miércoles, 18 de marzo de 2020

La cirugía urológica en España durante el siglo XIX. El desarrollo de la técnica quirúrgica y el nacimiento de las especialidades



Siglo XIX      En el siglo XIX, el estudio y conocimiento de las enfermedades dejó de estar bajo el criterio de la autoridad de un autor o una escuela para empezar a basarse en unos supuestos conceptuales y metodológicos objetivos admitidos por la mayoría de la comunidad médica. A lo largo del siglo se pueden distinguir dos etapas perfectamente diferenciadas. En una primera etapa, llamada medicina hospitalaria, la anatomía patología se convirtió en el centro de atención donde se relacionaba de forma sistemática la observación clínica recogida en los enfermos y las lesiones anatómicas o estructurales presentes en las necropsias. En una segunda etapa, llamada medicina de laboratorio, se intentó dar explicación científica a las enfermedades como trastornos dinámicos del cuerpo humano basándose en las ciencias básicas como la biología, la química y la física en contraposición al criterio anatomopatológico de la etapa anterior.

      Durante el siglo XIX, la cirugía va a experimentar un gran desarrollo debido fundamentalmente a la aparición, a mediados del siglo, de la anestesia y después de la antisepsia. El control del dolor durante el procedimiento quirúrgico y la reducción de las complicaciones infecciosas permitirá aumentar el número de indicaciones quirúrgicas, reducir la morbimortalidad y afrontar intervenciones de mayor grado de complejidad que no habían sido posible de realizar con anterioridad.

      Este aumento de la actividad quirúrgica condicionará un aumento de la necesidad de cirujanos como de instalaciones apropiadas para este tipo de asistencia. Las facultades de medicina se dotarán de nuevas cátedras de cirugía con la adscripción a un hospital para la enseñanza práctica a los estudiantes. El ejercicio de la cirugía va a requerir de la correspondiente titulación otorgada por las facultades de medicina o por colegios de cirugía creados al efecto. Con ello llegará la deseada dignificación de la cirugía como especialidad desapareciendo paulatinamente los cirujanos romancistas y sangradores.

      Los antiguos hospitales, que en su mayoría habían sido inicialmente fundados para la acogida de indigentes, ancianos o peregrinos, y atendidos mayoritariamente por miembros de órdenes religiosas siguiendo los principios de la caridad cristiana, a lo largo del siglo XIX se irán transformando primeramente en hospitales de caridad y después de beneficencia para la atención y el cuidado de enfermos con escasos recursos económicos y cuya administración estará a cargo de entidades locales públicas municipales y provinciales. Los pacientes de clases acomodadas seguirán demandando la atención médica en su propio domicilio, incluso para la realización de intervenciones quirúrgicas, pero el desarrollo de la medicina y en particular de la cirugía harán imposible la asistencia domiciliaria en muchos casos por lo que en la última parte del siglo van a aparecer los primeros sanatorios privados para atender esta demanda.
Siglo XIX
Hospital Militar de Madrid fundado en 1841 (arriba). Hospital del Niño Jesús de Madrid inaugurado en 1877 (abajo)


La cirugía en España durante el siglo XIX

               
      El siglo XIX para España significó un período de decadencia en todos los órdenes lleno de conflictos bélicos, pérdida de los territorios de ultramar, inestabilidad política, absolutismo y conservadurismo, enfrentamientos armados civiles, represión, persecución y exilio de personalidades del mundo de la cultura, la política y la ciencia, rechazo a las reformas y a la incorporación de nuevas corrientes ideológicas, abandono de la investigación científica, declive económico y bajos índices de formación cultural y alfabetización de la población que provocaron un estancamiento y un notable retroceso social, científico y económico respecto a la media de países en Europa occidental que precisamente en este siglo iniciaban un período de avances, progreso, prosperidad y mayor influencia política.

      Los vaivenes políticos y legislativos en materia de sanidad producidos en España a lo largo de esta centuria van a suponer un obstáculo para el establecimiento de correctas políticas de organización sanitaria. La sanidad en España a lo largo del XIX no es una organización técnica o administrativa capaz de adoptar medidas centralizadas de carácter estable, sino que se restringe a una actividad gubernativa confiada a jefes políticos y alcaldes, que actúan para atender necesidades sanitarias puntuales de la población de su propia circunscripción. Las creadas Juntas Sanitarias van a abordar los problemas de manera autónoma y no coordinada en todo el Estado lo que hará más ineficientes las políticas generales de salud. Mientras tanto, en Europa occidental se van adoptando políticas sanitarias estatalizadas lo que va a provocar un mayor desfase de España con estos países.

Siglo XIX
Quirófano del Hospital San Carlos de Madrid (arriba) y sala de hospitalización del Hospital de la Princesa de Madrid (abajo) a finales del siglo XIX


      Se pueden distinguir claramente tres periodos de la cirugía en la España del siglo XIX:

      1) La cirugía en el primer tercio del siglo.

     El siglo XIX comienza con la Guerra de la Independencia contra el ejército napoleónico. A su finalización retorna el monarca Fernando VII que restaura el absolutismo, lo que supone un duro revés a los diversos intentos aperturistas que se habían iniciado con la promulgación de la Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812. Durante su regencia se produce la independencia de las colonias españolas en América.

   En este período, el pensamiento ilustrado se fragmenta y surgen dos actitudes totalmente contrapuestas. Por un lado, están los conservadores que rechazan la renovación y la apertura al extranjero y, por otro, los liberales partidarios de las reformas y la proyección hacia Europa dentro del marco de la política francesa postrevolucionaria. Una mayoría de los médicos españoles eran favorables a esta última opción, lo que supuso en muchos casos la purga o el exilio. Las medidas desamortizadoras provocaron una crisis en los hospitales y centros de beneficencia, ya que generaron una disminución de sus recursos económicos, empeorando aún más la situación con la invasión napoleónica. La profunda crisis económica del país condujo a la ruina de las facultades y academias de medicina, laboratorios y anfiteatros anatómicos. Además, la férrea censura existente en estos años supuso que la publicación de libros y revistas médicas viera reducida su existencia a una presencia casi testimonial. Pedro Castelló, catedrático del Colegio de Cirugía de Madrid y médico de confianza de Fernando VII, consiguió mitigar la represión absolutista al final de su reinado con la reposición de varios catedráticos destituidos e inició las reformas necesarias para el ejercicio de la medicina que el momento precisaba.


Siglo XIX

Hospital de Las Cinco Llagas de Sevilla (arriba) y claustro de profesores de la Escuela Libre de Medicina y Cirugía de Sevilla (abajo) fundada por Federico Rubio y Gali en 1868



      En esta época, fueron muy escasas las aportaciones españolas a la cirugía siendo importadas desde Europa la mayoría de las novedades. La cirugía tuvo un claro retroceso respecto a otros países europeos y bajó notablemente en relación al período de brillantez que había alcanzado en la época del Renacimiento y la Ilustración. Este paso atrás habría que atribuirlo a factores externos motivados por la situación política general de España marcada por el absolutismo más radical y la oposición frontal a cualquier manifestación aperturista. El único aspecto positivo fue la existencia de los Reales Colegios de Cirugía, creados en el siglo anterior para la adecuada formación académica de cirujanos que la milicia precisaba por los múltiples conflictos bélicos que mantenía España. Estos Colegios siguieron funcionando, no sin ciertas dificultades y a pesar de la decadencia general del período, consiguiendo formar cirujanos muy cualificados que ocupaban plazas tanto en hospitales militares como civiles. Otro aspecto positivo de la primera mitad del siglo XIX fue el desarrollo que alcanzó el estudio de la Anatomía, incluso mayor que en el siglo anterior, debido también a los planes de enseñanza práctica desarrollados en los Colegios de Cirugía.

      En esta etapa existían dos clases de cirujanos, latinos y romancistas. Los cirujanos latinos debían cursar estudios en la Facultad de Medicina o en el Colegio de Cirugía durante cinco años para conseguir su titulación. Los cirujanos romancistas y sangradores debían hacer prácticas al menos durante tres años con un cirujano, que emitiría un certificado para que el aspirante pudiera realizar un examen teórico-práctico en el Colegio para su homologación. Los cirujanos romancistas podían realizar todas las operaciones, incluidas las sangrías y la extracción de piezas dentarias, aunque no podían recetar medicaciones en las enfermedades internas o mixtas.


Siglo XIX

 Tratados de Juan Naval “Tratado médico-quirúrgico de las enfermedades de las vías de la orina” (1799) (izquierday de Antonio San Germán “Tratado elemental de afectos externos y operaciones de cirugía” (1822) (derecha) que constituyen lo más destacable de la escasa producción publicista de textos quirúrgicos en el primer tercio del siglo XIX en España


      2) La cirugía en el segundo tercio del siglo.

     Esta etapa coincide con el reinado de Isabel II, periodo en el que se introdujeron las principales novedades de la ciencia europea de la época. La desaparición de la rígida censura y de las trabas que había impuesto el absolutismo, posibilitó un extraordinario crecimiento de la publicación de revistas y libros médicos a pesar de las guerras carlistas, la adversa economía y la inestable situación política. También empezaron a retornar los médicos liberales exiliados.

    En este período es cuando nace en España la verdadera salud pública como función plena del Estado, que adquiere conciencia de que es suya la responsabilidad de la salud de los ciudadanos. Quedan determinadas legislativamente las normativas sobre beneficencia pública donde los médicos titulares deberán asistir a todos los enfermos sin recursos de la localidad en sus enfermedades agudas y crónicas, así como los partos que reclamen auxilio manual o quirúrgico y, por supuesto, las operaciones que sea posible realizar en los domicilios, aunque a criterio médico el paciente pasaría al hospital de caridad en circunstancias especiales que impedirían la asistencia médica domiciliaria. No obstante, fueron muchas las deficiencias denunciadas por el mal funcionamiento de los hospitales de Beneficencia durante el siglo XIX desde los cuidados de enfermería y asistencia médica, alimentación; administración de medicamentos hasta la propia arquitectura hospitalaria y la localización de los hospitales.

     Se producen los primeros intentos de parcelación de la cirugía en ramas especializadas y ya se empiezan a vislumbrar como especialidades la obstetricia, la oftalmología, la otorrinolaringología y la urología. Se determina una nueva ordenación de los cirujanos, quedando divididos en cirujanos de 1ª (los cirujanos-médicos), cirujanos de 2ª (los conocidos como cirujanos de Colegio), los cirujanos de 3ª (los cirujanos-sangradores) y los cirujanos de 4ª (los de categoría inferior no incluidos en los anteriores). Poco después el ejercicio de la cirugía queda reducido a dos categorías, los cirujanos médicos, formados en las Facultades o Colegios de Cirugía, y los cirujanos ministrantes o practicantes, que deben realizar estudios en cuatro semestres con enseñanzas prácticas en hospitales que tengan como mínimo 60 camas. Estos últimos podrán realizar distintos procedimientos como sangrías, curas de heridas, extracciones dentarias, pedicura y otros. Ahora bien, la práctica de estos procedimientos precisará de la prescripción previa por parte de un cirujano o un médico.


Siglo XIX
      Joaquín Hysern Molleras (1804-1883), cirujano y catedrático de Fisiología del Colegio de San Carlos de Madrid, defendió la litotricia y el cateterismo forzado para la estenosis de uretra (izquierda).  Antonio Mendoza Rueda (1811-1872), catedrático de Anatomía Quirúrgica y Operaciones de la Facultad de Medicina de Barcelona, es autor de “Estudios clínicos de cirugía” (1850) con interesantes aportaciones a técnicas quirúrgicas para afecciones urológicas (derecha)


       3) La cirugía en el tercer tercio del siglo.

    Un tercer periodo abarca desde 1868, donde se produjo una etapa revolucionaría liberal que condujo a la constitución de la I República, de breve duración, y que fue seguida de la restauración monárquica con Alfonso XII. El siglo finalizará con las pérdidas de los últimos reductos coloniales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, lo que provocó la definitiva consumación del imperio español quedando reducida España a la posición de pequeña potencia, en contraste con el creciente potencial del Reino Unido, Alemania y Francia.

    Empezaron a manifestarse algunas líneas de investigación originales y se fue consumando la parcelación de la cirugía en especialidades. La afirmación del principio de la completa libertad de enseñanza condujo a la formación de numerosas “escuelas libres” de medicina, aunque debían revalidar sus conocimientos en las facultades de medicina. Las infraestructuras sanitarias mejoraron, pero sin alcanzar el nivel de los países europeos más avanzados. Mejoraron también los equipos y medios instrumentales de las facultades de medicina.

      En esta etapa se va a producir un gran desarrollo de los hospitales. Existen hospitales de carácter general, incluyendo los hospitales civiles (provinciales, municipales y privados) y los militares y, por otra parte, están los hospitales especiales como los sifilocomios, leproserías, oftalmocomios, casas de maternidad, hospitales de mujeres, hospitales pediátricos, hospitales de ancianos y las casas de dementes. No es infrecuente ver que en las reglamentaciones de estos centros hospitalarios figuren dos clases de enfermos acogidos, los de beneficencia y los particulares, requiriéndose a estos últimos del pago por los servicios. En los principales hospitales públicos y clínicas privadas se van a instalar laboratorios que incorporan técnicas de análisis químico y estudio anatomo-patológico.


Siglo XIX

 Tratados de Diego de Argumosa “Resumen de cirugía” (1856) (izquierda) y de Jacinto Martra “Enfermedades de las vías urinarias y de los órganos de la generación” (derecha) (1856)  de extraordinario interés por su contenido en el estudio y tratamiento de la patología urogenital


      La figura del cirujano quedó definitivamente consolidada y muy prestigiada debido a su mayor protagonismo en relación al gran desarrollo que experimentó la cirugía a finales del siglo. Los practicantes quedan habilitados para la realización de intervenciones menores, pero siempre bajo el ordenamiento de un médico o cirujano, y además actúan como ayudantes en las intervenciones quirúrgicas mayores. Desde 1875 se regulan los estudios de Odontología que precisarán de una titulación específica para su ejercicio.

       Adquirieron gran importancia las asociaciones profesionales, la mayor parte de las cuales fueron de medicina clínica, cirugía y sus especialidades. Las modernas especialidades médico-quirúrgicas se constituyeron casi al mismo que en los demás países. Hay que destacar la creación de hospitales especializados como el Instituto de Terapéutica Operatoria, fundado por Federico Rubio y Gali en el Hospital de la Princesa de Madrid en 1880, que realizó una gran labor en la formación de graduados y en donde se crearon formalmente las primeras especialidades quirúrgicas en España, entre ellas la de Urología. Debe subrayarse también la creación en 1872 del Instituto Oftálmico en Madrid, dirigida por José Delgado Jugo, que tuvo un papel muy destacado en el cultivo y la enseñanza de la especialidad oftalmológica en España. También merece reseñarse el madrileño Hospital del Niño Jesús que fue inaugurado en 1877 para la atención pediátrica exclusivamente.


Siglo XIX
       
       Diego de Argumosa Obregón (1792-1865) (1), catedrático de Clínica Quirúrgica del Colegio de San Carlos de Madrid, con sus discípulos entre los que destacan por sus aportaciones a la cirugía urológica Melchor Sánchez de Toca (1806-1880) (2), Juan Creus y Manso (1828-1897) (3) y Juan Fourquet Muñoz (1807-1865) (4) (pintura “Lección de Anatomía” de Antonio Bravo, 1885)


La urología en España durante el siglo XIX


        Hasta finales de la centuria no comenzarán a aparecer las primeras especialidades de la Cirugía y precisamente la Urología será unas de las primeras en constituirse. Por tanto, la práctica quirúrgica de la patología génito-urinaria va ser ejercida por los cirujanos generales en buena parte del siglo XIX, aunque va atisbándose una cierta especialización en las distintas ramas de la cirugía a partir de la mitad del siglo. Una dificultad que impedía el desarrollo de la cirugía urológica era la desafección que tenía su aprendizaje entre los cirujanos académicos porque hasta bien avanzado el siglo XVIII venía siendo realizada habitualmente por empíricos y cirujanos sin titulación universitaria. La creación de los Colegios de Cirugía y los avances que se producen en la técnica quirúrgica a lo largo del siglo conseguirá que los cirujanos presten más atención a esta parcela de la cirugía hasta llegar a convertirse en una especialidad bien definida.

      La cirugía urológica en la primera parte del siglo XIX sufre un retroceso en comparación con Europa, particularmente con Francia, después del alto nivel que había alcanzado en el Renacimiento e incluso en el Barroco y la Ilustración. El siglo comienza con la publicación en 1799 del libro “Tratado médico-quirúrgico de las enfermedades de las vías de la orina” escrito por Juan Naval, en la que se resume todo el conocimiento que se tenía en Europa hasta entonces sobre las afecciones de las vías urinarias, pero a esta notable contribución seguirán después unos largos años de penuria publicista. Por otra parte, la incorporación de las novedades que se van produciendo llegan a España con lentitud. El innovador tratamiento de los cálculos vesicales con litotricia propuesto por los cirujanos franceses Jean Civiale y Leroy d’Etiolles llegan a adoptarse en nuestro país muchos años más tarde. Al finalizar el reinado de Fernando VII, surgirá un progresivo florecimiento de la Urología con un aumento significativo de publicaciones y la traducción al castellano de importantes libros franceses de temática urológica como los de Malgaigne, Dupuytren, Vidal de Cassis, Nélaton, Velpeau o Boyer. Esta influencia francesa será predominante y continuará hasta finales de esta centuria. La mayoría de los cirujanos españoles interesados en la Urología serán formados en París, principalmente el Hospital Necker bajo la dirección de Civiale, Guyon y Albarrán sucesivamente.


Siglo XIX
        Tratados de Juan Creus y Manso “Tratado elemental de anatomía médico-quirúrgica” (1872) (izquierdade Rafael Mollá Rodrigo “Resumen práctico de diagnóstico y terapéutica médico-quirúrgica de las afecciones de las vías urinarias” (1896) (derecha), éste último de notable interés como documento referencial para la constitución de la especialidad de Urología en España


      En el primer tercio del siglo, los temas de Urología más debatidos en los escritos presentados a la Juntas Literarias de los Colegios de Cirujanos son casos clínicos de litiasis vesical y la operación de la talla, las heridas y fístulas vesicales, cistitis, disuria y retención de orina, abscesos urinosos, sarcoceles y tumores testiculares. Queda reflejada en la literatura del momento la polémica que mantuvieron Civiale y Velpeau en la Academia de Medicina de Paris sobre las ventajas de la litotricia sobre la litotomía. Los cirujanos españoles que practican más frecuentemente intervenciones urológicas en este período son Antonio San Germán Tort y Joaquín Hysern Molleras, que ya empezaron a realizar la litotricia. Precisamente San Germán, catedrático del Colegio de Cirugía de Barcelona, publica en 1822 el tratado quirúrgico más importante de este período que titula “Tratado elemental de Afectos Externos y Operaciones de Cirugía”. En este texto se hace alusión a muchos problemas de la patología uro-genital como la litiasis vesical, sarcocele, hidrocele, retención de orina, fimosis y tumores de pene, describiendo las técnicas para su resolución como la talla, castración, cateterismo uretral y punción vesical, circuncisión y amputación de pene.


Siglo XIX
Federico Rubio y Galí (1827-1902) fue el fundador en 1880 del Instituto de Terapéutica Operatoria en el Hospital de la Princesa de Madrid (arriba), trasladado en 1896 al recién creado Instituto Rubio (abajo), que fue el germen de la constitución de las especialidades quirúrgicas en España, entre ellas la Urología

          

       En el segundo tercio, la introducción de la anestesia etérea e inmediatamente después la clorofórmica va a suponer un gran avance para la cirugía urológica resultando en un aumento considerable de las indicaciones y del grado de complejidad de las intervenciones que se van a realizar. Aumenta notablemente la aparición de revistas y la traducción de textos extranjeros. En las revistas siguen publicándose casos clínicos preferentemente sobre cálculos vesicales, pero también sobre patología de vejiga no litiásica, uretra, testículo y pene. Se discuten las novedades surgidas en sondas y procedimientos de dilatación uretral. En 1859 aparece en Madrid la revista “El Especialista. Revista quincenal de Sifilografía, Oftalmología, Afecciones de la Piel y del Aparato Génito-Urinario” que, por primera vez, tendrá un contenido más selectivo acerca de la patología urológica. No obstante, las revistas que concentran el mayor número de publicaciones sobre temas urológicos son “Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia”, “Gaceta Médica” y “Anales de Cirugía”.


Siglo XIX
Enrique Suender Rodríguez (1829-1897) fue el primer urólogo titulado y director del primer Servicio de Urología en España creado en 1885 en el Instituto de Terapéutica Operatoria del Hospital de la Princesa de Madrid (izquierda). Autor de varias publicaciones de contenido urológico como “De la litotricia en general” (1887) (derecha)



Siglo XIX
          Alfredo Rodríguez Viforcos (1855-1904) (izquierda) fue director del segundo Servicio de Urología en España fundado en 1889 en el Hospital Provincial de Madrid (derecha)


      Además, se publican importantes libros que abordan temas de cirugía urológica como “Atlas de Medicina Operatoria” (1843) de Francisco Álvarez, “Estudios Clínicos de Cirugía” (1850) de Antonio Mendoza Rueda, “Resumen de Cirugía” (1856) de Diego de Argumosa Obregón, y “Enfermedades de las Vías Urinarias y de los Órganos de la Generación” (1856) de Jacinto Martra. En estos tratados se describen diversas técnicas como la punción y la inyección de sustancias esclerosantes para el hidrocele, ligadura de la vena espermática para el varicocele, circuncisión para la fimosis, técnicas de reducción de la parafimosis, los diferentes procedimientos de litotomía para la litiasis vesical tanto para hombre (lateralizada, media, bilateral, rectovesical o hipogástrica) como la mujer (uretral o vestibular). Se hace referencia también a los cateterismos y uretrotomía para estenosis de uretra, uretroplastia para estenosis o fístulas uretrales, punción de vejiga en retención de orina (hipogástrica, rectal y perineal), la corrección de fistulas vesicales, la extirpación de tumores de testículo y de pene, el drenaje de abscesos escrotales y la reparación plástica de malformaciones como el hipospadias y el epispadias. Empiezan a ser introducidas otras patologías urológicas como la disfunción vesical, incontinencia urinaria, impotencia eréctil y la esterilidad. Los cirujanos más destacados de esta etapa que practican intervenciones urológicas son Diego de Argumosa, Antonio Mendoza, José González Olivares, Melchor Sánchez de Toca, Manuel-Santos Guerra García, Juan Fourquet Muñoz, Jacinto Martra y Antonio Romero Linares, aunque son pocas las técnicas personales que aportan.


Siglo XIX
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       Inauguración de la Clínica de Rafael Mollá Rodrigo (1862-1930) (1) en Madrid acompañado por el ministro de Marina Dr Amalio Gimeno Cabañas (2) y el urólogo Luis González-Bravo (3) que sería el primer presidente de la Asociación Española de Urología creada en 1911


      En el último tercio se va a producir una progresión espectacular de la cirugía como consecuencia de la consolidación de la técnica anestésica y la introducción del método antiséptico propuesto por Lister que permitió realizar intervenciones de mayor magnitud y dificultad con menor riesgo de complicaciones y menor mortalidad. Existe un crecimiento constante de cirujanos que se dedican más específicamente a la patología del aparato urinario hasta la definitiva aparición de la Urología, como una especialidad propia y reconocida, a finales del siglo. En 1877, a petición de Enrique Suender Rodríguez, se va a crear en el Hospital Militar de Madrid la primera Clínica Especial de Enfermedades de las Vías Urinarias. Posteriormente, Federico Rubio y Galí funda en 1880 el Instituto de Terapéutica Operatoria en el Hospital de la Princesa de Madrid, verdadero germen del nacimiento de las especialidades quirúrgicas en España. Será en el año 1885 cuando en este centro se cree el primer Servicio de Afecciones de las Vías Génito-Urinarias que será dirigido por Enrique Suender, teniendo como asistente a Luis González-Bravo Serrano. Más tarde, en 1889, se constituye el Servicio de Vías Urinarias en el Hospital Provincial de Madrid que será dirigido por Alfredo Rodríguez Viforcos. No obstante, la Urología no quedará auténticamente constituida como especialidad en España hasta la creación en 1911 de la Asociación Española de Urología.

Siglo XIX
      Víctor Azcárreta Colán (1857-1937) (izquierda) dirigió la primera clínica privada de Urología en Barcelona (derecha). Autor de varias publicaciones de temática urológica fue el que tuvo una mayor casuística de nefrectomías realizadas en España a finales del siglo XIX


      En las Academias Médicas cada vez son más frecuentes la exposición de temas relacionados con el aparato urinario. También aumenta considerablemente el número de publicaciones sobre Urología en revistas, siendo las que concentran un mayor número “El Siglo Médico” y “Gaceta de Sanidad Militar”. En 1877, Alfredo Rodríguez Viforcos edita “Revista Especial de Oftalmología, Sifilografía, Dermatología y Afecciones Urinarias”, pero será Alejandro Settier Aguilar el que funde en 1887 “Gaceta de Enfermedades de los Órganos Génito-Urinarios”, que acabaría siendo la primera revista en España dedicada exclusivamente a la patología urogenital, aunque de efímera existencia. Dos años más tarde, Víctor Azcárreta Colán funda ”Revista Quirúrgica de Enfermedades de las Vías Urinarias”, que también tuvo una breve existencia. En lo referente a textos escritos sobre temas urológicos son más bien escasos, todos ellos muy influidos por los autores franceses y sin aportaciones personales relevantes respecto a novedades técnicas o de instrumental. Destacan las obras “Tratado Elemental de Anatomía Médico-Quirúrgica” (1872) de Juan Creus y Manso, “Tratado de Operatoria Quirúrgica” (1881) de Antonio Morales Pérez y “Curso de Patología Quirúrgica” (1883) de Alejando San Martin Satrústegui. En estas obras se expone toda la anatomía y la técnica quirúrgica de la patología urogenital, se comienza a priorizar la litotomía hipogástrica sobre la perineal y se difunden abiertamente las técnicas de litotricia.


Siglo XIX
Alejandro Settier Aguilar (1858-1915) (izquierda) fundó en 1887 la primera revista española monográfica en patología urogenital “Gaceta de los órganos génito-urinarios” (derecha). Fue un decidido defensor de la litolopaxia


      De carácter más monográfico, Rafael Mollá Rodrigo publica en 1896 “Resumen Práctico de Diagnóstico y Terapéutica Médico-Quirúrgica de las Afecciones de las Vías Urinarias”, que sirvió como referente documental para la constitución de la especialidad de Urología en España. En esta obra se aborda el diagnóstico, clínica, instrumental, endoscopia, laboratorio, antisepsia, anestesia y hemostasia con las distintas técnicas para el tratamiento de la patología uretral, prostática, vesical, vías urinarias y riñón, de forma amplia, actualizada y con gran influencia francesa. Por otra parte, también fueron publicados varios folletos o monografías de aspectos concretos de la patología urológica en la que podemos destacar “Tratado completo de las enfermedades secretas y de todas las que tienen su asiento en los órganos de la generación” (1869) de Anastasio Perillán García, “De las tallas perineales y del cateterismo perineal forzado” (1869) de Juan Ceballos Gómez, “De la talla perineal” (1870) de Federico Benjumeda Fernández, “Sobre la circuncisión. Estudio médico social” (1876) de Federico Rubio, “Génesis y complicaciones terapéuticas de los hidroceles” (1883) de José Ribera y Sans, “Estudios clínicos sobre las enfermedades de los órganos genitourinarios” (1885) de Máximo Sánchez Hernández, “La Litolopaxia u operación de la litotricia en una sesión” (1886) de Alejandro Settier, “Estrecheces de la uretra” (1887) también de Settier, “De la litotricia en general” (1887) de Enrique Suender, “Tallas y Litotricias (juicio crítico)” (1889) de Rafael Mollá, “De la Técnica Urológica Moderna. Su importancia y aplicaciones” (1890) de Luis del Río y Lara, “Anatomía y Patología de los apéndices del testículo” (1895) de Víctor Escribano García, “Tumores de vejiga” (1896) de Víctor Azcárreta, “Juicio crítico sobre a la terapéutica quirúrgica de la hipertrofia prostática” (1898) de Rafael Mollá, y también “La terapéutica quirúrgica a fines del siglo XIX” (1900) de Alberto Suárez de Mendoza.


Siglo XIX


José Ribera y Sans (1852-1912) (1), catedrático de Patología Quirúrgica de la Universidad Central de Madrid, durante una clase práctica. Entre sus alumnos aparece Pedro Cifuentes Diaz (2) que llegó a ser reconocido urólogo y jefe del Servicio de Urología del Hospital de la Princesa de Madrid


Siglo XIX
Alejandro San Martín Satrústegui (1847-1908) (izquierda), catedrático de Cirugía del Colegio de San Carlos de Madrid, fue uno de los más fervientes defensores de la talla hipogástrica que practicó en mayor número en España en el siglo XIX. A la (derecha) el Dr. San Martín en quirófano durante una intervención


      En todos estos folletos se pondrán de manifiesto los rápidos avances que venían produciéndose en el tratamiento quirúrgico de las afecciones urológicas. La litiasis vesical sigue siendo la patología más frecuentemente abordada. La talla hipogástrica para el tratamiento de cálculos vesicales va ganando adeptos, especialmente los voluminosos y adheridos, y tiene sus principales defensores a Alejandro San Martín y José Ribera y Sans, aunque la talla perineal mantiene aún adeptos como Juan Caballos, Federico Benjumeda, Rafael Martínez Molina y Juan Creus y Manso. Las ventajas de la litotricia sobre la litotomía, como antes había ocurrido en Francia, es motivo de fuertes controversias entre distintos cirujanos, pero paulatinamente va imponiéndose el abordaje menos invasivo transuretral. Enrique Suender es el más ferviente defensor de la litotricia, que también es practicada por Alejandro Settier y Alfredo Rodríguez Viforcos. Se comienza a contemplar el tratamiento quirúrgico de la hipertrofia prostática, defendido por Rafael Mollá, y de los tumores de vejiga mediante abordaje hipogástrico como propone y practica Víctor Azcárreta. El aparato urinario superior comienza a ser estudiado por cateterismos ureterales para el diagnóstico como defiende Alberto Suárez de Mendoza. Federico Rubio realiza en 1874 la primera nefrectomía en España por vía lumbar, a la que seguirán las realizadas por Víctor Azcárreta a finales de la década de los 80. Se debe a José Ribera y Sans la primera nefrectomía programada por laparatomía. Se contemplaba la nefrectomía para tumores, litiasis, pionefrosis o tuberculosis. En la última década del siglo comenzaron a utilizarse cistoscopios e instrumental endoscópico, para tratamiento de ciertas afecciones, por Víctor Azcárreta, Enrique Lluria y Despau y Alberto Suárez de Mendoza pero no se muestran muy partidarios de su uso debido posiblemente a la mala calidad de visualización de estos primeros prototipos. El gran desarrollo que va a experimentar la endoscopia en Urología deberá esperar al próximo siglo.



Bibliografía recomendada


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- Álvarez Sierra, J. Historia de la Cirugía Española. Diana Artes, Madrid, 1961.

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- Zaragoza Rubira, J.R. Los hospitales españoles en el primer tercio del siglo XIX. Medicina Española, 281: 149-158, 1962.



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Lancina Martín JA. La cirugía urológica en España durante el siglo XIX. El desarrollo de la técnica quirúrgica y el nacimiento de las especialidades [Internet]. Doctor Alberto Lancina Martín. Urología e Historia de la Medicina. 2020 [citado el]. Disponible en: http://drlancina.blogspot.com/2020/03/enel-siglo-xix-el-estudio-y.html

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