El nacimiento de la Urología,
como especialidad quirúrgica independiente, se producirá en las últimas décadas
del siglo XIX, y será en el Hospital Necker de París donde sea creada la
primera unidad de atención especializada para las enfermedades del aparato
urinario. En España no será hasta el año 1885 en que se funde la primera unidad
de Urología como tal en el Instituto de Terapéutica Operatoria del Hospital de
la Princesa de Madrid, teniendo a Enrique Suender como el primer urólogo
ejerciente reconocido en España. Por tanto, hasta estas fechas y antes de que
fueran apareciendo las distintas especialidades quirúrgicas, la totalidad de la
atención quirúrgica era realizada por los cirujanos aunque, bien es cierto, que
muchos de ellos mostraban una especial dedicación al tratamiento de procesos
urológicos.
Hasta la aparición de los
primeros agentes anestésicos eficaces, a mitad del siglo XIX, las operaciones eran
realizadas tan sólo con simples drogas analgesiantes (opio, alcohol y otros) o directamente
sin ningún soporte para mitigar el dolor, con el consiguiente sufriendo que
tenían que soportar los enfermos. La introducción exitosa del éter sulfúrico
por William Morton en 1846 en Boston, del cloroformo por James Simpson en 1847 en
Edimburgo y del óxido nitroso por Gardner Colton a partir de 1863 en Nueva
York, abren una nueva etapa en la historia de la cirugía al conseguir la
desaparición del dolor que tanto atormentaba a los pacientes durante las
intervenciones quirúrgicas. El desarrollo posterior de la técnica anestésica,
con la incorporación de la anestesia intravenosa, local y regional, hará
posible el avance de la cirugía, al permitir la realización de un mayor número
de intervenciones quirúrgicas.