágil
además de no poder recibir una formación suficiente y tener dificultades para
desarrollar las funciones públicas requeridas como heredero de la Corona a
causa de las limitaciones generadas por su enfermedad. Alfonso pasaría buena
parte de sus treinta y un años de vida debiendo guardar convalecencia en cama o
internado en hospitales, sufriendo de frecuentes dolores y obligado a tomar grandes
precauciones para evitar cualquier accidente.
El príncipe Alfonso de Borbón durante una de sus muchas convalecencias permaneciendo en cama
Desde
el mismo momento del nacimiento la salud de Alfonso fue muy débil y quebradiza,
siempre pálido y ojeroso. No tenía relación con otros niños más allá de sus
hermanos. No se le permitía hacer ejercicios violentos, como correr o saltar, y
sus cuidadores le vigilaban permanentemente para evitar cualquier pequeño
accidente que podía causarle hemorragias muy difíciles de contener poniendo incluso
en riesgo su vida. El príncipe tenía que pasar días enteros encamado y necesitaba
con frecuencia ser trasladado con ayuda de un lugar a otro debido a su incapacidad
para movilizarse en las fases de recaída. Mientras tanto, de forma oficial no
se transmitía información por el secretismo con que se llevaba este asunto en
un intento de ocultar el grave padecimiento del primogénito. En cualquier caso,
ni la familia ni el gobierno supieron reaccionar ante la grave situación
planteada, y Alfonso siguió siendo considerado como el heredero a la Corona por
lo que era educado de forma protocolaria, aunque de forma deficiente, para ser
rey de España algún día. Alfonso con 13 años celebró con solemnidad su jura de
bandera y entrada en el Ejército, pero de forma honoraria, dirigiéndole
su padre el primer discurso como heredero. A los 15 años, el príncipe comenzó
su preparación como guardiamarina de la Armada. En realidad, durante este
periodo de instrucción, Alfonso precisaba pasar gran parte del tiempo convaleciente
en cama o permanecer en estado de reposo. Su difícil situación personal derivó
en un creciente desinterés hacia casi todo lo que le rodeaba mostrando nula apetencia
por la política y los asuntos de Estado. Y, conforme pasaba el tiempo, esta
desidia se iba acentuando lo que provocó un distanciamiento progresivo con su
padre que acabaría en un desencuentro.
El príncipe de Asturias Alfonso de Borbón durante su fase de instrucción en el Ejército
La
singularidad e impotencia en la que se desarrollaba la vida del príncipe produjo
situaciones extrañas. Nada más cumplir la mayoría de edad, tomó la decisión de
independizarse y abandonar el ambiente opresivo y exigente de la Corte. Y así,
en la segunda mitad de la década de 1920, se le asignó como finca de recreo el Palacete
de la Quinta, situada en los montes de El Pardo, para poder vivir allí alejado
de la familia real. En esta finca se acondicionó un espacio para que el
príncipe pudiera realizar tareas de agronomía y cuidados de animales, unas
aficiones por las que mostraba gran entusiasmo. En 1922 empezó a escribir un
diario con evidentes faltas de ortografía que escandalizaban incluso a su
madre, que no dominaba bien el castellano. Su salud, según iba cumpliendo años,
lejos de mejorar iba a peor. En 1924 fue ordenado Caballero de la Orden Militar
de Santiago. En 1926 fue nombrado teniente del arma de Infantería, con destino
al Regimiento Inmemorial del Rey, nº 1. Hacia 1929 se enamoró de la princesa
Cäcilie zu Salm-Salm, prima lejana suya, pero ésta le rechazó. Ese mismo año su
padre pretendió arreglar su compromiso matrimonial con la princesa Ileana de
Rumanía, hija de la reina María de Rumanía y prima de Ena, pero este proyecto terminó
en fracaso. En 1930 fue nombrado teniente de navío y realizó un viaje a Suiza
utilizando el título de conde de Covadonga, distinción que usaría después de
renunciar a los derechos dinásticos. Por Decreto de 2 de febrero de 1931, su
padre le nombró Caballero del Collar de la Real Orden de Isabel la Católica.
Los
matrimonios fracasados de Alfonso de Borbón y su trágico final
El
exilio de la familia real, un día después de la proclamación de la segunda
República el 14 de abril de 1931, les llevó primero a París y después a
Fontainebleau. El príncipe de Asturias estaba tan débil cuando tuvo que salir
desde palacio camino a Francia que precisó ser trasladado en camilla hasta el
tren con fuertes dolores debido a un hematoma en el hombro provocado por el
retroceso de un arma durante una cacería. Ya en París, ingresó en una clínica
de la localidad de Neuilly-sur-Seine desde donde se trasladó posteriormente al
sanatorio de Leysin en Lausana para recuperarse. Durante este ingreso conoce a
Edelmira, también convaleciente en la clínica debido a una leve dolencia
pulmonar, de la que se enamora perdidamente y a la que considera “la mujer
de su vida”. Edelmira Sampedro Robato era de nacionalidad cubana, pero de familia
de origen español que había alcanzado una gran fortuna con el negocio de la
plantación de caña de azúcar, aunque ya por aquel entonces no vivían en la
abundancia tras la muerte de su padre. El escritor Juan Balansó destaca que su
fama era la de ser un poco “ligera de cascos”. El anuncio del deseo de
casarse Alfonso con Edelmira va a suponer una gran problemática para los
intereses de la Corona y significará una ruptura definitiva en las relaciones
con su padre. Este matrimonio morganático conllevaba la pérdida de sus derechos
dinásticos según la Pragmática Sanción de Carlos III y, aunque parecía que
Alfonso no estaba en las mejores condiciones de ser el heredero al trono,
seguía manteniendo el estatus de príncipe de Asturias.
Boda de Alfonso de Borbón con Edelmira Sampedro en Lausana el 21 de junio de1933. Getty Images
Desde
Suiza, Alfonso escribió el 11 de junio de 1933 una misiva a su padre, residente
entonces en Fontainebleau, en donde renunciaba por amor a sus derechos hereditarios
y de sus descendientes. El día 21 siguiente se casaba con Edelmira en la
iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy, junto a Lausana, en una sencilla
ceremonia a la que no asistió Alfonso XIII, que jamás aceptó aquel matrimonio
al igual que ningún miembro de la familia renal ni ningún grande de España,
aunque estuvo presente la reina Victoria Eugenia y sus hijas. Se mantuvo para
Alfonso el tratamiento de Alteza Real y su padre le otorgó el título de conde
de Covadonga. La pareja se instaló en París, con estancias ocasionales en Cuba
y en Estados Unidos, llevando una vida de derroches y excesos, pero después de
unos dos años de matrimonio, Edelmira decide abandonar a su esposo para
regresar a Cuba. Se han referido diversas causas condicionantes para la
separación de la pareja desde las económicas por la drástica reducción de
ingresos por disminución en dos tercios de la pensión asignada por Alfonso XIII
al poco de su boda, también una posible impotencia sexual que sufría Alfonso hasta
la motivada por la tormentosa e inamistosa relación de Edelmira con el suizo
Gottfried Schweizer, contratado por Alfonso XII como enfermero y secretario
para los cuidados de su hijo.
Alfonso de Borbón con Marta Esther Rocafort, su segunda esposa
Alfonso,
desesperado por la ausencia de Edelmira de la que seguía profundamente
enamorado, no dudó en desplazarse al continente americano para intentar reconquistar
a su esposa. Una vez conseguida la reconciliación quedaron instalados en La
Habana donde volvieron a disfrutar de unos buenos momentos hasta 1936, cuando
el príncipe tuvo una gran recaída física que estuvo a punto de ocasionarle la
muerte. El enfrentamiento del enfermero Schweizer con Edelmira era cada vez más
marcado, la convivencia de la pareja se hacía cada vez más difícil hasta lo
insoportable y, de esta manera, su esposa decidió abandonar al primogénito de
Alfonso XIII para siempre. El divorció se dictó por sentencia en La Habana el 8
de mayo de 1937. Edelmira, pese a todo, siguió manteniendo una buena relación
con la familia real española. Se estableció en Miami tras la revolución cubana de
Fidel Castro, nunca volvió a casarse y falleció en Coral Gables (Florida) en
1994.
Estado en el que quedó el coche después de accidente de Alfonso de Borbón en Miami el 6 de septiembre de 1938 que acabó ocasionándole la muerte por grave hemorragia interna
Alfonso,
instalado ahora en Miami donde vivía con la pensión vitalicia que le había
asignado su padre, volvió a casarse poco después, el 3 de julio de 1937, en la Embajada
de España en La Habana. Su nueva esposa, Marta Esther Rocafort Altuzarra, era
una modelo de alta costura residente en Nueva York, de nacionalidad también cubana
e hija de un odontólogo de La Habana. Este matrimonio también acabó en un
fracaso. La pareja se divorció el 8 de enero de 1938. solo seis meses después
de la ceremonia. A partir de entonces, Alfonso llevó una vida desordenada rodeado
de mujeres, frecuentando cabarés y teniendo graves quebrantos de su salud. En
la primavera de 1938, en plena Guerra Civil en España, se retractó de su
renuncia a sus derechos al trono español, lo que ocasionó un nuevo gran
disgusto a su padre. No tuvo descendencia con ninguna de sus esposas pues, según
refiere Ismael Fuente, parece que quedó impotente después de una intervención
urológica, unos años antes de su primer matrimonio.
Anuncio en el diario Miami Daily News que da cuenta del accidente mortal de coche sufrido por Alfonso de Borbón en Miami
El
6 de septiembre de 1938, Alfonso tuvo un accidente empotrando su coche contra
un poste telefónico cuando circulaba de madrugada por el Biscayne Boulevard de
Miami. Durante el suceso le acompañaba la joven Mildred Gaydon, una cigarrera
de un club nocturno de Miami, que había conocido unos momentos antes. A pesar
de que el accidente le ocasionó heridas leves, se desencadenó una grave hemorragia
interna que provocó su muerte unas cinco horas después del accidente mientras
se encontraba ingresado en el hospital Gerland de Miami. Alfonso solo contaba
con 31 años en el momento del fatal accidente. A su funeral asistieron
solamente tres personas, algo impropio de un príncipe de la dinastía Borbón. La
reina Victoria Eugenia pudo asistir al entierro, después de no llegar a tiempo a
Miami para ver a su hijo con vida, pero Alfonso XIII se negó a viajar desde
Roma. Su cuerpo fue sepultado inicialmente en el cementerio de Graceland
Memorial Cemetery de Miami, pero en 1985 volvió a ser sepultado en el Panteón
de Infantes del Real Monasterio de El Escorial por deseo de su sobrino, el rey
Juan Carlos I. Su primera esposa, que había sido autorizada a retener el título
de condesa de Covadonga, acudió al aeropuerto de Miami para venerar en una sala
los restos de su exmarido antes de su traslado a España.
El
devenir del resto de los componentes de la familia real de Alfonso XIII
El
mismo día que se celebró la boda de Alfonso de Borbón y Edelmira, el infante
Jaime también renunciaba a sus derechos dinásticos. Años después, asimismo se
retractaría de su renuncia, dando lugar a un embrollo dinástico que implicaba a
sus hijos, el mayor de los cuales, Alfonso, se casaría con Carmen Martínez
Bordiú, nieta de Francisco Franco. Con la renuncia de sus dos hermanos mayores,
los derechos sucesorios recayeron en el infante Juan cuando contaba con 20 años
de edad. En el verano de 1933 el más pequeño de los hijos del rey, el infante
Gonzalo, sufrió un accidente de coche mientras se encontraba en Austria y, debido
a su hemofilia, murió de una grave hemorragia, justamente lo que le pasaría a
su hermano mayor unos cinco años más tarde. El ya heredero legítimo a la
Corona, Juan, contrajo matrimonio en 1935 con María de las Mercedes Borbón
Orleans, princesa de la Casa de Borbón y de las Dos Sicilias. Tuvieron cuatro
hijos, de los cuales Juan Carlos se convertiría en el futuro rey de España.
Alfonso XIII y Victoria Eugenia con sus hijos María Cristina, Alfonso y Beatriz (atrás), Jaime y Gonzalo (a sus lados) y Juan (sentado en el suelo)
Alfonso
XIII nunca más volvería a España. Pasó los diez años de su exilio viajando
incansablemente alrededor del mundo, entre jornadas de golf en Inglaterra, las
cacerías en la India, las intrigas en París y otros menesteres. Por
desavenencias conyugales, Victoria Eugenia y él no volvieron a vivir juntos,
aunque coincidieron en algunas ocasiones, cada uno dedicado a su destino
errante entre Italia, Inglaterra y Suiza. El rey acabó residiendo en el Gran
Hotel de Roma. Fue allí donde, el 15 de enero de 1941, abdicó de sus funciones
como rey estableciendo que “quede automáticamente designado, sin discusión
posible en cuanto a la legitimidad, mi hijo don Juan”. Apenas un mes
después, sufrió un infarto de miocardio, y el 28 de febrero falleció. Algunos
historiadores señalan que se negó a que su esposa le visitase en su lecho de
muerte. La reina Victoria Eugenia se estableció a partir de 1948 en la mansión Vieille
Fontaine en Lausana. A pesar de que no tenía problemas económicos, a partir de
los años 50 recibió una pensión del estado franquista. La reina se convirtió en
una especie de reliquia viviente y símbolo de legitimidad monárquica, rodeada
de las visitas ocasionales de sus hijos y nietos, ninguno de los cuales padecía
hemofilia. En aquella mansión se celebró la pedida de mano de don Juan Carlos y
Sofía, los futuros reyes de España. Cuando su bisnieto, el infante Felipe,
nació en 1968, se encontró el pretexto perfecto para que volviera a España, a
ejercer de madrina. Un año después, el 15 de abril de 1969, Victoria Eugenia de
Battenberg fallecía en su casa de Lausana.
Bibliografía
recomendada
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Oliart LM. Don Juan. Barcelona: Plaza & Janés; 1994.
-Balansó
Amer J. La Familia Real y la familia irreal. Barcelona: Planeta; 1992.
-Balansó
Amer J. Trío de príncipes. Barcelona: Plaza & Janés; 1995.
-Balansó
Amer J. Los Borbones incómodos. Barcelona: Plaza & Janés; 2000.
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Como
citar este artículo:
Lancina
Martín JA. La circuncisión del príncipe de Asturias Alfonso de Borbón y
Battenberg como reveladora del diagnóstico de hemofilia. 2024 [citado el
día/mes/año]. Disponible en: https://drlancina.blogspot.com/2024/07/circuncision-alfonso-de-borbon-hemofilia.html
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