El rey Alfonso XIII de España se casó el 31 de mayo de 1906 con Victoria Eugenia de Battenberg, La nueva reina, llamada familiarmente Ena, era nieta de la reina Victoria del Reino Unido e hija de la princesa Beatriz, hermana del entonces rey británico Eduardo VII. María Eugenia fue bien acogida por el pueblo español y preferida entre otras candidatas centroeuropeas. Su elección fue el resultado de un matrimonio por amor y por conveniencia diplomática, debido a su vinculación con la monarquía británica, aunque la dinastía Battenberg no era de las más ilustres dentro de esta amplia familia real.
El enlace con Victoria Eugenia, no obstante, suponía la sería amenaza para la transmisión de la hemofilia a sus descendientes. Por herencia de la reina Victoria, esta enfermedad había entrado en las casas reales de Hesse, Sajonia-Coburgo y Gotha, Románov y, por supuesto, también en la casa real británica. La hemofilia, una enfermedad de transmisión hereditaria que impide que se produzca la adecuada coagulación de la sangre, por aquel entonces tenía muy grave pronóstico por el riesgo de producirse una hemorragia masiva, incluso después de recibir un leve traumatismo, lo que suponía una continua amenaza para la vida del afectado. No se disponía de ningún tratamiento eficaz y, aunque generalmente se manifiesta clínicamente en los varones, las mujeres actúan como transmisoras de la enfermedad. En aquella época no era posible detectar la condición como portadora en la mujer, pero había indicios de sospecha en el caso de Ena ya que dos de sus tres hermanos eran hemofílicos. Se ha debatido mucho sobre si el rey tenía conocimiento o no del riesgo de la transmisión de esta enfermedad genética antes de contraer matrimonio con Victoria Eugenia. Casi todos los historiadores coinciden en que Alfonso XIII había sido debidamente informado sobre este problema. La infanta Eulalia de Borbón, tía del rey, aseguró que tenía plena información de este riesgo potencial. La reina madre, María Cristina, conocedora y consciente de esta circunstancia, intentó disuadir a su hijo sobre la conveniencia de este enlace para evitar problemas con la descendencia, pero nada pudo conseguir pues el rey estaba totalmente ensimismado con Ena.